He leído
Las Crónicas de Conan Nº 30.
Retomo la lectura de la serie tras mi
anterior comentario.
Este volumen recoge íntegramente el resto del largo arco argumental escrito por Michael Higgins, que gira en torno a una especie de historia jamás contada sobre la vida de Conan, que este narra a su hijo una tarde cualquiera. Tal y como ya adelantaba en mi anterior comentario sobre esta serie, lo que llama realmente la atención es como se pasa en esta época de la cronología del personaje en los cómics Marvel, llegando a un punto en el que meten con calzador una historia que no hay por donde cogerla. ¿El primer amor de Conan? ¿Un vanirio amigo suyo con el que se hermanan sanguíneamente? ¿En serio? Lo peor de todo es que una propuesta como esta venga de una figura como Higgins, que además de guionista ha sido editor de algunas series del cimmerio, incluida Conan Saga, que estaba destinada a recuperar muchas de las historias clásicas dle personaje. Vamos, que no hablamos de un autor que no se ha leído un cómic de Conan antes, sino todo lo contrario. Por lo tanto, reconozco que me resulta algo confuso entender como Higgins es capaz de atentar contra la cronología de esa forma.
Debo admitir, que en gran medida, estamos ante una historia de lectura rápida y bastante ágil. Si bien es cierto que poco a poco los acontecimientos que se suceden no hacen más que chirriar en cualquier lector más o menos avezado de la colección, si somo capaces por un momento de obviar que el personaje que tenemos delante no es aquel que hemos seguido durante las últimas dos décadas, creo que incluso podemos pasar un rato entretenido en una historia de aventuras simple y ramplona, con poca épica y un poco pobre, pero que como entretenimiento sin más se puede considerar más o menos entretenida. No obstante, cuando empezamos a ver esa serie de despropósitos en la vida de Conan, la verdad que uno espera que en algún momento esto tenga una explicación adecuada. Higgins comete muchos fallos en el hilo argumental, llegando a un punto en el que algunos aspectos de la trama ni siquiera se sostienen. Se entretiene en contarnos esa fantástica, y poco creíble, iniciación de los cimmerios al nacer, que todos sabemos que no tiene nada que ver con la iniciación original, que se producía en la pubertad, y que daba paso a la madurez y la edad adulta. No tiene mucho sentido dejar durante una noche a un bebé solo en el bosque, como tampoco lo tiene que se alguna forma le recen a Crom, o algo parecido, porque ni siquiera Higgins es capaz de plantear algo con un mínimo de sentido ahí. Pero la cuestión es que el cimmerio abandona la aldea tras las escenas, forma una hermandad de sangre con un varinirio, y acaba enamorado de una camarera con la que forman un trío de aventuras algo rocambolesco. Lejos queda ese cimmerio joven y atrevida de los inicios de la colección, tan cercano a la creación de Howard que nos presentaba Roy Thomas. De hecho, más bien lo contradice, con diferentes aventuras como su presencia en Zamora, o el ataque al fuerte de Venaruium, dirigiendo nada más y nada menos que a un nutrido grupo de aguerridos cimmerios. Por no mencionar la modificación que sufren las muertes de los padres de Conan. En definitiva, una serie de despropósitos encadenados que tengo que admitir que no me han sacado de la lectura, pero han dado curiosidad por ver como remataban este desastre.
Afortunadamente, para enmendar en parte este cúmulo de sin sentidos, llega en la fase final Roy Thomas, que cierra el ciclo argumental bajo el seudónimo de Justin Arthur, haciendo que Conn cuestione la veracidad de su narración, argumentando que cada vez que cuenta la historia cambia algunos aspectos. De hecho, es Zenobia la que le enmienda la plana a su marido, recordándole que sus padres no mueren así, o que cierto fuerte estaba lejos de ser algo más que un conjunto de tablas. De ese modo, Thomas hace lo humanamente posible por arreglar algunos aspectos de una historia que si bien puede ser una lectura entretenida, si profundizas en ella no hay por donde cogerla, sobre todo porque Higgins se saca de la manga esa bruja recurrente que actúa en las sombras, pero que nunca se explica que hace ahí y porque está obsesionada con el cimmerio. es de nuevo Thomas el que no solo arregla un poco la cronología del personaje, sino que también da sentido a una historia que no estaba del todo bine planteada, y mucho menos desarrollada. Por cierto, como curiosidad, parte en cierta manera de un concepto que está utilizando Jason Aaron en su etapa actual, presentando la muerte de Conan, aunque como todos sabemos, esto no es más que un reclamo de algo que al final difícilmente va a suceder.
Aunque argumentalmente es un saga muy pobre, artísticamente me ha gustado mucho más. Ron Lim en los primeros episodios no me ha disgustado, pero la verdad es que su estilo aquí no es el más apropiado. Lim tampoco ha sido nunca un dechado de virtudes precisamente, pero aunque se contiene bastante, y es capaz de encontrar cierta coherencia anatómica, sigue siendo Ron Lim y no puede hacer milagros, ni aunque lo entinte Dan Adkins. Tras su marcha llega Rodney Ramos, totalmente fagocitado por Alfredo Alcalá y su entintado, que consigue acercarnos un poco más a esa imagen del cimmerio en su juventud que ideara Barry Windsor-Smith. De hecho, esa sería la línea que seguiría Gary Hartle un dibujante de corte bastante clásico que me recuerda mucho a algunos dibujantes españoles de los setenta en los típicos cómics de aventuras. Además, apoyado por el entintado de Mike DeCarlo presentaría un trabajo muy sólido y un aspecto visual que es bastante agradable. Mientras en el plano argumental teníamos una serie de aventuras que muestra ciertas similitudes con la serie de animación de los noventa, que tampoco tenía mucho de Conan, prácticamente igual que el guion de Higgins, artísticamente sí que teníamos un arte muy adecuado para una serie de fantasía heroica, sobre todo tras la marcha de Ron Lim, y con el regreso de Roy Thomas, aunque fuese de modo encubierto. La verdad es que a estas alturas, ya no me planteo bajarme tan cerca del final, pero el bajón que está experimentando esta serie es brutal en en esta fase, en la que da auténtica vergüenza ajena la forma de tratar al género y al personaje por parte de Marvel. No me extraña que acabará perdiendo los derechos, si nadie sabía muy bien que hacer con ellos...