Capítulo 4 y finalPensé durante toda la noche quién era, en qué me había convertido. Recordé a mis padres y todo lo que me enseñaron, y tomé la decisión más difícil de mi vida.
Renuncié a ser la dueña del mundo, a sentarme a la diestra de Apocalipsis, a vivir una vida despreocupada y placentera, desde el mismo momento en el que maté a los guardias que me acompañaban y liberé a todos los presos del campo de concentración de Nueva Jersey.
Una embarcación del Consejo Humano nos esperaba en la costa. Subieron a los presos, locos de alegría. Cuando me tocó mi turno me quedé en el muelle, mientras los demás me tendían la mano para que subiera, llamándome “Salvadora”. Pero yo no era nada de aquello, había matado a muchos y por eso debía ser condenada a que las fuerzas de Apocalipsis me encontraran y me ajusticiaran. Yo sabía lo que le deparaba a los traidores: se nos colgaba por los pies y se nos arrancaba la piel a tiras, para después servir de alimento para las bestias que los científicos mutaban.
Fue entonces cuando volví a encontrarme con los ojos de Franklin. Que me miraban suplicantes desde la barcaza. Dejé que esos ojos me guiaran, dejando de lado toda mi racionalidad. Subí a esa barca cogiendo su mano. Esa mano de la que no volvería a soltarme a lo largo del trayecto hasta la costa oeste de África, hasta llegar a los enclave humanos, durante todo ese tiempo no paré de temblar. Temerosa de mi destino y de mi pasado, sin saber como era el mundo fuera de la jaula de cristal a la que estaba acostumbrada.
Cuando llegué a los campos de refugiados, la gente me miraba y murmuraba. Murmuraban allá a donde fuese, pero yo, temiendo cualquier contacto con ellos nunca preguntaba.
Pronto descubrí la fuente de tales habladurías, no sólo hablaban de quien yo era y de lo que había sido, sino de quién era hija, y de qué le había ocurrido a mis padres. Mi alma cayó a mis pies cuando Franklin me relató lo que había sucedido.
Desde el día en que fue secuestrada, mis padres no habían parado de tratar de sacarme de las fauces de Apocalipsis, echando por tierra mis pensamientos de que me habían abandonado. Se habían unido al frente por la liberación y eran dos de los miembros más activos, siempre juntos, siempre ellos dos solos. Jean Grey y Scott Summers. Mis padres. Habían tenido otro crío, Nate. Que por aquel entonces sólo era un bebé de unos dieciocho meses. Vivía en Avalon, el único lugar del mundo donde Apocalipsis no podía llegar, pues lo protegía la más fiera de las magias.
Pero la razón de que Nate estuviera allí, de que mis padres no lo estuvieran protegiendo es porque… mis padres estaban muertos.
Los envidio porque no sabían que iban a morir. Porque la persona que los mató, es la última que hubieses pensado que haría algo así. Tal vez por eso pudo acercarse tanto a ellos, tal vez por eso no sospecharon.
Lobezno, Logan, como lo llamábamos nosotros. No tuvo piedad, ni compasión. La verdad que había tras todo aquello era tabú. Siempre se había dicho que Lobezno estaba enamorado de mi madre, era algo que todos sabían, y los tres vivían con ello. Hasta que Logan no pudo seguir así. En una misión a Canadá, Logan, Cíclope, Jean y el pequeño Nathan, de apenas ocho meses. Tal vez Lobezno no pudo soportar la estampa de felicidad y los atacó. Se defendieron todo lo bien que sabían, pero no sobrevivieron porque no era por sus vidas por lo que luchaban, sino por la de Nate.
El primero en caer fue mi padre, alejando a Logan de mamá y Nate, que en un último y desesperado esfuerzo, colocó un dispositivo de transporte en él para que lo llevará al último lugar seguro de la Tierra, Avalon. Cuando Cíclope cayó, Jean se encontró sin fuerzas para seguir, sin ganas de vivir. Logan no quería matarla, sólo quería tenerla a su lado, y así se lo hizo ver. Pero cuando mi madre cayó de rodillas en la nieve, a sus pies, sobre el cuerpo sin vida de Scott, le suplicó que la matara. Logan dudó, pero presa de una terrible cólera al ver que Jean prefería irse con Scott muerto antes que con él, acabó hundiendo sus garras en su fina piel, y ella murió como quisiera haberlo hecho, sobre el cuerpo de Cíclope.
Sentí tal ira en aquel instante que juré vengarme. Pero Franklin calmó mis nervios y me enseño las pequeñas cosas de la vida que la hacen interesante, me enseñó a leer poesía, a saber mirar los rayos de sol a través de las hojas de los árboles, me enseño el olor de las flores, el canto de los diferentes pájaros, me enseñó la belleza de algunos de los animales que antes había considerado repulsivos, y poco a poco me convertí en un humano más.
