Hoy como cada día, aunque con un poco más de retraso de lo habitual, un nuevo capítulo de vuestros mutis favoritos:
X-MEN 5Capitulo 17Hank McCoy quería gritarle a Jean que para todo aquello. Podía hacerlo, así, sin más. Sólo quería que apagara durante unas milésimas de segundos el cerebro de Trask para dejarlo en un coma reversible, o más fácil todavía, que hiciera que de improviso olvidara que estaba allí y creyera que estaba contándoles un cuento a sus hijos. Sería gracioso ver a Bolivar relatando como el correcaminos huye del coyote. Pero no estaba de humor para que ese pensamiento le hiciera gracia, simplemente, cuando miraba a Jean, ella no estaba allí. Tenía los ojos vidriosos y llegó a distinguir en ellos un destello que soltó una lágrima que luchaba por salir. Su mano, apretaba fuerte la suya, como si de repente tuviera un pánico atroz. No sabía que le pasaba, sencillamente no quería estar allí.
BOLIVAR: ¿Qué tiene que decir sobre los X-Men?
HANK: (enderezándose en su silla) Señor Trask, hemos venido a hablar de los Centinelas, no queramos hacer perder el tiempo a la gente hablando de cosas que no esperaban oír.
BOLIVAR: Pero estoy seguro de que en estos instantes toda la nación está deseando saber qué son los X-Men.
HANK: Bolivar (con odio) no sabes lo que estás haciendo.
BOLIVAR: Sí que lo sé, Hank. (Lee sus apuntes) En 1966 un joven de tan sólo veinte años conoce a otro joven de su edad en la guerra del Vietnam, en una operación que permitiera destruir las infraestructuras del Vietcong. Al instante se hacen buenos amigos y cuando terminan su servicio militar tres años después deciden regresar juntos a Nueva York, impulsados por el deseo de construir un mundo mejor para todos aquellos que fueran diferentes, que fueran como ellos. Se me olvidaba mencionar que estos dos jóvenes eran mutantes.
Jean tenía el cerebro dividido. Por una parte oía atónita a Trask, conocía esa historia mejor que nadie, Xavier se la había contado cuando no tenía más de quince años, en las largas, frías y oscuras noches que había pasado sola en la Mansión. Aquella casa era un lugar demasiado grande para dos personas y para las, cada vez menos frecuentes, visitas de Erik.
Charles, al verla deambular por los pasillos sin saber a donde ir ni qué hacer, le había invitado a pasar a su despacho y a sentarse frente al fuego, donde le contaba sus aventuras en el frente. Ella oía las historias apasionada. Recordaba la temporada en la que Xavier había perdido la facultad de andar. Él siempre le mentía y le decía que en uno de sus viajes había sufrido un accidente de coche, pero Jean sabía la verdad, que una discusión con Magneto había acabado en tragedia, y a Jean no le hacía falta preguntarlo ni intentar leerle la mente, tan sólo había notado que Erik no había vuelto nunca más. El profesor estaba deprimido y pasaba largas temporadas sin salir de cama, pero no por ello descuidaba su atención a Jean, más que eso, era ella ahora la que se preocupaba por él y la que intentaba que se sintiera a gusto. Una tarde el Profesor se durmió a su lado, mientras ella recitaba a Shakespeare. Jean, que ya tenía diecisiete años y el control de su telepatía se había incrementado, simplemente no puedo contener la curiosidad y hurgó en su mente para saber que había ocurrido en su encuentro con Erik. No estaba acostumbrada a leer la mente de un telépata vulnerable ante el sueño que dejaba su conciencia abierta de par en par y buscando se topó con lo que nunca debiera ver: Charles Xavier estaba enamorado de ella. Huyó de la habitación rauda y se metió en su cuarto, del que no salió en dos días. No podía creer lo que había visto, sencillamente ante los ojos de la sociedad era inaceptable. Pasados esos dos días Charles, ante su preocupante ausencia bajó en su busca y la encontró haciendo las maletas, había hablado con sus padres para irse a un colegio internado en New Jersey. Jean quería quedarse, esa era la verdad, pero no podía convivir en aquella casa tan grande con él sólo. Charles se sintió apenado por su marcha, pero no indagó en la mente de la joven para saber el porqué de aquel cambio repentino. Dieciocho meses después, Charles la llamó, un nuevo estudiante había ido a la mansión y en apenas unos meses vendrían dos más. Jean se encontró así con Scott, y el enamorarse repentinamente de él le hizo olvidar casi por completo lo que había visto en la mente de Charles. Tan sólo años después, mientras compartía una romántica cena con Scott, habló por primera vez a alguien de lo que sabía. Pero ambos consideraron conveniente seguir con sus vidas como si nada.
Y ahora estaba allí, sentada en aquella mesa con dos de los hombres más importantes del gobierno, siendo enfocada por tres cámaras simultáneamente, siendo vista por millones de personas, y también sabiendo que una más allá del televisor cuya identidad estaba a punto de ser revelada estaba pensando porqué ella no hacía nada para detenerlo.
