Y es que al final el tema es la pasta. Que metes un elemento extraño, que cuesta mucho dinero, en un entorno empobrecido, en el que no hay para comer, pero sí para comprar cajas de dvds originales de cientos de euros. Y lo haces por ignorancia.
No es que en Hotel Ruanda no puedan llevar móviles, es que todos llevan Iphones.
Esa es la clave. El ser humano, en situación de pobreza extrema, inventa. No deja de vivir, pero es más práctico y menos gilipollas. Tiene móvil, pero no un cacharro inútil de 800€. Escucha música, pero son casetes grabados o cds pirata. Ve películas pero lo hace online y gratis. Va bien vestido, pero no se deja 200 pavos en unos vaqueros de marca que son iguales que los de 20. Se le da importancia a lo que de verdad la tiene, sin más.
Ese tipo de cositas.
Por encima de todo, lo que me molesta de la dichosa escena, es la condescendencia y el clasismo, que no es nada sensible o empática con una situación que no conocen y que, imaginan, tienen todas las comodidades que ellos creen imprescindibles hasta en la más precaria de las situaciones.
Es como poner un personaje que en esa misma guerra, se niega a leer un tebeo en tapa blanda y formato reducido al que le falta no sé qué portada alternativa y dice que se va a esperar a conseguirlo en tapa dura en edición de lujo. Anda ya a pelarla por ahí.
Lo lees y punto, y lo conservas como oro en paño.
En necesidad, lo primero que va a tomar por culo son las pijaterías innecesarias.