Cuentan las crónicas que un buen día como otro cualquiera, un joven de origen judío corría como alma que lleva el diablo a casa de su amigo con una idea en la cabeza. Aquella fue la chispa que lo provocó todo.
Más de setenta y cinco años después, el cómic de superhéroes ha pasado por todo aquello que el romanticismo nos permita soñar: los niños sentados en un rincón pasándose el tebeo por turnos y el adulto almacenando sus cómics en bolsitas acid-free, los autores sentados en sus pequeños departamentos creando arte como quien trabaja en una fábrica de montaje y los soñadores en las oficinas gesticulando batallas imposibles, los chavales intentando administrar la paga para poder terminar esa historia que comenzaron un mes antes y los universitarios debatiendo sobre quién ganaría en un duelo de titanes, el mal estudiante escondiendo las grapas del mes para que sus padres no se las quiten como castigo y las familias haciendo cola en el cine para ver la última gran producción de Marvel Studios. Y entre medias, todas esas horas de lectura, de fantasía solitaria o compartida, de coleccionismo casi compulsivo y, por encima de todo, de evasión de un día a día que necesita alicientes para tener su razón de ser.
Pero todo ello, todas esas miles de páginas que han alimentado nuestro imaginario, comenzaron con aquella chispa, con aquella revisión de los antiguos mitos en la cabeza de un muchacho que no podía esperar para contársela a su amigo.
Y esa idea es la que ha perdurado hasta nuestros días.
Miracleman, de Alan Moore. El Regreso del Dios Dormido.No voy a explicar los problemas editoriales que han hecho que toda una generación de lectores ávidos de buenas historias de superhéroes hayan tenido que esperar varias décadas para poder acceder a esta obra: la extremadamente larga e increíblemente compleja historia que ha tenido a Marvelman/Miracleman en un interminable letargo durante todos estos años es algo que merece la pena contarse, por supuesto, pero no me corresponde a mí.
En lugar de eso, voy a hablar acerca de mi experiencia personal con esta obra.
En su momento, como tantos otros, no compré Miracleman. Forum publicaba un buen número de colecciones, yo seguía unas cuantas y la paga no daba para todo, así que dejé que pasara de largo. Un gran error, dirán algunos, y estarán en lo cierto. Pero estas cosas ocurren.
Muchos años después, cuando mi nivel adquisitivo me permitía completar mi tebeoteca con todos esos cómics que debí y no pude adquirir en su momento, el hueco de Miracleman seguía ahí. Sabía que ese vacío existía porque la "sabiduría colectiva" había decretado que ese era un tebeo fabuloso y que quienes no lo compramos en su momento habíamos metido la pata hasta el fondo. En ese momento ya sabíamos quién era Alan Moore, como había contribuido a cambiar el género para siempre y hasta que punto podía resultar justificada su reputación como "el mejor escritor de superhéroes de todos los tiempos".
Vamos, que cada vez que oía/leía que había dejado pasar una de las mejores obras de Alan Moore, era como una punzada en mi orgullo lector.
Llegados a un punto, podría haber leído la obra sin problemas, claro que sí; de hecho, mucha gente que ha leído Miracleman lo ha hecho frente a la pantalla del ordenador. Pero para eso siempre habría tiempo, y en el fondo mi amor propio lo que quería era arreglar ese error cometido hace tantos años, cuando dejaba en el kiosco mes a mes la grapa de Miracleman mientras me llevaba a casa tebeos que probablemente habré acabado regalando o estarán en el fondo de una caja vete a saber dónde.
De vez en cuando buscaba por tiendas de cómics de segunda mano, exploraba en Internet formas de hacerme con aquella colección, y me encontraba con la posibilidad de adquirirla a precios que suponían una humillación personal que no estaba dispuesto a asumir.
Y así, me aguantaba las ganas de optar por el camino fácil y seguía esperando a que algún alma generosa decidiese vender sus viejas grapas a un precio que no insultase mi inteligencia y mis convicciones personales o a que alguna maniobra del destino editorial provocase el milagro de que el dios dormido pudiese despertar.
