Un hombre se esfuerza por ser un puntal cultural, por hacer algo de provecho en la vida y apuntar a las más altas cotas literarias. Y entonces llegan ellos. Y aunque te has pasado media vida leyendo lo que quieren que leas, quieren más. Y aunque te sabes de carrerilla la cartilla de la seguridad social de cada mutante hijo de vecino, quieren más. Porque no les gustan las parcelas. Porque no les vale eso de que seas de las redes y la X. Ni de los abogados, ni de los verdugos justicieros. Siempre quieren más. Tiene que ser todo. Porque aunque estés metido hasta la cintura, no les basta; tiene que llegarte hasta el cuello.
Y así, un buen día, a ti, que no te importaba un pimiento el espacio, ni la aventura ci-fi, acabas claudicando, y cagándote en todos ellos, porque al final respiras cómics (ESOS cómics que ellos leen) las 24 horas del día. Para desconectar, para trabajar. Los supers se han hecho con todo.
Y encima, alguno tendrá la cara de decir que ha sido una buena compra.
Aunque no han sido los 50 pavos que más me ha dolido soltar.
Anda y que os den.