Qué razón tienes Anne, porque ya mañana comienza la acción
X-MEN 5Capítulo 29Hank ya tenía su helicóptero privado preparado cuando Jean llegó al hangar. Había desistido en el intento de embutirse en su traje de cuero, que Hank si llevaba, moviéndose con una incomoda elegancia.
El motivo de no usar el X-Jet era que los Centinelas habían prohibido cualquier actividad de los X-Men. Sin embargo, McCoy era del gabinete del Presidente y se le había permitido el tener un helicóptero para ir a sus reuniones en la Casa Blanca. Al despegar, Jean desvió telepáticamente la atención de los Centinelas para que no supieran que ella iba a dentro. Se preguntaba cómo Scott, Logan y Tormenta habían conseguido salir furtivamente del recinto en medio de la noche. Pero ellos eran combatientes, conocedores del terreno, líderes natos. Debía haber sido un juego de niños burlar a los pesados robots.
HANK: Genosha.
JEAN: Genosha.
HANK: Era normal que Destino estuviera allí. El 80% de la población mutante del mundo está en Genosha.
JEAN: No sé porqué, Hank. Pero no quiero ir allí. Tengo un mal presentimiento.
HANK: ¿Algo que deba preocuparnos?
JEAN: No lo sé.
Se elevaron por encima del condado de Nueva York, y en pocos minutos se hallaban por encima del inmenso Océano Pacífico, camino de Genosha.
Los rayos de sol entraron en la cabina, iluminándolo todo de tranquilizadora luz y una calidez agradable.
JEAN: Que calma.
HANK: Sí, la calma que precede a la tempestad.
JEAN: ¿Dónde estará Tormenta?
HANK: ¿Y Logan y Scott?
JEAN: Hank, sólo quedamos tú y yo. Aún no puedo creerme que Scott me haya abandonado.
Jean rompe a llorar.
HANK: No lo ha hecho. No era él. Lo conozco, estoy seguro que prefirió alejarse todo cuanto pudo de ti para no hacerte daño.
JEAN: Todo esto es culpa mía. Debí haberme quedado muerta, en el lago. Debí no haberme quedado embarazada. ¡Debí no haber nacido!
HANK: Jean… ¿tú estas oyendo lo que estas diciendo? ¿Sabes lo vacíos que nos habríamos encontrado algunos de nosotros si tú no hubieras existido?
JEAN: Y muchos otros no habrían muerto.
HANK: Tú no eras la de Alcatraz. Tú no mataste a todas esas personas.
JEAN: Lo quiera o no, he de reconocer que sí era yo.
Capítulo 30Tormenta miró al sol de la mañana. Genosha era más grande lo que habría imaginado.
Se sorprendía de no haber necesitado pasaporte para entrar en un país extranjero, una sola gota de su sangre confirmando que era un mutante valía para estar allí.
Ella trabajaba en una escuela llena de mutantes, pero los que iban avenida arriba y abajo con prisa en aquella ciudad eran de lo más inusuales. Ani-mutantes. Ella no estaba acostumbrada a verlos, por lo general eran mutantes que no poseían poderes propiamente dichos, pero cuyos cuerpos habían adoptado una radical mutación que los asimilaba más animales que a humanos.
No se asustaba, ella vivía con una bestia azul a la que le gustaba la ópera, la poesía francesa del siglo XVII y el lambrusco para acompañar la cena. Pero allí había visto a un chico con tres caras, a una niña que tenía las arrugas de una mujer de ochenta años tirando de una bola donde dentro había un cerebro que burbujeaba dentro de su líquido, un hombre que se arrastraba como un lagarto y una mujer con cuatro brazos que repartía publicidad en la calle a cuatro manos.
Siempre se había sentido protegida entre las hectáreas y hectáreas que componían la mansión, pero aquella ciudad era como una jungla salvaje para ella.
Se intentó tranquilizar al meterse en un taxi de camino al piso que había alquilado, y recordó cuando no era más que una niña, huérfana, que había sido explotada como carterista hasta que Charles Xavier la había encontrado. Aquello sí que había sido una jungla, una enorme.
Pero ahora había aprendido a ser fuerte ya luchar.
Aun así, tuvo la precaución deponerse una capa con capucha que ocultaba su blanquecino pelo y que la hacía irreconocible. Los X-Men en Genosha eran muy conocidos. “Enemigos de la raza” según Magneto, y se sorprendió incluso al ver carteles por la calle con las fotos de algunos ellos que ponían precio a su cabeza. Sonrió al ver lo que para alguno valía su vida. Sinceramente, ella no hubiera dado tanto dinero, y mucho menos ahora, que se sentía tan poca cosa.
Llegó por fin a la calle de su nuevo hogar. Un sitio modesto donde esperaba empezar una nueva vida.
Se sentó en la cama del cuartucho y meditó un momento.
Lo había dejado todo atrás, su hogar, sus amigos que eran su única familia.
Se arrepintió durante un segundo de haber dejado a Jean con la culpabilidad de su desgracia, a Scott solo ante las adversidades del equipo. A Hank sin una explicación, a Logan sin un adiós.