He leído
El Green Lantern Nº 11/93.
Retomo la lectura de la serie tras
anterior comentario.
Me ha parecido que me he quedado un poco solo con la serie, a pesar de que con el tema del confinamiento no he podido ponerme al día hasta ahora. A pesar de que estamos ante una de las mejore series que se pueden leer en la actualidad. Morrison sigue con su historia centrada en el Multiverso, la cual finalizará en el próximo números, coincidiendo con lo que se ha denominado final de temporada. Es curioso como en los cómics cada vez adoptan más aspectos propios de las series de televisión. Como viene siendo habitual, destacar el trabajo de Liam Sharp, no solo por su magnífico acabado o su interesante trabad de diseño y narrativa, sino también por ser una rara avis en la industria actual, donde casi ningún dibujante es capaz de aguantar poco más de un puñado de números. Se nota que en DC han querido dar cierta libertad creativa a Morrison y Sharp, lo que nos permite disfrutar de un proyecto cohesionado a nivel gráfico. Esto creo que en un cómic de estas características es muy importante, además de que el baile de dibujantes tampoco creo que le sentara demasiado bien. Sharp ha realizado un trabajo de mucha calidad, trasladando un estilo con cierto corte clásico, pero también con un resultado espectacular en muchas escenas.
Por su parte, Morrison nos va introduciendo en una de sus particulares locuras, que tanto le caracterizan, adornado con cierta épica y grandilocuencia. Nos presenta una particular crisis que denomina multicrisis, acotándola a las realidades que conocemos de su obra El Multiverso. En otras ocasiones hemos hablando de las diferentes obras del escocés que ha realizado para DC, las cuales se pueden leer como capítulos independientes, pero que si las unes todas tenemos una gran historia. De ese modo, en esta saga parece que estamos ante un nuevo capítulo de esa gran historia, devolviéndonos al Morrison conceptual y bastante enrevesado. Quizá mucho menos que otras veces, eso sí es cierto, pero es una historia de cierta complejidad, en la que Hal Jordan se ve inmerso entre sus compañeros Lanterns de universos alternativos, los cuales son la única esperanza para luchar contra una amenaza que acabar con la luz para sumergir al Multiverso en la oscuridad. Creo que no es necesario explicar el concepto tan primario filosóficamente hablando que esto supone, aunque sea de una forma tan superficial como es el típico enfrentamiento del género superheroico.
Algunos aspectos llamativos son, por ejemplo, la recuperación de Sinestro, quizá el gran ausente durante esta etapa. Sin embargo, lo más interesante es ver como Morrison se saca de la manga a un dios dorado que sufre de síndrome quijotesco, y que pretende utilizar a los lanterns de Jordan como sus particulares caballeros en la lucha contra la oscuridad. A caballo entre la metafísica existencial y los tratados de caballería, el guionista nos deja un guiño a la famosa obra de Cervantes, imbuida de la imaginería de la franquicia de Jordan. Un concepto que combina lo cósmico con la caballería medieval, para dejar a un lado, aunque sea de forma momentánea el punto de vista policial. También tenemos a una Zafiro Estelar de otro Universo, que colabora con Hal en un intento por demostrar que el amor todo lo vence, pero está claro que contra la locura es de poca ayuda. Una vez superado este problema, Jordan y sus aliados se preparar para lo que parece ser la batalla final y el desenlace de la saga. Esperemos que sea el broche de oro para esta gran etapa.