“¿Porqué no lo detengo?” Reflexionó un momento. Algo la bloqueaba, no eran las palabras del senador, no era la mano de Hank que apretaba fuerte la suya, no era los desorbitados latidos del corazón de Scott que sentía junto al suyo a través de los kilómetros que separaban el plató de la Mansión. Era algo mucho más cercano. Bastión. ¿Pero cómo?. La estaba bombardeando con imágenes, imágenes de ella matando, desintegrando a la gente, destruyendo edificios, ardiendo en llamas, llena de odio y pasión.
Capitulo 18En Escocia, en el laboratorio McTaggert, Moira terminaba de analizar unas muestras de un nuevo mutante que había encontrado cuando oyó la voz de Henry McCoy en el crepitar de la televisión. Reconocería esa voz profunda y aleonada en cualquier lugar. “¿Cómo había podido ser tan despistada de olvidar que el debate era aquella tarde?”. Le subió el volumen al televisor y lo que oyó hizo que sus manos temblaran y no tuviera más remedio que soltar la muestra.
MOIRA: ¡Charles! ¡Corre Charles! ¡Algo está pasando!
----------------------------------------------------------
BOLIVAR: Después de pasarse años recorriendo el mundo y trabajando en diversos proyectos pro-mutantes, deciden llevar acabo un proyecto que como tapadera tomaría la forma de una escuela para jóvenes con talento, mientras que de verdad el fin sería organizar un grupo de acción, listos para usar la violencia en pos de los actos mutantes: los X-Men.
HANK: La escuela no se trata de ninguna tapadera, es el verdadero fin del sueño de un hombre que busca la paz y el bienestar de lo mutantes.
BOLIVAR: Usted lo ha dicho, la paz y el bienestar de los mutantes, a qué coste. ¿Sacrificando la seguridad de los humanos?
HANK: No, luchando con ellos para asegurar la prosperidad de ambas especies. Coexistencia.
BOLIVAR: Hay mutantes que no creen en esa coexistencia.
HANK: Claro que no, pero también hay humanos que no lo ven factible.
BOLIVAR: (mirando a la cámara) Señores, el nombre del amigo del benefactor de los X-Men es Erik Lensher, Magneto.
En la sala se produjo un inquietante murmullo.
BOLIVAR: Magneto. El mismo terrorista al que le cayó cadena perpetua por atentar desde la Estatua de la Libertad contra los principales líderes del mundo, el mismo que huyó de su prisión de plástico y es principal sospechoso de volar una presa en Canadá que sepultó a media docena de pueblos, el mismo que arrancó de cuajo el Golden Gate, y estuvo implicado en la matanza de Alcatraz.
HANK: La escuela se desvincula de tales actos, el director perdió contacto con Lensher mucho antes de que iniciara sus actos terroristas.
BOLIVAR: Pero sí que lo visitó en su prisión.
HANK: El Profesor sólo quería que reconsiderara su postura radical…
BOLIVAR: El Profesor… ah sí. Charles Xavier.
Esta vez sí que se hizo el silencio en el plató. Toda la nación conocía a Charles, el simpático señor de la silla de ruedas que defendía en público la postura mutante. “Uno de los pocos humanos que simpatizan con los mutantes” decía la gente. Pero resulta que ese gracioso señor era uno de ellos, y al parecer de los importantes, y tenía una escuela donde instruía a mutantes, y un grupo de acción llamado los X-Men.
Lo había dicho Bolivar Trask, lo había dicho sin más. El siguiente pasó era saber si confesaría que el gobierno conocía la existencia de la escuela y se lo había callado, y que un X-Men era el que había perpetrado la matanza de Alcatraz.
Pero si iba a decirlo nunca se supo. Al oír el nombre de Charles Xavier, Jean reaccionó y miró a los ojos a Trask.
JEAN: La Escuela Xavier para Jóvenes Talentos es un hogar para los mutantes que se sientes apartados, rechazados y atemorizados por el resto de la humanidad, ha sido mi hogar desde que era una niña. Los X-Men sólo queremos garantizar la seguridad, tanto para unos, como para otros.
BOLIVAR: ¿En serio? ¿Qué me dicen de los daños colaterales? ¿O es que no hay daños colaterales? ¿No muere nadie por… accidente?
Fue como si a Jean le hubieran dado una bofetada, incluso echó la cara un poco hacia atrás como si acabara de recibirla. Hank no aguantó más.
HANK: Senador Trask, aquí ha terminado el debate.
BOLIVAR: Eso es Hank, huye. Todos los mutis sois iguales. Unos cobardes que encima os creéis que podéis apoderaros del mundo.
El presentador tuvo que mediar. Más que un debate de la nación aquello se había convertido en algo personal, en una pelea de colegio en la que ambos bandos se afanaban por ser los que más fuerte tirasen de los pelos a los adversarios, mientras Hank se levantaba y arrastraba a Jean fuera de la sala, perseguidos por un Trask fuera de si que los acusaba de calumniar la verdad.