No, en humano más no. Yo no podía permitirme ese lujo. Tampoco el de enamorarme, pero de nuevo lancé la precaución a los cuatro vientos y me enamoré de Franklin Richards.
Me prometió que cuando creciéramos se casaría conmigo. Yo quise creerle, pero no lo hice. Me temía que no tendríamos futuro en esta tierra.
Mi hermano corrió a mi encuentro en cuanto supo que estaba viva. Tenía catorce años, pero cualquiera hubiera dicho que en sus ojos estaban ya las batallas de los más viejos guerreros. Se había convertido en Cable, el guerrero que luchaba contra Apocalipsis, y era el protegido del clan Askani.
Corrí a sus brazos como nunca lo hice, y fue como si en un segundo hubiéramos estado juntos esos siete años. Me habló de papá y mamá, de todo lo acontecido a nuestros amigos, y agradecí sus sabias palabras. Me alegró también saber que era amigo de Franklin, juntos luchaban para el clan Askani.
Nos sacó de allí, de aquel campo de refugiados donde vivía, y nos llevó a Londres, sede de la Liberación.
Allí nos acogieron como héroes de guerra, y nos convirtieron en agentes secretos, como lo habían sido mis padres.
Desde aquel día trabajo para los humanos junto a un puñado de mutantes. No se puede decir que viva bien, pero al menos sobrevivo.
La comida y el agua escasean en este mundo de locos. Apenas si hay algo que llevarse a la boca, pueden pasar dos días sin comer y aún duro en pie. Es algo que no hubiera podido hacer mientras estaba con Siniestro.
Lo peor de todo no es eso, sino el tecnovirus que me devora por dentro. Fue infectada con él, como muchos de los chicos que han pasado por las manos de Apocalipsis. Siniestro intentó salvarme, pero Apocalipsis me consideraba demasiado peligrosa. Este virus nos da una vida limitada. Yo sé cuanto me queda. Cinco años, tres meses y veintisiete días. No llegaré a cumplir veinticinco años, nunca podré tener hijos. Ahora entendéis porqué envidiaba tanto a mis padres. Yo sé cuando voy a morir, esa es la lacra de mi vida.
Los azules ojos de Franklin me sonríen y me traen de vuelta a la realidad. Estoy en una maldita máquina del infierno, desnuda y con frió. Pronto me desintegraran y me pasaran a través de una agujero negro a otra dimensión, para salvarlos a ellos de lo que es nuestra condena diaria.
Cada vez que me meto aquí no sé si volveré. No sé si volveré a ver a Franklin, a Nathan o a Nate, y eso me da mucho miedo. Cable y Franklin parten mañana hacia Nueva York, en una misión suicida contra Apocalipsis de la que yo no estaba nada convencida, tal vez por lo que me juego en ella.
Quizás sea por eso por lo que Franklin me mira así, porque piensa que no volveremos a vernos. Hace cinco horas seguía siendo la Hija de la Luz, ahora además tienen otro nombre por el que llamarme: Rachel Summers-Richards.
Porque esta vez sí que cumplió su promesa. Franklin me despertó en mitad de la noche. Me hizo vestirme y me llevó a una de las terrazas de la caída torre del Londres. Allí nos esperaba un hombre, un sacerdote.
Me hizo prometerle que le sería fiel eternamente. No hacía falta decirlo con palabras, él ya lo sabía.
No sé porque Franklin hizo aquello, tal vez porque sabe que no vamos a regresar, cada uno de su misión. Yo haré lo posible por que no sea así, quiero volver y pasar lo poco que me queda de vida a su lado. Pero si no hay mañana… bueno, si no hay mañana entonces prefiero aprovechar este momento y mirar los ojos de Franklin, lo único que me queda en este mundo. Y ya de paso, si tengo la ocasión, me llevaré a Apocalipsis a la tumba conmigo.
Noto como el hormigueo empieza en mi estómago, me desintegro y la oscuridad se hace dueña de mi realidad. De nuevo, allá vamos…
FIN---------------------------------------------------------------------------------------------------
Bueno, aquí termina mi relato, espero de verdad que os haya gustado, y gracias por vuestros maravillosos comentarios, sois los mejores
Enhorabuena a IronFist, Vazquez y los demás por el buen post que estáis haciendo. Intentaré pasarme por aquí más a menudo y postear lo que vaya escribiendo.
Lo que sí quisiera recordaros es que tenéis a vuestra disposición un blog creado por mi y por Gambgel donde podéis mandarnos vuestros guiones si queréis que se publiquen una vez íntegros. Para nosotros será un placer colgarlos allí para que todos podamos disfrutarlos. La página es esta:http://www.guionesx-men.blogspot.com/
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