La noche en que leí la noticia de que, en una convención, Joe Quesada anunciaba que Marvel publicaría Miracleman, es un recuerdo que intuyo que me acompañará el resto de mi vida. Estoy seguro de que a muchos otros locos como yo les pasará igual. El caso es que de la noche a la mañana, Miracleman había dejado de ser ese Santo Grial, ese objetivo inalcanzable que sólo podíamos anhelar, y se había convertido en una cuestión de tiempo. Y en un momento determinado algo hizo
click en mi cabeza y todo sucedió muy rápido: la futura reedición fue un golpe contra la especulación, y al fin pude adquirir aquellos deseados once números de Forum sin sentirme como un completo imbécil .Abrí el paquete con los tebeos con la ilusión de un niño y, antes de que me diese cuenta, estaba en el sofá de mi casa leyendo el primer número. Y ahora es cuando venía lo más difícil.
Afortunadamente, los tebeos no son una ciencia exacta. A veces lo que muchos podemos considerar un gran tebeo a otros no les dice nada, y viceversa. Y las expectativas no siempre se cumplen, sobre todo si son muy altas.
Muchos habrán vivido la decepción que supone pasarte días o incluso meses esperando algo y que finalmente no esté a la altura. Ahora toca imaginarse lo que puede ser abordar la lectura de algo cuando llevas años escuchando que no sólo es una auténtica maravilla entre maravillas, sino que puede cambiarte totalmente la percepción de unos cómics de superhéroes que adoras desde que eras crío.
En mi caso, mis miedos venían por varios frentes: en primer lugar, sabía que era el primer contacto de Alan Moore con el género, y el temor de encontrarme con una obra que oliese a primeriza estaba ahí, sobremanera en comparación con lo que el genial barbudo podría llegar a hacer. En segundo lugar, estaba el hecho de que el personaje no es más que una derivación para el mercado de cómics británico de un Capitán Marvel (ahora Shazam) que en un momento dado ya no pudo seguir publicándose en aquellas tierras; mal asunto cuando de antemano sabes que estás ante una copia, y que por muy brillantemente que se combinen los diferentes elementos, todos te van a recordar al original. Y mi tercer temor, y diría que el más importante, era esa sensación de que el hecho de que Miracleman influyese tanto en obras sucesivas que han abordado a los supers desde un punto de vista similar podía dar lugar a que el tebeo, por injusto que pudiese parecer, sonase a leído, a redundante, incluso a trillado.
Y con estos temores, aunque también con mucha ilusión, abordé la lectura con avidez.
Por evitar el suspense, diré que sí, que Miracleman está a la altura de las expectativas (al menos de las mías), puede llegar a mirar cara a cara a otras obras de Moore como La Cosa del Pantanto, V de Vendetta o Watchmen y es, como el lector ya imaginará, una obra maestra absoluta del género. Aclarado esto, seguimos.
Desde aquellos primeros tiempos de Superman, hemos asistido a una travesía en la que el superhéroe pasaba de ser una revisión de aquellas deidades mitológicas a derivar en los héroes falibles y más terrenales que incorporó la vieja Marvel al imaginario popular; más adelante Miller y el propio Moore deconstruirían el género con la figura del antihéroe, pero esos dos elementos son los que han nutrido principalmente a los lectores de cómics de supers durante décadas.
Lo que hace Moore en Miracleman es aunar ambos conceptos con una precisión milimétrica, e incluso anticipar ese crudo realismo que años después explotaría en Watchmen. A lo largo de tres apasionantes actos, asistiremos a la evolución de un hombre, Mike Moran, que pasa de ser uno de esos superhéroes con los que hemos crecido y fantaseado a lo largo de nuestras vidas a convertirse en algo superior, nuevo como una idea y viejo como los antiguos mitos, todo al mismo tiempo. Y mientras el propio Moran evoluciona, el cómic de superhéroes evoluciona con él y nunca volverá a ser el mismo. Incluso el único lastre, el único cabo suelto que podía discutir su grandeza, es resuelto de la forma más inteligente posible por un Moore que integra la condición de "copia del Capitán Marvel" a la propia obra con oficio y una precisión asombrosa.
