He leído
Solanin, de
Inio Asano, en edición integral de Norma que salió, al parecer, hace relativamente poco. Lo tenía en mi lista de buscados después de haber leído recomendaciones de este manga y me cayó hace no mucho como regalo. Después de leer obras de Taniguchi como "El almanaque de mi padre" o "Barrio lejano", estaba interesado en seguir este "viaje emocional" tan peculiar que hacen algunos mangakas, pero al mismo tiempo buscando un enfoque algo diferente. Supongo que en este capítulo de eso que llaman "Slice of Life", Solanin era una referencia obligada y debo decir que el manga no me ha defraudado, aunque prefiero con mucho el enfoque de Taniguchi, quizá por tener más profundidad, quizá por tener una aproximación más adulta, que conecta más conmigo en este momento en el que soy todo un señorón a mis 43 añazos. De cualquier modo, Solanin es una lectura agradable y a la altura de su reputación.
Si tuviéramos que resumir de qué va, podríamos decir que es una especie de relato de una generación centrado en los "ninis". Curiosamente, por mucha fama que tenga eso de ser nini como algo de una generación "moderna", lo cierto es que Solanin podría describir perfectamente la "atmósfera" de un veinteañero de mis tiempos. No debe ser casualidad que la obra se escribiera hacia 2005, cuando Asano tenía 25 años y un servidor 31. Ni estudiar ni trabajar: qué hacer con tu vida cuando pareces estar en un periodo en el que se siente un vértigo muy peculiar, ese en el que has acabado tus estudios y, a la vez que tienes todo por delante, no sabes bien qué es lo que hacer con tu futuro. Hay gente que queda un poco atrapada en ese limbo entre la vida de estudiante universitario y la vida adulta, y creo que Solanin retrata a la perfección ese momento en la vida, a través de la protagonista: la joven Matsuo y su novio, Taneda, con el que comparte piso y todo un mundo de aspiraciones que, naturalmente, quedan frustradas por el peso de la vida real, que nunca es tan bonita como te la habías imaginado, pese a que te dé lo razonable para tener una "buena vida", o al menos una "vida aceptable".
Se supone que, en este punto, Solanin captura a la juventud japonesa, que tiene unas características aparentemente distintivas de las de otras sociedades, entre ellas el carácter altamente disciplinario y colectivista de la vida social, un desquiciante culto al trabajo y, en fin, una vida que parece prefijada desde el principio por las estructuras de control. No es de extrañar que muchos se revelen contra ese destino... Y sin embargo, el relato de Asano se me antoja completamente universal. Una vez eliminamos los aspectos más característicos de los japoneses, creo que Asano podría estar hablando de los españoles. Quizá por casualidad más que otra cosa, he vivido muchas de las circunstancias de los personajes, a veces en términos casi idénticos, cuando estaba en mis veinte y treinta. Y supongo que esa es otra de las virtudes del cómic: cuando lo lees, recuerdas inmediatamente cómo era tu vida con esa edad. Como hablar de la vida de uno mismo es aburrido, es mejor sumergirse en la lectura y dejar que proyecte en uno mismo nuestra pasada juventud. Por supuesto, para esto último se necesita ser ya un maduro en condiciones
Me da la impresión de que si esto lo hubiera leído con quince años me hubiera quedado pensando que era una chorrada al faltarme bagaje, y si lo hubiera leído con veintitantos hubiera tenido, por contra, una respuesta muy muy emocional al pensar que me hablaba de mi propia vida y de todas las dudas existenciales que me planteaba, ya con los huevos negros y cierta madurez. Al leer de cuarentón Solanin, la impresión no es ni mucho menos la de conexión emocional, algo que, como he dicho antes, sí que me pasó con algunos mangas de Taniguchi, pero sí en cambio la de ver las cosas desde la distancia y pensar en la cantidad de tonterías que tenía en la cabeza y a la vez empatizar con los personajes y comprender sus dudas
La cuestión es que esta reseña se me antoja rara, porque, repito, para valorar adecuadamente lo que me ha supuesto Solanin, sería inevitable hablar de mi propia vida, y no creo que esto sea conveniente por más de un motivo
Pero muchas, muchas cosas, las viví prácticamente igual: la vida holgazana en pareja (ahora parece una vida muy muy lejana), la etapa de formar una banda (y tres) e intentar comerme el mundo (hoy mis cuatro guitarras duermen el sueño de los justos bajo mi lecho conyugal y solo llegué a Vallecas dando conciertos
). Sin embargo, a diferencia de lo que pretende transmitir Asano, yo nunca tuve problemas existenciales. De hecho, tenía muy pocos problemas y me lo pasé de puta madre, así que cuando capto el mensaje de Asano, de lo duro que es vivir de veinteañero, de todas esas dudas sobre qué será de nosotros, me da la risa
Por eso decía antes que si lo hubiera leído entre los veinte y los treinta me hubiera llegado al curassao. Pero ahora veo a estos chavales con sonrisa condescendiente. Eso no quiere decir que no empatice con los personajes, o que no entienda que en su momento yo también pude pensar así, aunque solo de cuando en cuando, sin exagerar tampoco.
