La contextualización en temas artísticos es siempre necesaria, o mejor dicho: casi siempre.
Lee, Kirby, Ditko y compañía hacen algo rompedor desde el número 1 de Fantastic Four, y es rompedor porque es algo nunca visto en el género. Se introduce el concepto de héroe con pies de barro, héroes que se pelean entre ellos, que discuten, que piensan. Héroes cuyas decisiones tienen consecuenccias de un capítulo a otro, personajes secundarios e identidades civiles que tienen tanta o más importancia que la aventura en sí.
Y lo más importante: introducen la continuidad, ese concepto que hoy ahoga y asfixia a multitud de autores Marvel pero que entonces era la salsa del naciente Universo de ficción más importante de la historia del cómic.
Todo eso, que hoy damos por sentado, por evidente y por resabido, en los años seaenta era totalmente novedoso y original, y permitió a una compañía de cómics que era prácticamemte nada crecer rápidamente en aceptación mientras la dominadora no entendía qué rayos estaba pasando.
Cogeros un Batman de Bon Kane, un Green Lantern de Gil Kane o un Superman de Otto Bender y entenderéis porque aquellos cómics de Marvel de los 60 cambiaron la industria para siempre.
Ingénuos? Muchísimo. Pero al lado de lo que se venía haciendo supusieron un salto evolutivo para el género sólo comparable al sufrido en los 80 de la mano de Miller y Moore. Al lado de lo que se venía haciendo y se seguía haciendo no solo no eran ingénuos sino que eran el colmo de la sofisticación.
Yo si alguien no es capaz de emocionarse con "La trilogía del Planeador Maestro" o "La llegada de Galactus", el principal sentimiento que me va a despertar es el de pena. No lo digo con mala uva, simplemente lamento que no sean capaces de experimentar lo que esos tebeos me despiertan a mí.
Saludos.