Menuda viñeta. El fin de una era condensado en una escena tan impactante como trágica. Viéndola hoy, incluso la podría calificar de melancólica, aunque no tanto como aquella otra viñeta de este mismo tebeo en la que Conan veía alejarse de la costa al Tigresa envuelto en llamas y Howard (con la voz de Roy Thomas) nos narraba con auténtica emoción el sentimiento de pérdida que en ese momento experimentaba el cimmerio, expresando lo que antes significaba el mar para él, junto a Belit, y en lo que ahora se había convertido sin ella.
No tengo palabras para describir mi sensación personal el día en que me leí este tebeo por primera vez, en aquella edición de Vértice que aparecía con el título de
Muerte en la Costa Negra y cuya portada nada tenía que ver con la americana, no desvelando por tanto absolutamente nada de lo que sucedía en su interior. Tendría unos doce o trece años por aquella época y estaba completamente enganchado a la serie. Recuerdo que el día en el que me lo compré, iba con un amiguete de la época con el que por esas cosas de la vida he acabado perdiendo el contacto. Los dos hacíamos la colección y nos avisábamos en el cole cada vez que veíamos que había salido un número nuevo. Ese día, al salir de clase, lo vimos los dos en el kiosco. Fui yo quien se lo compró y nos pusimos a leerlo en plena calle, sentados en unas escaleras. Cuando llegamos a esta página, a los dos se nos cayó el alma a los pies. También nos comprábamos (y nos prestábamos) las novelas de Conan que había publicado Bruguera unos años antes y que en aquella época debían estar ya saldadas porque se veían y se vendían en plena calle. Y digo que debían estar saldadas porque no se veían todas, ni mucho menos. Había varias, y en concreto las primeras (entre las que se hallaba precisamente
Conan el Cimmerio, que era donde aparecía
la Reina de la Costa Negra) que no se veían por ninguna parte. Por ese motivo, ninguno de los dos sabíamos que la muerte de Belit estaba ya escrita de antemano desde hacía 40 años.
Unocualquiera y Oskarosa han comparado acertadamente esta muerte con la de Gwen Stacy, algo bastante lógico toda vez que Namor no tenía tantos lectores como para que la muerte de lady Dorma tuviese el mismo impacto que aquellas prematuras muertes de Gwen y Belit. La verdad es que a mí aquellas dos muertes me tocaron de manera diferente, seguramente porque mi edad no era la misma en el momento en que me leí cada una de ellas. En el caso de Gwen Stacy me pilló mucho más crío y supongo que mi sensación fue más de incredulidad porque Spiderman se quedara sin su novia, así que mis pensamientos iban más por lo que iba a suceder después, es decir, si se trataba de una muerte de verdad o si acabaría volviendo más tarde. En el caso de Belit, por el contrario, aparte que hormonalmente me hallaba en una edad más adecuada para otro tipo de emociones, el final del tebeo lo dejaba todo bastante claro. No había lugar a la duda. Estaba más muerta que Isabel la Católica, una verdadera mini-tragedia que espero que os toméis con las risas que se merece al pensar en la cara que se nos quedó aquel día con algo tan trivial e inocente como la lectura de un simple tebeo.
Desgraciadamente para mí, hoy veo las cosas con otra perspectiva. La historia de esta viñeta (y de este tebeo) es sobradamente conocida. Con la muerte de Gwen Stacy y su impacto en el retrovisor, Roy Thomas se dio cuenta que
The Queen of the Black Coast era uno de los relatos de Howard que más jugo podía dar a la serie, así que decidió plantearse aquella adaptación al cómic como algo muy especial, planteando una saga casi en tiempo real (más de tres años) a fin de que los lectores de Conan fuésemos apreciando mes a mes y en toda su emoción aquel momento destinado a ser inolvidable en la historia del cimmerio. El resultado sólo puede calificarse de acojonante, en buena parte gracias a la fuerza del relato original de Howard y al soberbio buen hacer de Thomas en aquella época, pero sobre todo, y esto es lo que más me gustaría destacar, al escándalo de dibujante que era John Buscema, en aquel entonces en uno de sus momentos más álgidos como dibujante.
