A mí es que me joden mucho esos errores, que casi me sale más caro el cómic que la Billy en la que descansa: 45 pavos la estantería frente a 42 del cómic. ¡Si lo llego a saber, pongo el cómic a trabajar de estantería!

El asunto es que, si la culpa es de la imprenta —como ya se ha confirmado—, lo suyo sería que retiraran las copias aunque ya estén en tiendas, y recojan las vendidas para hacer un reemplazo. Vamos, que no sería la primera vez, ni hay que hacer arqueología editorial para encontrar precedentes. Además, en este caso, quien debe apechugar con los gastos es la imprenta, que para colmo se ha tomado la libertad de modificar la portada como si fuera un concurso de diseño improvisado.
Ahora bien, si hubiera sido culpa de Panini, como en la "amezaza", también tendrían que asumir los costes. Pero, ¡oh, inesperada sorpresa!, no lo hicieron. El problema es que los errores cuestan dinero, y aquí el perjudicado siempre suele ser el eslabón más débil de la cadena, los sufridos lectores, que pagamos el pato y el cómic.
Y como ha dicho Omni, mientras editoriales más pequeñas, con menos músculo financiero, con el presupuesto de un bocata y un café, se rascan el bolsillo y cumplen, Panini va y se escaquea con la agilidad de un ninja editorial.