Ahondando en mi lectura del
CES Patrulla-X: Los años perdidos, comparto con vosotros un par de impresiones. Me estoy tomando mi tiempo -apenas leo un número al día-, en parte porque no tengo tiempo ahora mismo, en parte porque tampoco me siento absorto en la lectura.
Y es que la relectura -dejé la serie en su momento en las primera decena de grapas- está resultando bastante decepcionante, quizás incluso peor de la...indiferencia con la que las recordaba.
Nunca fui muy amigo de las historias jamás contadas.
Ni las de Spiderman, ni las de X-Men, ni por supuesto cuando suponen además un ejercicio de malabarismo del estilo de las barrabasadas a lo Génesis mortal. Pero el caso es que no me gustan ni siquiera las más canónicas. Hay algo en ellas que me produce desazón. Quizás el volver a contar historias que ya fueron contadas, mover la perspectiva del lector a otros ángulos, rellenar las pequeñas fisuras de cada historia. Nada en todo ello me ha resultado nunca atractivo, y entendiendo además que la libertad creativa se ve constreñida por el pasado.
Solo los mejores autores serían capaces de hacer algo interesante con estos recursos.
No creo que Byrne, como guionista, sea uno de ellos.
Su trabajo en la serie es continuista y deliberadamente anacrónico. Lo cual es otro motivo negativo más en mi desinterés por el estilo narrativo: Byrne utiliza a comienzos del siglo XXI, un estilo y recursos de hace 40 años ¿Es posible contar algo de interés hoy día usando estructuras narrativas de los años 60? Yo no lo creo. Así no. No puedes escribir hoy La Odisea tal cual y copiar a Homero. Tendrás que aportar algo, a pesar de que bebas de la fuente y respetes la esencia.
Y ese es le motivo más poderoso que me lleva a pensar que este tipo de historias (X-Men forever, Spideman Las historias jamás contadas), están más enfocadas a los nostálgicos que a los lectores que buscan un cómic de calidad.
Las cosas desplazadas de su tiempo y plantadas tal cual 40 años después, no funcionan a nivel creativo. No es lo que una historia así requiere. Tienes que respetar las pautas de la época en caracterizaciones y entorno, pero sin que ello amanere tu estilo hasta hacerlo una parodia de lo que pretende. No puedes imitar a Stan Lee o Roy Thomas hoy. Es imposible. El lector avezado, se dará cuenta enseguida de que es una impostura, un pastiche, un pulp barato. Resulta absurdo contrastar determinadas situaciones copiadas de la golden age, sacadas tal cual de su época e implantadas en el 2000. Antes podías creerte con dificultad que esa anciana llamada May fuera a quedarse tiesa del susto -algo con lo que bromeó JMS- a lo largo de los 60 o incluso 70, pero hace ya mucho que los lectores se cansaron y dejaron de creer en algo tan irreal y colorido. Usado aquí en una persona adulta de mediana edad, entre otros muchos ejemplos, adolece de una desgana explícita por trabajar los motivos argumentales.
Byner no aporta nada; se dedica a copiar recursos, situaciones, estilos. No ofrece una mirada revolucionaria, o distinta. No ejerce una revisión con los ojos de hoy de esas historias ambientadas en los últimos 60 y primeros 70. Se limita a plantar delante del lector una copia descafeinada de las historias que todos hemos leídos. El Magneto de opereta, el Profesor Xavier estúpidamente autoritario, el grupo de jóvenes que va y viene sin reflexión alguna sobre lo que hacen, los villanos de cartón piedra que son malos porque sí, las aventuras que no cesan una detrás de otra (llega a ser irrisorio la cantidad de tramas que Byrne lanza, al más puro estilo Claremont con anfetaminas, resolviéndolas una tras otra sin profundidad alguna).
La Patrulla-X cae de la tierra salvaje al cubil de Magneto, de allí a un barco, de allí a un circo, a casa del nuevo villano...Un continuo correr adelante sin consecuencias ni nada que interiorizar, simplemente el tipo de aventuras que un crío de 10 años devoraría sin pararse a pensar siquiera en que puede significar toda esa aventura, o que tenga que haber algo detrás de ella.
Pero además, la documentación de Byrne es pésima.
Falla totalmente a la hora de renovar un estilo que nos presenta tal cual, sin un solo cambio, y sin embargo es incapaz de ceñirse a la historia y épocas que se supone que está contando.
Desde luego no es
Mad Men, esa estupenda serie de televisión que nos presenta el pasado más real aun que el presente. No como una copia cutre de
"Te quiero, Lucy", sino como una historia transgresora, atrevida, y sin embargo, tremendamente fiel a la época que representa.
Como digo, no es el caso.
Que Byrne haga referencia al atractivo de Mel Gibson, en una historia que se supone transcurre en los tardíos 60, primeros 70 siendo generosos, es bochornoso. Significa que el autor tiene un desinterés total por lo que cuenta, que no es capaz siquiera de centrarse en la historia que está contando.
Mismo caso para la mención a Star Wars, saga que no empezaría hasta 1977, y que era imposible que Jean conociera.
Casos así, de referencias o inexactitudes en la coherencia de la época, hay muchísimos. Los suficientes como para aburrirte contándolos. Y revelan errores más propios de un escritor novato y chapucero, que de un autor supuestamente consagrado.
En fin, más allá del valor que evidentemente tiene esta obra para todos los fans de La Patrulla-X original, entre los que me incluyo, y la atractiva idea de rellenar estos años de vacío injustamente olvidados, la obra por sí sola, se presenta francamente deficiente, con una calidad artística realmente baja, tanto en dibujo -muy alejado de sus trabajos buenos- como por supuesto, como guionista, labor en la que creo que este hombre nunca ha destacado -pienso en sus mejores obras, y ninguna es un cómic que yo recomendaría abiertamente-.
Una obra muy menor, y demasiado complaciente consigo misma.
No John, no vale simplemente con saberte las fichas de los personajes y jugar con el universo mutante como el niño que juega con sus playmobils. Hay que aportar algo más.
Y de eso, esta Patrulla-X no parece ir sobrada.