Para que os hagáis una idea de quién era John Buscema y de lo mucho que disfrutaba haciendo Conan, cuenta Roy Thomas que uno de los problemas con las fechas de entregas que tuvo que solventar durante lo que se acabó conociendo como la saga de Conan y Belit, y que obligó a Thomas a tener que acudir a una reedición para poder cumplir con la entrega mensual, se debió a que el entintador Steve Gan se quedó tan alucinado/impresionado con uno de los números de Buscema que le tocaba entintar, que no sólo se negó a hacerlo (para no desvirtuar los dibujos de Buscema con su propio trabajo) sino que incluso se negaba a devolver a Marvel el trabajo original de Buscema, siendo su intención calcar a tinta los lápices para así poder conservar intactas y en su poder aquellas páginas que le habían dejado maravillado.
Lógicamente Gan fue despedido por su poca profesionalidad, siendo sustituido por el (aquel entonces) desconocido Ernie Chan. Pero ojo, que os veo venir: no os cebéis ahora con el pobre Steve Gan, que seguramente tanto yo como más de uno de vosotros también nos hubiéramos comportado igual, con la diferencia de que al final Steve Gan devolvió aquellas páginas debido a la mediación del matrimonio DeZuñiga, mientras que, al menos en mi caso, de mi casa no hubieran sacado esas páginas ni los marines.
En cualquier caso, pequeñas o grandes leyendas del comic aparte, la viñeta me parece una de esas que te dejan absolutamente noqueado. La muerte de la coprotagonista de la serie (puesto que a esas alturas Belit se había ganado con creces tal status en el corazoncito de todos los lectores) resulta tan brusca como inesperada. Casi sin que te des cuenta, el ahorcado cadáver de la pirata que aparece situado en un primer plano, conduce tu vista hacia Conan y la tragedia que aparece implícita en su rostro y en su figura. Al mismo tiempo, la puesta en escena me parece tan respetuosa con el personaje que perfectamente podría estar representando la muerte de una persona de carne y hueso. Es decir, con el mismo pudor o respeto que podría mostrarse ante una persona real, Buscema no muestra aquí el rostro de Belit, que con el realismo que caracterizaba su obra, seguramente hubiera debido aparecer tocado por la muerte o desfigurado por el ahorcamiento del que la pirata ha sido objeto. Por el contrario, prefirió utilizar una perspectiva desde detrás que mostraba el modo en que había muerto y la angustia que se reflejaba en el rostro de Conan ante el cadáver colgado que pendía en ese primer plano y del que irradiaba toda la escena.
El impacto aumenta porque se trata además de una muerte dura y horrible, mostrada en toda su crudeza, no ya sólo por la brutalidad que implica cualquier ahorcamiento, especialmente si se trata del de una mujer joven y bella, sino por las circunstancias descritas por Howard que Buscema se ocupaba de plasmar implícitamente en toda su horrible extensión: el cadáver desnudo, la burla de ser ahorcada además en el palo mayor de su propia galera, el collar de gemas que la había maravillado y que se ha utilizado para ahorcarla, o esos restos de combate que se perciben de fondo en la cubierta de la galera y que dan idea de la resistencia que llevó a cabo la pirata sin que Conan estuviera allí para ayudarla.
Y claro, después de estar conociendo a Conan durante aquellos cien números, ¿qué reacción del cimmerio podía esperar cualquier lector que viese el rostro del bárbaro en esa viñeta ante lo que colgaba delante de él? Pues, evidentemente, la que se produjo: el fin de una raza por la fuerza de las armas, aún más engrandecido si cabe por aquella otra escena posterior que nos mostraría la fuerza de un amor que iba más allá de la muerte.
A mí me parece una viñeta y un tebeo memorable, por todo lo que venía de atrás y por todo lo que concluía con esta historia, un tebeo inmortal, tanto como la obra original que el inmenso talento de John Buscema supo plasmar en toda su fuerza creativa.
Habitualmente, cuando a la gente se le suele preguntar por su historia de piratas favorita, mi impresión es que la inmensa mayoría suele poner el piloto automático y contar aquello de
la Isla del Tesoro. Me parece muy bien. Nada que oponer.
Pero la mía es
la Reina de la Costa Negra.