He leído Las crónicas de Conan Nº 34.
Con la lectura de este volumen no solo concluyo la serie principal de Conan en Marvel, sino que también saldo una cuenta pendiente que tenía desde hace más de veinte años, cuando empezara a leer la colección en el mítico volumen 2 de Forum. Ha llovido mucho desde entonces, pero por fin he podido leerme de forma completa y ordenada esta cabecera, en lo que ha resultado ser una auténtica epopeya que se ha prolongado durante mucho tiempo. Como ya hacía referencia en el tomo anterior, la conclusión de la serie deja muchos cabos sueltos, los cuales se resolverán en la revista The Savage Sword of Conan, la cual precisamente debería alcanzar ese punto concreto con los próximos tomos que llegaran en mi último pedido, por lo que si ninguna pandemia mundial lo impide, espero no tardar mucho en poder hincarles el diente, aunque ya hay algunos aspectos que conozco de antemano. Asimismo, en el apartado gráfico continúan estando presente Mike Docherty y Ricardo Villagrán, un dúo de autores que funciona realmente bien y que nos dejan aquí algunas de sus mejores páginas en la colección. Curiosamente, en el último número, de una mayor extensión de la habitual, Villagrán es apoyado por Alfredo Alcalá y Ernie Chan, pero el resultado es bastante inferior, a pesar de que hablamos de dos importantes entintadores de una calidad incuestionable. No obstante, hay que reconocer que entre dibujante y entintador se observa una cierta armonía gráfica, que no es igual cuando uno de los dos se ausenta. Sin embargo, esta calidad de las páginas interiores contrasta mucho con las portadas de Colin McNeil, cuyas proporciones anatómicas nos recuerdan un poco al trabajo de Rob Liefeld.
Desde su regreso a la cabecera, Roy Thomas se ha empeñado en dos aspectos que predominan por encima del resto. El primero de ellos es la continuidad, escribiendo secuelas de historias clásicas y conocidas por todos los que amantes de su primer periplo en el título. El segundo es la utilización de material procedente de la literatura del género, o de los legajos de Robert E. Howard, que encajasen con sus ideas. En esta entrega, comenzamos precisamente con el final de la adaptación de la novela "Conan the Gladiator", escrita por Leonard Carpenter, un prolífico escritor que está considerado como el que más ha escrito sobre Conan, por encima incluso de su creador, teniendo en su currículum 11 novelas protagonizadas por el cimmerio, siendo esta precisamente la última de ellas y de muy reciente publicación por aquella época. Esta historia es muy interesante, ya que narra como Conan se convierte en el capitán de las compañías libres, unos mercenarios que acaban envueltos en una conspiración. También se explora un poco sus inicios como dirigente de un grupo de soldados, por lo que ne ocasiones se plantea sus propias dudas, ya que ahora la vida de otros hombres son responsabilidad suya, lo que le da ciertos quebraderos de cabeza. Aunque en su etapa como rey hay ciertas responsabilidades que le resultaban tediosas, creo que es la primera vez en la que veo que su personalidad decidida vacile un poco, acompañado todo ello de un distanciamiento paulatino con Isparana.
A continuación, Thomas hace una excepción en otra de las premisas que había llevado a cabo desde su vuelta a la serie, que no es otra que meter en la continuidad hechos transcurridos tras su marcha de Marvel. En esta ocasión se trata de la recuperación del Devorador de Almas y algunos personajes que veíamos en Conan the Barbarian #200, donde Jim Owsley daba por concluida la larga línea argumental que supuso el grueso de su etapa. Thomas retomará el destino de Acheron, entremezclándolo con Isparana, cuyo desenlace se verá en The Savage Sword of Conan, donde Thomas también recupera a un viejo conocido de Conan de sus tiempos como mercenario del príncipe Yezdigerd. Después, nos dirigiremos a Shadizar la perversa, con dos historias muy interesantes. En la primera, Conan se convierte en una especie de Castigador de la Era Hyboria, tal y como se puede ver en la misma portada del episodio, enfrentándose a uno de los señores del loto de la ciudad. En plena década de los noventa, tenemos una alegoría contra la droga en toda regla, en la que resuenan ecos de series como Corrupción en Miami. El segundo relato no es más que una interesante secuela de Conan the Barbarian #6, en la que el cimmerio debe enfrentarse al intento de venganza del culto al dios alado restablecido después de un década, así como a una criatura cuya historia está enlazada con el monstruo que mató Conan en el relato de Howard. Finalizamos con la última entrega de la colección, en la que Thomas continúa tirando de los inicios de la cabecera, con referencias a la etapa dibujada por Barry Windsor-Smith, nada más y nada menos. Además, el guionista separa el camino de Conan de los mercenarios, al menos temporalmente, para convertirlo en líder de los kozaks, en mitad de su lucha territorial con el príncipe de Turan, Yezdigerd.
A pesar de que la serie ha tenido muchos altibajos, a mí la fase final me ha parecido bastante interesante en muchos aspectos. Lo principal es que es una lectura entretenida y bastante amena. Después, artísticamente, me esperaba algo mucho peor, algo similar a lo que ofrecían las portadas de la época, pero no ha sido ni muchísimo menos así, ofreciendo una calidad bastante diga, incluso algo más que eso en ciertas ocasiones, con dibujantes muy curtidos y con un tono bastante clásico, más de lo esperado al menos. Al nivel de guion, la llegada de Thomas supone todo un revulsivo, tal y como sucedió en The Savage Sword of Conan, notándose enseguida ese repunte de interés cuando el escritor se encarga dela creación de Howard. Aunque es cierto que su trabajo en la década de los setenta siempre es el mejor y resulta dificil de superar, también es cierto que prácticamente cualquier cómic que haya escrito Thomas con el personaje merece la pena leerlo, y en esta segunda etapa en la Casa de las Ideas lo pone de manifiesto. Un final de colección muy digno, interesante y entretenido, que quizá no es un final todo lo cerrado que nos gustaría, pero que nos emplaza a la revista más longeva de la compañía, que aunque tardaría un poco más, también acabaría siendo cancelada. Pero eso, como suele decirse, es una historia para otro día...