Pues sigue leyendo
Tu historia está normalita, no encuentro nada malo que destacar, pero tampoco nada bueno.
Y os dejo con unos cuantos capítulos más de La Fortaleza que de constumbre, aunque más cortos, eso sí.
Capítulo XXIV
Himeno rodaba por la colina. Las piedras se le clavaban principalmente en la espalda, haciéndole pequeñas heridas. Se obligó a localizar todos los focos de dolor y concentrarse en ellos hasta que el dolor fue remitiendo poco a poco. Una vieja técnica samurái que siempre daba resultado, a menos que el dolor fuera demasiado grande como para poder concentrarse.
Por lo poco que podía ver cuando rodaba, notó que la colina se estaba acabando, y al acabar la vuelta extendió sus extremidades a tiempo que se impulsaba con los pies, dando un poderoso salto hacia atrás. Mientras lo hacía extrajo unos shuriken de su traje y se los lanzó al príncipe Isobe, a Matsui y al otro hombre. Los tres eran expertos y las esquivarían, pero les mantendrían ocupados la fracción de tiempo necesaria para desaparecer entre las sombras.
Era un viejo truco ninja, “estar a la vista sin ser visto”, que había aprendido de un viejo ninja llamado Kosei. Obviamente, no podía hacerse invisible ante los ojos de una persona, pero en cuanto ésta desviaba la vista un instante o parpadeaba, el ninja buscado desaparecía. Ni siquiera hacía falta esconderse, sino estar cerca de cualquier sitio. Era asombroso pensar que si había una persona al sol y otra a la sombra, toda la gente se fijaba primero en la que estaba al sol. Estar a la vista sin ser visto no era demasiado difícil una vez uno reparaba en las jugadas que gastaba la vista humana.
Capítulo XXV
Himeno estaba completamente oculto entre las sombras. No era el único. Un aliento frío exhalado a través de una máscara le rozó el cuello, produciéndole un escalofrío.
-Sugimori. ¿Qué quieres ahora?
-Creo que antes no me he expresado con claridad. Protege a Akabane o morirás.
-Creo que no necesita ayuda.
-No confíes en que tenga demonios. Ellos son buenos.
Himeno descargó un poderoso golpe que Sugimori bloqueó al instante.
-¿Te crees que no lo sé, maldición? ¡Me han quitado la Cortahierbas! ¡Dame un arma y les mato ahora mismo!
-Como si tú no tuvieras.
Himeno repasó mentalmente el pequeño arsenal que poseía. Unas dagas, muchos shuriken y algunas estrellas tetsubishi. Las estrellas tetsubishi tenían muchas puntas cargadas de veneno, y se colocaban en el suelo para que la gente las pisara.
-Necesito una katana o algo.
-El objeto más valioso de Japón y lo pierdes. Inútil.
Sugimori entregó una katana a Himeno. No tenía nada que hacer contra la espada de Kusanagi-no-tsurugi, pero al menos era una katana.
Capítulo XXVI
Yuichi llamó a la puerta del palacio de Akabane. Junto a él estaba Isobe, examinando la Cortahierbas. Isobe aún no sabía que aquella katana era la legendaria espada de Kusanagi-no-tsurugi. Yuichi lo miró con preocupación. Isobe no se estaba comportando como el samurái que había sido antaño. Le había arrebatado la espada a Yuichi sin más contemplaciones, aún conociendo el ancestral código de honor samurái. “Vive por la espada, muere por la espada.” Y, aunque eso le importaba menos, también le había arrebatado la suya a Himeno.
El chirriar de las puertas del palacio de Akabane le sacó de su ensimismamiento. Un criado de aspecto muy cansado, calvo, con profundas ojeras y espalda ligeramente encorvada, les recibió.
-Pasen, por favor.
Los tres hombres le miraron con desconfianza. “¿Qué clase de treta es esta?”, se dijo Yuichi.
-Por favor, no se alarmen. Mi señor es un samurái, y no tiene la costumbre de ordenar que otros ataquen por él.
Yuichi continuó mirándole con desconfianza, pero asió con fuerza su katana y entró en el palacio. Entonces vio de reojo la punta de su katana. En el punto en el que había golpeado la espada del ninja Himeno, la katana de Yuichi se había abollado ligeramente. Pero aquello era imposible. Había golpeado la hoja, no el filo. Yuichi lo había visto con sus propios ojos. ¿Qué secretos ocultaba la espada de Himeno?
Isobe y Matsui siguieron a Yuichi.
-Esto no me gusta-susurró Matsui.