La narración de Asano es un tanto peculiar, pues el clímax emocional de algunos momentos clave del cómic suele ser rebajado con humor, como para diluir el melodrama, a veces con escenas completamente absurdas. Me parece un aspecto positivo, pero debo decir que en la faceta del humor, Asano no consigue hacerme gracia y a ratos me resulta forzado.
Sea como sea, Solanin es un cómic bonito y entrañable, de esos que se leen precisamente holgazaneando en la piscina en verano, que es lo que he hecho, ni más ni menos, una lectura de esas perezosas en las que las páginas se pasan lenta e indiferentemente, al propio ritmo de la vida anodina de los personajes, vida anodina que les pasa por encima de una manera o de otra. Es una experiencia muy meta desde ese punto de vista
Es un manga un tanto contradictorio en más de un aspecto, ya que se lee muy rápido, pero al mismo tiempo no para de dar vueltas sobre la misma idea una y otra vez, en diferentes situaciones, pero con el mismo mensaje de siempre: el angst del nini veinteañero, enfrentado a la encrucijada de perseguir sus sueños lanzándose al vacío sin paracaídas o plantarse en la ruleta de la fortuna con 100 euros y un viaje a Benidorm.
Artísticamente, creo que es un manga muy bien dibujado, sin ser tampoco de los mangas que más me han impresionado. Una de las cosas que destacaré es que Asano sabe dibujar instrumentos musicales y la posición de los dedos en los acordes es siempre correcta. Cuando veo a artistas de cómics dibujando músicos casi siempre me entra el TOC, especialmente cuando les veo dibujar guitarras que parecen botijos y los dedos puestos de cualquier manera. Desde ese punto de vista, el manga es muy muy cómplice con un músico y cuando ves a Matsuo tocando un sol en primer plano, es un auténtico sol, con absoluta precisión. Los amplis, los pedales de efectos, las marcas de los instrumentos... todo ello está tan cuidado que es inevitable pensar que Asano ha tenido un pasado como músico.
Otro aspecto peculiar de la parte gráfica son las idas de olla de Asano, en las que sin venir a cuento vemos "cortes de escena" hacia viñetas sin ningún sentido. Es algo que confunde al principio, hasta que te haces a esa peculiar forma de interrumpir la narración.
En definitiva, creo que Solanin es un manga que merece la pena leer más tarde o más temprano, y que su reivindicación como clásico moderno es más que justificada. Soy capaz de entender a los que les parezca aburrido y a los que lloren como magdalenas leyéndolo, a partes iguales. Y también están aquellos como yo, que simplemente lo disfrutan sin involucrarse demasiado, con una mirada un poco distante y, como mucho, algo cómplice. De cualquier modo, mentiría si no dijera que Solanin me ha tenido un buen rato, casi un día entero de hecho, pensando en cómo era yo en aquella época, y es un ejercicio bastante sano. La frase final con la que acaba Solanin me encantó.