He leído
Supreme nº 1-2.
Supreme es un personaje creado por Rob Liefeld durante la década de los noventa, que publicó su serie en la recién fundada editorial Image. En un momento en el que Alan Moore realizó varios proyectos con esta compañía, cuando aún anhelaba hacer algo interesante con los superhéroes se encargó de esta cabecera para dar una lección a los autores de la época, los cuales habían malinterpretado el género, precisamente tras la influencia de anteriores trabajos suyos como Watchmen. En un intento por establecer una conexión entre los noventa y las épocas pasadas aterriza en Supreme y demuestra una vez más porque es uno de los autores que han redefinido a los superhéroes, no solo deconstruyéndolo, sino que también mostrando un máximo respeto hacia épocas más simples como los cuarenta o los cincuenta. La editorial Dolmen recuperó parte de esta etapa del autor en seis tomitos, que yo intentaré comentar en los próximos días.
Moore está acompañado de los dibujantes Joe Bennet y Rick Veitch. El rimero se encarga del momento actual de las aventuras del personaje, mientras que le segundo ilustra los flashback que nos ayudan a conocer mejor a Supreme, y también lo dotan de un mayor trasfondo y un rico pasado que hasta el momento no tenía. De ese modo, el barbudo de Northampton establece una narrativa en dos tiempos totalmente diferenciadas: una con el estilo típico de los noventa; y otro con el tono clásico de épocas pretéritas. Todo comienza con el regreso de Supreme a la Tierra, pero resulta que acaba cayendo en una especie de limbo en el que descubre que
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La historia no deja de ser una forma del autor, tan sencilla como compleja, de hacer tabula rasa, de manera que prácticamente invalida los 40 números anteriores de la colección. Y si no es así, es la sensación que transmite la lectura. Cabe destacar que desde el primer momento Moore tiene claro que esto es una versión de Superman, por lo que no duda en ningún instante en utilizar los elementos propios del Hombre de Acero, expresiones famosas incluidas, y darles diferente nombre pero sigue siendo prácticamente una historia de Superman, sin Superman. También realiza un homenaje al arquetipo que representa con unas versiones del propio Supreme que nos recuerda a Super Ratón, o esa conexión entre el pasado y la moda del momento, con una versión que solo puede saltar, como el Superman primigenio, o una con una máscara noventera. Esto es una constante, y se entiende mejor leyendo las declaraciones del propio autor incluidas en el tomo, ya que cree que ya se ha llegado a un punto límite ne la deconstrucción del superhéroe, por lo que ahora toca construir sobre las bases del género, y nada mejor que tomar como referencia al superhéroe más icónico y reconocibles de todos:
Superman, digo Supreme.
En su regreso a la Tierra, veremos que el
alter ego de Supreme es Ethan Crane, un dibujante de cómics de superhéroes, que tras su paso por el limbo debe cubrir una serie de huecos en su memoria, por lo que recurrirá a la tecnología de su fortaleza. Moore comienza con un revisionado a su origen, la obtención de sus poderes y su transformación en Kid Supreme, durante su estancia en Villa Edén, incluyendo su primer contacto con la Liga del Infinito. Huelga decir que es otro de los homenajes de Moore a Superboy y la Legión de Superhéroes de DC. Lo dicho: una historia de Superman sin Superman.
Continuaremos con los flashbacks para conocer a
la Sociedad de la Justicia los Superhombres aliados de América en su reunión anual, lo que les llevará a una misión en la que deben afrontar un terrible futuro para el país. En esta historia, Moore aprovecha la coyuntura para colar otro homenaje, en esta ocasión a las historias de terror de la editorial EC, llegando a incluir una referencia a aquello que puso fin a estas historias, cierto libro que supongo que todos conoceréis a estas alturas: La seducción de los inocentes. Cabe destacar no solo lo bien que se retrata el estilo de estos cómics clásicos, con historias y personajes que recuerdan al os que podíamos ver en aquellas míticas colecciones, presentadores monstruosos incluidos, sino la crítica subliminal hacia aquel libro que lo cambió todo en la industria del cómic estadounidense, con sus calificativos hacia los cómics y su influencia en los niños. Moore lo utiliza para esta trama en la que mediante una alegoría cuela cierta ironía hacia la salvación del mundo gracias a la intervención de este grupo de superhéroes, evitando el futuro de terror. Además tenemos un homenaje guiño a uno de los personajes de la revista MAD, que a su vez era una parodia de Superman. Moore riza el rizo realizando una parodia de la parodia.
Interesante punto de partida de una etapa que parece ir dirigida hacia la recuperación del género en una época oscura, mediante una combinación de clasicismo y moda, al más puro estilo de Moore. También hay un importante componente referencial, que supongo que se disfruta más con el conocimiento de los personajes y situaciones habituales de los personajes originales. No obstante, creo que es bastante disfrutable en general al menos en estos primeros compases, ya que desde la sencillez, el autor teje una complejidad que no deja de ser un homenaje al superhéroe como arquetipo, aunque esté personalizado un poco en Superman, y en menor medida en el Capitán Marvel originario de Fawcett Comics. Y es que hay algunos aspectos, como esas expresiones tan grandilocuentes irrisorias a veces (¡Grandes galaxias! ¡Por el piadoso Hacedor de Estrellas!) que recuerdan más al actual Shazam en su época clásica y más cándida que a Superman, a pesar de ser este el la principal fuente por lo que comentaba al principio. Me está gustando mucho, con ganas de ver como evoluciona esta etapa.