Pues aquí otro que por fin ha terminado la lectura de esta obra atípica, extravagante, alucinada y lisérgica que es
El incal.
Este último capítulo,
Los círculos de la Pesadilla, ofrece un final en consonancia con lo que ha sido la obra hasta el momento. Es decir, hay multitud de ideas potentes, un torrente de creatividad narrativa y visual, una trama cuya resolución parece brotar de forma espontánea e imprevisible, y una historia que deja en el aire más preguntas que respuestas.
El argumento ya lo ha diseccionado Steven, así que me limito a señalar algunas ideas sueltas que me parecen dignas de mención. Creo que Jodorowsky está especialmente inspirado en el momento en que la Tiniebla despierta los monstruos de los distintos personajes para alimentarse de su terror. Ese breve pasaje, en el que afloran físicamente los miedos de los protagonistas de una forma carnal, traumática y violenta, podría haberlo firmado el mismísimo David Cronenberg en alguna de sus películas clásicas, o incluso el Carpenter de
La cosa. El metabarón devorado por tentáculos que brotan de su oreja, Tanatah convertida en una suerte de mujer araña, Kill mutando en un puñado de bestias brutales, Soluna siendo devorado por su monstruo interior y Animah pudriéndose hasta quedar convertida en un amasijo de pus y restos orgánicos, es en su conjunto una secuencia inolvidable, de lo mejor que he leído en todo el cómic (también ayuda mi predilección por el terror, claro). Gran parte del mérito se lo atribuyo, desde luego, al arte de Moebius, que transmite con mucha fuerza la brutalidad del momento.
Respecto al momento en que se inmolan todos los personajes menos JDF, ¿debemos entender que mueren definitivamente? Esto lo sabrá quien haya leído la secuela de
El incal. Si atendemos a lo que aquí se narra, parece que el único superviviente es John. En todo caso, es una escena muy intensa en la que se nos transmite con acierto la desesperación de John, que ve desaparecer uno a uno a todos sus aliados, amigos y hasta el amor de su vida.
Mención especial para la
splash page en la que aparece ORH, el Dios dorado, por primera vez. Una ilustración increíble, la que más me ha impresionado de todo el cómic junto a la célebre segunda página de John cayendo en picado al lago de ácido. Moebius logra transmitir plenamente la majestuosidad y la trascendencia del momento, especialmente porque junto al enorme rostro del Dios aparece la minúscula figura de John y, en comparación, ORH resulta sobrecogedor.
Además, este ORH es representado como en muchas obras de arte, viejo y barbudo, y al renunciar él a la existencia, tenemos que "Dios ha muerto" (puede ser también con implicaciones de la filosofía de Nietzsche), y un nuevo Dios, fruto del Incal ha nacido, un nuevo Universo, que en contraposición con el anciano, es un bebé.
Muy bien visto el posible vínculo con Nietzsche. Esto ya estaba presente en el clásico cinematográfico de ciencia ficción por antonomasia,
2001: una odisea del espacio. El trasfondo nietzscheano (el superhombre, el eterno retorno, la voluntad de poder...) estaban presentes no solo a lo largo de la trama, sino hasta en otros aspectos de la película, como la banda sonora (que incluía el "Also sprach Zarathustra" de Richard Strauss). Y lo traigo a colación porque creo que el final de
El incal guarda una fuerte semejanza con la película de Kubrick. Al final de ésta, el protagonista (Dave Bowman) entraba en contacto con una civilización extraterrestre muchísimo más avanzada —tanto, que casi podrían considerarse dioses— y el astronauta trascendía su condición humana para renacer como un nuevo "hijo de las estrellas", a ojos de la raza humana, prácticamente un Dios. Y esa transformación se representaba visualmente como un niño recién nacido, exactamente igual que el nuevo Dios que, en la obra de Jodo, nace fruto del Incal... Aquí dejo la comparativa entre ambas imágenes:
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Y no es la única semejanza formal que encuentro. La caída de JDF al infinito, mientras "aprende a recordar", está dibujada de una forma muy parecida al momento en que Bowman atraviesa el agujero negro en
2001, escena de transición entre su "yo" humano anterior y su "yo" evolucionado posterior (de la misma forma que John pasa de ser un humano mediocre a ser "el testigo eterno", "la gota que jamás se fundirá con el océano").
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Tal vez sea cosa mía, pero apostaría a que Jodorowsky (como cualquier persona en los 80, más aún en el ámbito de la cultura y de la ciencia ficción) había visto el film de Kubrick (que es del 68, recordemos) y, consciente o inconscientemente, se vio influido por él.
Y así llegamos a ese final circular, críptico, en el que John vuelve a la escena inicial de su caída al lago de ácido, que vemos ahora desde una perspectiva visual ligeramente distinta (ahora John está de frente, y no de espaldas), para terminar con una última página en la que vemos a JDF, Animah, Tanatah, el Metabarón, Kill y Deepo dibujados con especial detalle, y una última frase: "Me... me acuerdo".
Quedan muchos cabos sin atar de la historia (¿qué hay de la relación entre John y Animah?, ¿y la del Metabarón y Tanatah?, ¿y del vínculo entre el Metabarón y su hijo, Soluna?, ¿qué pasó con el Raimo? Y muchas otras cosas en las que ahora mismo no reparo), pero entiendo que es deliberado por parte de Jodo no cerrar todas las historias. ¿Qué papel jugará a partir de ahora JDF? ¿Y ese Incal que ha dado pie a un nuevo Dios, cómo encajará en el nuevo universo? Muchas preguntas quedan en el aire, e imagino que algunas de ellas tendrán respuesta en
Después del Incal.
En definitiva, la lectura de
El incal ha sido un viaje interesantísimo, lleno de hallazgos y de escenarios, personajes y momentos para el recuerdo. Pero también ha sido la constatación de que Jodorowsky no es un buen narrador, de que desde el primer minuto se ha olvidado de dotar a la historia de una estructura sólida que cimente el constante flujo de ideas ocurrentes, y de que es un autor que, aun gozando de una enorme creatividad, no es capaz de alumbrar un todo orgánico, coherente y cohesionado. Esto se puede considerar como una marca de estilo, sin la cual no estaríamos hablando de Jodorowsky sino de otro escritor al uso, pero por momentos puede resultar más caótico y fallido que estimulante y sorprendente. Para jugar al surrealismo y salir triunfante, hace falta el talento de un Buñuel o de un Lynch, y Jodo, en mi opinión, está un par de peldaños por debajo. En cambio, Moebius hace un trabajo sobresaliente durante todo el cómic, y me parece uno de los grandes alicientes para recomendar la lectura de esta obra.
Si tuviera que dar una puntuación: 7,5 / 10.
Un placer haber leído esta obra en vuestra compañía, como siempre