Pues ya que estamos, aprovecho el breve resurgimiento del hilo para seguir con lo mío
Estábamos en...
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.
Capítulo XLIV
-¿Qué haces, Matsui?
El mejor de los yojimbos había comprado ropas nuevas en Hiroshima, y se estaba enrollando un pañuelo granate en torno a la cabeza, de forma que sólo los ojos le quedaban visibles.
-Podré pasar desapercibido a los demonios.
-Me recuerdas a un ninja.
-Tonterías. Una vez conocí a un samurái que llevaba un pañuelo cubriéndole la cara, él me enseñó el truco. Y seguía el Bushido al pie de la letra.
No era lo único que Matsui había comprado. Llevaba dos katanas cruzadas a la espalda.
-La forma de disponer de las katanas también te hace parecer un ninja-apuntó Isobe.
-Es difícil llevar dos katanas en el cinturón. Tranquilo, Isobe, sigo siendo un yojimbo.
También había comprado dos brazaletes de bronce macizo, aunque brillaban como el oro debido a una delgada capa de oro fundido. Con el dinero que le pagaban, Matsui podía permitírselo. Y más cuando Isobe le acababa de pagar una buena suma.
-Con ellos se pueden bloquear impactos directos de katana. Si he comprado todo esto ha sido por la reciente lucha contra Akabane. He comprendido que algunos demonios son mucho más poderosos de lo que parecen, y pueden tomar forma humana.
-Aún no puedo creer que Yuichi haya muerto-murmuró Isobe apesadumbrado.
-Sin duda no ha sido la primera víctima que se han tomado los demonios.
Caminaron en silencio alejándose de Hiroshima.
-¿Cuándo me dirás por qué emprendiste este viaje?-preguntó Matsui.
-Todo a su tiempo, Matsui. Te seguiré pagando.
-De acuerdo. Si encuentro a esa rata de Himeno lo mataré gratis.
-Hecho.
Capítulo XLV
Himeno despertó, pero no abrió los ojos. Sabía que llevaba tiempo inconsciente, por lo cual su enemigo no lo había rematado; pero si abría los ojos lo podía rematar en aquel momento. ¿Y qué enemigo era…? Intentó recordar. Sugimori.
Abrió los ojos. Podría haberlos abierto de forma imperceptible, pero dado que su enemigo era Sugimori hubiera dado lo mismo. A su lado, a la izquierda, descansaban los dos trozos de su katana. Y a la derecha, a escasos centímetros de su cabeza, la espada de Sugimori estaba clavada en la tierra.
Himeno se puso en pie y se sacudió el polvo. No sabía por qué Sugimori lo había perdonado. No se le ocurría ningún motivo lógico por mucho que pensara. Pero entonces se dio cuenta por primera vez de que enfrente suyo, rodeando la fortaleza de Akabane, había un enorme ejército de demonios.
-Eh… ¿Hola? Soy el hijo de vuestro señor.
Como respuesta, una fila de flechas ardiendo salió de la primera fila de demonios. Himeno se fijó en que también había ninjas de Takahashi. Un enorme demonio alado, en cuyo lomo había un ninja, se lanzó a por él con las fauces abiertas. Himeno cogió la espada de Sugimori. Casi se cae al suelo del peso. Era pura fuerza bruta. Apenas tenía filo y no tenía forma de katana.
-Ufff…
Golpeó al demonio en la cabeza con la espada, aplastándosela. El ninja salió por los aires y cayó a los pies de Himeno. Himeno, aliviado de que la situación se lo permitiera, dejó caer la espada, que mató al ninja.
Himeno esquivó una nueva oleada de flechas en llamas y embistió contra otro demonio, matándolo también. Pero era imposible, no podía correr ni saltar con aquella espada. De forma que la lanzó contra uno de los ninjas que se le acercaba y comenzó a correr.
Saltó a la cabeza de un demonio reptil increíblemente largo, corrió por su lomo, se apoyó y se impulsó en su cola. La cola sirvió de trampolín, y salió catapultado por los aires. En mitad de su salto se agarró al cuello de un demonio alado y lo montó. El demonio chilló e intentó soltarse, pero no pudo.
Rápidamente una multitud de demonios alados se lanzaron a comer a Himeno. El ninja torció el cuello del que montaba y lo lanzó contra los ninjas que seguían disparando flechas. Saltó en el último momento, y el demonio cayó sobre los ninjas y, debido al impulso de su vuelo, salió arrastrándose por la tierra, aplastando a cuanto demonio se cruzase en su camino hasta chocar contra un muro de la fortaleza de Akabane y hacer un enorme agujero.
Todos los demonios y los ninjas se centraron en aquel peligroso ataque. Cuando se dieron la vuelta, Himeno había desaparecido.
Capítulo XLVI
Hitoshi y Yukio salían del pasadizo, a la luz diurna de Uvajima.
-Tendremos que buscar la Cortahierbas-dijo Yukio.
-Sí. Pasemos por el mercado. Tengo que comprar algo de protección.
Se dirigieron al mercado de Uvajima. Uvajima era una ciudad portuaria, no muy popular, pero que sí recibía mercancías de diversos lugares de Japón.
La calle del mercado era bastante estrecha, llena de puestos de venta en la calle y de puertas que conducían al interior de tiendas. Un mercader de sandías exponía su dulce mercancía. Hitoshi avanzó entre la gente, con cuidado de no aplastar a niños que le llegaban a la altura de la rodilla. Era con diferencia el más alto de la calle, y bastante más alto que todos los puestos de venta.
Se agachó para meterse por una puerta que conducía a una tienda de armas. Un anciano lo saludó.
-Veo que vuelves por aquí, Hitoshi. ¿Es una visita cordial o tu lanza se ha estropeado?
-No, maestro. Debo emprender un viaje y necesito protección.
-Ya, claro… ¿Tus yojimbos no te sirven?
-No, maestro. Debo emprender este viaje solo, solo yo y la princesa Yukio Tajiri.
-Ya… Yukio Tajiri, princesa de Japón. La esposa de Kimitake Isobe Akechiro. Es un honor, princesa.
-Me temo, maestro, que ya no soy princesa de Japón. Isobe tampoco…
-Sí, he oído rumores. También circulan rumores de que el emperador ha muerto.
-El emperador ha muerto, maestro. Se acerca una época oscura para Japón.
-Estaré atento, Yukio. Bueno, vayamos al grano, Hitoshi.
El maestro le mostró una armadura completa.
-¿Te satisface ésta? La forjé yo mismo. Puede resistir un impacto muy fuerte de katana. Aunque no sé si resistirá las fauces de un demonio.
-Seguro que sí, maestro. Me la quedo.
Hitoshi pagó y se puso la armadura.
-Vamos, Yukio. Tenemos un largo viaje que emprender.