Para quien aún dude, para quien aún se esté preguntando si merece la pena hacerle un hueco a Miracleman en la lista de lecturas pendientes, estos son tebeos de superhéroes al límite de sus capacidades, muy probablemente el tebeo de superhéroes definitivo. No sé si el mejor, eso ya dependerá del criterio de cada uno, pero sí que explora todo lo que el género puede llegar a dar.
Tantos años después de que un chaval corriese a casa de su amigo con la chispa que encendería todo, el mundo sigue necesitando superhéroes. Y lo que es mejor, éstos aún son capaces de sorprendernos.
Y ahora que el dios dormido ha podido, al fin, despertar (y robándole a Rafa Marín su frase a propósito de la reedición de Valérian) la recuperación de Miracleman es, "sencillamente, un acto de justicia".
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Sobre las vicisitudes que han llevado a que este Miracleman haya sido una obra tan difícil de reeditar, emplazo al personal a que eche un buen vistazo al trabajo de traducción que se está pegando el compañero
Mike Moran de forma generosa y desinteresada. Todo un lujazo que me permito enlazar aquí con el compromiso de ir actualizando a medida en que vayan apareciendo nuevas entradas.
CALIZ ENVENENADO:
LA EXTREMADAMENTE LARGA E INCREIBLEMENTE COMPLEJA HISTORIA DE MARVELMAN
por Pádraig Ó Méalóid
Traducción: Mike Moran
En esta obra, su autor realiza un sublime trabajo de documentación para serializar la historia completa de los comics del personaje desde sus primerísimas influencias (El Superman de Siegel y Shuster de los años 30 y sus inmediatos clones, como el Capitán Marvel), hasta el momento en que Marvel se hace con los derechos del personaje y comienza la reedición de los comics de Mick Anglo, y los primeros rumores de que Marvel ya tiene los derechos para comenzar a reeditar la etapa de Moore, Gaiman y el resto de autores.
Esta serie de artículos constará de varias partes separadas: en primer lugar, está la prehistoria, que trata de los acontecimientos de la primera aparición de Superman en 1938 hasta la última aparición del Capitán Marvel de Fawcett Comics en la década de 1950. Luego tenemos el Marvelman de la era Miller; un breve intermedio del final de la era Miller hasta el lanzamiento de Warrior; el Marvelman de la era Warrior; el Miracleman de Eclipse Comics; y, finalmente, la adquisición de los derechos de Mick Anglo sobre Marvelman en 2009 por Marvel Comics, después de lo cual voy a tratar de sacar algún tipo de conclusión de todo lo anterior. Algunas de estos subtítulos se dividiran en varias partes, ya que realmente es una gran cantidad de información a transmitir, pero les prometo que todo es relevante.
Así que, ¿por qué esto (y el libro) se titula Poisoned Chalice ("Cáliz Envenenado")?
Es por algo que Alan Moore dijo una vez (http://www.mania.com/alan-moore-reflects-marvelman_article_117413.html):
Le dije a Neil, "Esto bien puede ser un cáliz (entendido como regalo) envenenado". Y recuerdo que le decía proféticamente, en ese momento, "no tengo idea de quién es dueño de Marvelman." Le dije: "Por lo que sé, todavía podría seguir siendo propiedad de Mick Anglo".
Y, más tarde, Neil Gaiman se hizo eco de esto (http://www.comicbookresources.com/?page=article&id=524):
"De vez en cuando se disculpa por haberme pasado a Miracleman ... Es un cáliz envenenado."
¿Y quién soy yo para discutir a estos dos? Aunque lo voy a hacer, más adelante.