Lo prometido es deuda, así que vamos con la viñeta de los Nuevos Defensores.
Lo primero que se me ocurre al ver quien propone esta viñeta, es que nuestro antiguo paquetón lunar ha debido de meterse en vena una panzada de Defensores bastante respetable en estos últimos tiempos. Dicha sobredosis de pulpa y tinta, probablemente le ha hecho retroceder unos cuantos años en el tiempo, causando como efecto el que uno de los héroes de su no tan lejana adolescencia se haya apoderado completamente de su subconsciente y le haya reclamado el antiguo cariño perdido, lo que colateralmente ha motivado que durante varios días éste que suscribe se estuviese comiendo la cabeza intentando averiguar quién era ese “nuevo” forero con más de 20.000 mensajes del que no había oído hablar en su vida.
Pues bien, una vez hecha esta pésima y lamentable emulación de Patrick Jane, vamos a lo que importa. Si no recuerdo mal, esta viñeta procede de aquella saga en que los Defensores acababan de rescatar a la Gárgola de un hechicero de los muyahidines afganos, Isaac había vislumbrado por primera vez al Dragón de la Luna acechando a Heather, Nube comenzaba a hacer sus números de hermafroditismo y Candy Southern era proclamada como líder del grupo. Lo más relevante de aquella historia acababa siendo que en ella se contaba como Heather Douglas había acabado adoptando el sobrenombre de Dragón Lunar y a su conclusión acababa perdiendo la banda mental que Odín le había implantado en la serie de los Vengadores para limitarle su poder y tratar que fuese un poco menos cretina.
Sin embargo, por lo que comenta el propio interesado, lo que a él más le llamo la atención en su día de esta historia fue precisamente el cameo del personaje al que Don Perlin se ocupaba de situar en el centro de esta viñeta como foco sobre el que convergían las miradas de Hank, Bobby y Nube: Mantis, la Madonna Celestial, a quien la mente de la orgullosa Dragón Lunar hacía aparecer en escena por considerarla en su fuero interno como la representación de su mayor fracaso personal, al haber sido elegida por los sacerdotes de Pama como Madonna Celestial y relegar a un segundo puesto a la propia Dragón Lunar.
Respetando siempre todas las opiniones, a mí Peter B. Gillis me pareció siempre un guionista apto para hacer prácticas de tiro. Es más, personalmente, el final de los Defensores me pareció infame: las muertes de Brunhilda, Dragón Lunar e Isaac me parecieron innecesarias (por la trascendencia y la propia historia de los personajes, a los que perfectamente podía habérselos aprovechado en otras series; obviamente hablo de “aprovechar”, no de lo que Gillis hacía con ellos) y verbenescas (por lo poco emotivas que me resultaron a pesar de la emotividad con la que Gillis pretendía revestir el tema); de hecho, fue el propio Gillis el que resucitó a Dragón Lunar en su serial del Solo Avengers, lo que en mi opinión dice bastante de lo que él mismo pensaba de aquella muerte.
A lo que voy, es que a pesar de lo que yo opine de Gillis, lo primero que me pregunté cuando me leí en su día este número, fue lo mismo que seguramente se acabó también preguntando otra mucha gente al leer esta historia: “¿Y por qué este tío no usa a la propia Mantis como foco del conflicto, en lugar de usar un simulacro mental creado por la propia Dragón Lunar?
Como casi todo el mundo sabe a estas alturas, para bien o para mal, yo también creo que lo que motivó aquella paja mental de Gillis (nunca mejor dicho lo de “mental”) fue precisamente el sentido de la propiedad que Englehart siempre tuvo sobre este personaje, y que ese “sentido de la propiedad” se le acabó respetando dentro de Marvel como si fuera una regla no escrita a todos los niveles, tanto artísticos como editoriales.
Como ha comentado Hellpop, Mantis era el personaje fetiche de Steve Englehart. Por si aún quedase por ahí fuera alguno que no conociese esta historia, algo que dudo bastante, lo cierto es que tras marcharse Englehart de Marvel a finales de los setenta a causa de sus disputas con Conway, su primer aterrizaje fue en la DC, y lo hizo llevándose consigo a Mantis, quien con el nuevo nombre de Willow aparecía ahora en la Liga de la Justicia como una terrestre enamorada de un ser del espacio exterior del que había quedado embarazada. Aquel niño que Mantis/Willow esperaba, estaba destinado a ser el primero de una nueva raza que lideraría a todos los humanos a las estrellas. Es decir, que ni Willow ni cojones: Englehart seguía utilizando a su personaje, por mucho que no pudiera utilizarlo con el nombre de Mantis por cuestiones de derechos; de hecho, Willow/Mantis seguía hablando del mismo modo al referirse a ella misma con el característico “This One” nosequé, “This One” nosecuánto, etc. Al final de aquella historia de la Liga de la Justicia, Mantis/Willow permanecía de incógnito en la Tierra aguardando a tener su bebé celestial.
Es más, allá donde iba Englehart, allá que se llevaba con él a su personaje a cuestas. Al aterrizar en Eclipse a principios de los 80, una vez más, Mantis/Willow, con exactamente la misma historia a cuestas, adoptaba en esta ocasión el nuevo nombre de Lorelei en la miniserie Scorpion Rose, esta vez habiendo dado ya a luz a su bebé celestial y esperando acontecimientos. Y ya a partir de aquí, su historia continuaría a mediados de los ochenta de nuevo en la Marvel, dentro de las series de Silver Surfer y de los Wackos, y otra vez con el nombre de Mantis.
A pesar de ser un personaje de gran éxito y muy reconocido por todos los seguidores marvelitas, de prestar incluso su “nombre” a una de las sagas de mayor impacto en la historia de los Vengadores, lo cierto es que nunca absolutamente nadie volvió a utilizarlo jamás dentro de la propia editorial, salvo el propio Englehart a su regreso a la compañía. Lo único que llegó a verse alguna vez fue este breve cameo de una Mantis que no era la verdadera dentro de esta historia de los Nuevos Defensores.
¿Qué hubiera quedado bien un “ajuste de cuentas” entre la verdadera Mantis y Dragón Lunar? Pues hombre, hablando en términos de lo que siempre ha sido Marvel, seguramente sí. Pero hipotéticamente hablando, en lo que se refiere a las expectativas que hubiera levantado semejante acontecimiento y al posible resultado producido, la verdad es que se me ocurren otros muchos nombres antes de el de Peter B. Gillis para haberlo llevado a cabo.
