He leído
Giant con guión y dibujo de Mikaël
Como esos rascacielos que pueblan
Manhattan, gigantescos y silenciosos, así es
Jack "Giant" Jordan, un "sky boy" de los años 30 que trabaja acoplando las vigas de metal que conforman el esqueleto metálico de los mastodónticos rascacielos neoyorquinos.
"Giant" es un emigrante irlandés que junto con su cuadrilla de compañeros, también irlandeses, trabajan en la construcción del
Rockefeller Center. Un trabajo duro, pero muy bien remunerado debido a la alta tasa de mortalidad por accidentes laborales (caídas, derrumbes de estructuras y golpes por caidas de objetos principalmente), en el que aparte de necesitar fuerza y pericia, también tenías que poseer unos huevos descomunales. No debe ser facil trabajar a gran altura, sin redes ni anclajes de protección y con el viento y la lluvia neoyorkina acechando.
Una suerte de tragedias, que no quiero desvelar para no spoilear mucho, acabará uniendo a
"Giant" con
Mary Ann en una relación epistolar qué será el hilo conductor de la historia, que nos llevará desde el ocre
New York hasta la verde
Irlanda.
No sabría decir a ciencia cierta quién es el protagonista de esta historia, si lo es
Giant o si lo son esos otros gigantes de la historia, los rascacielos de Nueva york, o quizá, la ciudad en sí misma. Porque menudo retrato de la ciudad de Nueva York en los años de la
Gran Depresión nos ofrece
Mikaël, autor completo de esta obra. Preciosas viñetas de cisternas de agua encaramadas a las viejas azoteas, o de la mítica estación
Grand Central, o de calles encharcadas y embarradas. Y también de largas colas de gente desempleada esperando para ser contratadas o aún más largas colas para degustar la caridad de una sopa caliente y gratuita. Vamos, el funesto legado del crack del 29.
Retratos costumbristas de vendedores ambulantes de fruta a 5 centavos la pieza, o de furcias, buscavidas y maleantes más o menos diestros en sus tejemanejes. Bares con camareras gentiles en busca de propina, y con taburetes altos de asiento giratorio para devorar desayunos contundentes. Todo ello matizado por un dibujo espectacular, con un tono sepia muy apropiado y sobre todo una narrativa gráfica que merece un punto y aparte.
La narración, es como nuestro protagonista,
Jack "Giant" Jordan : silenciosa, de pocas palabras, como si
Mikaël con este paralelismo quisiera enfatizar esa personalidad del protagonista, Parco en palabras, pero muy visual. Hay muchas páginas en la que las únicas letras que nos acompañan son las de un locutor de radio comentando la previsión del tiempo o la precaria situación en la que se encuentra la legislatura del actual presidente. Otras veces es la lectura de las cartas de Giant con Mary Ann. No necesitamos más acompañamiento, porque la narrativa gráfica es brutal, cada viñeta nos da toda la información que necesitamos.
En mi opinión, una obra maestra.
Así, con estos impresionantes dibujos y con sus pequeños diálogos, nos va describiendo en primera persona como afectó la gran depresión al neoyorquino de a pie. Con pequeñas pinceladas nos describe a los
"hoovervilles", gente desahuciada y obligada a vivir en chabolas en central park y que deben su nombre al presidente de los Estados Unidos de la época, los
"speakeasies", bares clandestinos donde echar un trago en los tiempos de la ley seca, y el
"Empty" State Building, cómico juego de palabras con el que se burlaban los neoyorquinos del
Empire State debido a los pocos inquilinos con que contaba el edificio en sus primeros años.
Y ahí estamos, centrando la atención en una cuadrilla de emigrantes irlandeses acoplando vigas de acero con remaches al rojo vivo.
Mikaël se afana en hacernos ver que cada uno tiene su pasado, un motivo para abandonar su querida
Irlanda. Murphy, Dan, y todos los demás, son personajes muy bien construidos y con la profundidad suficiente como para que llegue hasta el lector la necesidad de conocer más de su pasado y descubrir como bien apunta la introducción de la contraportada, que algunos están más interesados en huir de su pasado que de labrarse un futuro.
También nos acompaña en este viaje pequeños detalles de la época, como las primeras manifestaciones en la gran manzana contra el incipiente movimiento nazi (que luego también sabría plasmar
Jason Lutes en su trilogía de
Berlín) o cómo, en un par de planchas, nos resume la historia de Irlanda en los primeros 30 años del siglo XX. Nos habla del
IRA, el Ejército Republicano Irlandés, de su independencia del Reino Unido y de la posterior guerra civil, y de cómo muchos irlandeses tuvieron que emigrar por la pobreza o motivos políticos.
Y de la nostalgia por Irlanda. De sus verdes campos y de un futuro que pudo haber sido y que truncó la guerra.
"Volver a ver la verde Erin" y el espíritu de
Yeats surgiendo entre las letras de Mikaël
Tampoco quiero dejar pasar por alto, esas imágenes con las que poco a poco se va viendo el pasado de
Giant, esa oportunidad en la que nos colamos en su intimidad, sentado en la azotea de su edificio, rodeado de un cielo de depósitos de agua y mirando una fotografía, que nosotros no veremos hasta mucho más tarde.
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O como plasma con una sencillez que abruma, los controles de seguridad y aduanas cada vez más complicados de pasar para el emigrante. Demoledora la imagen de la madre con sus hijos tras la valla viendo el skyline neoyorquino, inalcanzable, al otro lado. Nada que no veamos ahora, casi 100 años después
Y si Giant y esos otros gigantes de hierro son los protagonistas, con
Mary Ann conforman el elenco. Bello personaje que va ganando fuerza con el paso de las páginas y que por supuesto es trascendental en la historia.
Mikaël la dibuja con una belleza sorprendente, capaz de iluminar una ciudad. Fuerte, tierna, tenaz. Con unos labios y una mirada capaces de devolver la esperanza a quien la perdió cuando abandonó
Irlanda. Solo hay que ver los bocetos que el autor hace de ella (increibles extras al final del tomo) para enamorarse de una de las mujeres más bonitas que he visto dibujada en un cómic. Un toque de luz frente al sepia aplastante de Nueva York.
En definitiva, una obra imprescindible para el amante del comic, que merece ser leída con detenimiento y que en mi opinión debe ocupar un lugar en la estantería. Delicioso y tiernamente duro. Para degustar despacio.
Muy despacio.