-Lo sé-comentó Isobe, pero él tenía que seguir el Bushido, y no mataría a un simple criado de su enemigo si éste era cortés con él.
Isobe recordó lo que había dicho Yuichi. “Exige de Hiroshima una cantidad diaria de dinero, comida y mujeres…”. ¿Qué clase de samurái haría aquello? Primero esperaría a conocerle. Después, atacaría.
Capítulo XXVII
Himeno corrió colina arriba, cargado de adrenalina. Las palabras de Sugimori resonaban en su mente. “Si fracasas, morirás”. “Protege a Akabane o morirás”.
Asía la katana fuertemente con su mano derecha. Había nacido zurdo, pero el viejo Kosei le había enseñado a manejar armas con ambas manos. Requería mucha práctica y esfuerzo convertirse en ambidiestro habiendo nacido zurdo, pero Himeno lo había conseguido. Era algo que Sugimori nunca había logrado. Sugimori había nacido ambidiestro.
Capítulo XXVIII
Akabane observó cómo su criado entraba en la estancia, acompañado de los hombres que esperaba. El príncipe Isobe, el conocido Matsui y un hombre pequeño y menudo, moreno y de aspecto cansado.
Akabane lo contempló con ojos perspicaces. No lo conocía.
-Domo arigato, Ensei. Puedes retirarte.
El criado se retiró de inmediato haciendo una reverencia.
-Bueno, queridos invitados. Veo que por fin habéis llegado. Os estaba esperando-nadie respondió una palabra-. Vaya, no sois muy amables. Bueno, supongo que querréis saber quién soy, cómo he llegado hasta aquí o por qué os he hecho pasar-el silencio confirmó la respuesta-. Bien. Como ya sabréis, mi nombre es Akabane. Nací en Hiroshima, y es una aldea que amo sinceramente.
-Los demonios-gruñó Isobe-. ¿Son cosa tuya?
-Oh, no. Son cosa de mi señor, que en su inmensa amabilidad me ha permitido controlar a un buen número de ellos. Como veréis, me he instalado en Hiroshima, aldea que, como ya he dicho, amo.
>>En mis tiempos, Hiroshima estaba controlada por un señor. Creo recordar que se llamaba Tankado. Uno de los señores más fieles a su emperador, tu abuelo, príncipe Isobe. Aquel señor, Tankado, dominaba Hiroshima con mano de hierro. Y al parecer mi familia no le caía demasiado bien. Mató a mis padres y a mi hermano. Yo tuve que huir a Setana, donde juré venganza contra Tankado. Pero cuando volví a Hiroshima, ya había muerto. De una enfermedad.
Capítulo XXIX
Matsui escuchaba al hombre llamado Akabane.
-Todos aquellos años de entrenamiento, todo aquel trabajo para nada. Furioso y abatido, regresé a Setana. Allí fue donde conocí a mi actual señor…
Matsui miraba a los ojos a Akabane. Éste les estaba mirando a ellos, pasando su vista de un lado a otro. Entonces, durante un instante, la mirada de Akabane se desvió a un punto del techo, y luego volvió a Isobe.
Con cuidado de no llamar la atención, Matsui giró la cabeza lentamente y escudriñó el lugar a donde había dirigido la mirada Akabane. Aquella parte del techo estaba sumida en la penumbra, pero Matsui distinguió dos ojos brillantes que los miraban desde la oscuridad.
Con un rápido movimiento, el yojimbo extrajo una daga de su kimono y se la lanzó al corazón a Akabane. Éste expulsó el aire rápidamente y retrocedió, con la daga clavada en el pecho.
Capítulo XXX
Himeno llegó al fin a la cima de la colina. El criado de Akabane había abierto la puerta para realizar alguna tarea, probablemente dar de comer a los caballos. Estaba justo entre Himeno y la puerta, y no parecía dispuesto a dejar que Himeno entrara.
Intentó detener a Himeno con un gesto de la mano, pero era demasiado tarde. El peligroso ninja saltó, clavando su pie en el pecho del criado y flexionando la rodilla. Antes de caer al suelo, con un rápido movimiento, deslizó una daga sobre la garganta del criado. Un instante después hizo presión con el pie y el criado cayó muerto al suelo.
Himeno siguió corriendo, adentrándose en la fortaleza de Akabane
Aunque la acción es lenta, tenemos escenas del pasado de Himeno y de Akabane. Y un nuevo personaje, Ensei, el criado, aunque no se ha quedado mucho tiempo con nosotros
¡Se acerca la gran batalla! O... ¿Tal vez hagan un trato?