He leído
Green Lantern Presenta: Omega MenDesde luego que
Tom King se confirma como el gran guionista de los últimos años, teniendo en cuenta su legado en otras recientes series, como La Visión o Mr. Milagro. Lo que Tom King nos ofrece en esta serie de doce números es una ópera espacial llena de significado. Curiosamente, la innegable carga política de Omega Men no es obstáculo a un disfrute más superficial si la vemos como una aventura espacial bastante entretenida... y sangrienta. Digamos que si a los Saqueadores Estelares y a Los Guardianes de la Galaxia le añadiéramos un ápice de realismo, tendríamos a unos Omega Men, aun con muchos matices.
Precisamente por esa capa de realismo, el cómic deja con una sensación amarga y pesimista, un tanto orwelliana, especialmente cuando se descubre que, al final de nuestra historia, los
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Omega Men es de todo menos fantasía heroica. Parece que King nos quisiera transmitir que, en la fantasía pijamera, vemos solo una visión túnel de las heroicidades, su resultado en el corto plazo. Nuestros héroes salvan el mundo y vuelven mañana para afrontar nuevos retos. Sin embargo, Omega Men acomete una visión macro, nos enseña la gran panorámica de las acciones de los villanos y los héroes y, al hacerlo, difumina las diferencias que pudieran existir entre unos y otros, destapando todas nuestras vergüenzas. Lo que hace el malvado Virrey de la Ciudadela, mirado a largo plazo, constituye, desde una perspectiva evolucionista, algo, como mínimo práctico, al menos desde la supervivencia del mayor número. Una vida, o unos cuantos millones de ellas, ya puestos, pueden representar un coste asumible por un bien mayor. Y, sobre todo, Tom King sabe narrar perfectamente un aspecto claramente visible en nuestra Historia: a nadie le importa que sea así. Es difícil evitar traer a la mente la indiferencia con la que hemos acogido los recientes genocidios de nuestra historia. Mientras dormimos calientes y el problema queda lejos, todo lo más que hacemos es resignarnos después de haber mostrado, durante unos días como mucho, indignación de postín. Y los auténticos héroes, los que intentan de verdad cambiar las cosas, acaban siendo conscientes de la futilidad del intento. Este aspecto está genialmente personificado en
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Vivimos en un mundo de recursos escasos, y precisamente esa escasez es explotada como nadie por Tom King con el Estelarium, un material que solo se encuentra en el sistema planetario de Vega, que puede salvar planetas de la destrucción de su núcleo (como, pongamos por caso, Krypton) pero cuya extracción vuelve inhabitable un planeta. Ante esta coyuntura, el Virrey de la Ciudadela decide
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Sin embargo, cuando se destapa
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Si en lugar de dividir la acción entre planetas, lo hubiéramos hecho entre zonas geopolíticas de nuestro planeta Tierra, prácticamente estaríamos estudiando historia
Quizá lo que más desazón deja de todo este relato de King es su fuerte carga relativista. Parece que, en efecto, nada mereciera la pena. El problema está en que todo ese nihilismo que desprende Omega Men tiene su parangón en fracasos de recientes revoluciones. Vamos, que pensar en las primaveras árabes ya es suficiente para darse cuenta de que King no está siendo menos realista cuando habla de razas alienígenas, que Orwell cuando habla de gallinas y otros animales de granja. A uno le entran ganas de volverse anarco-individualista.
Y pese a todo, uno de los méritos más notorios de King es hacer una historia tremendamente divertida y una aventura memorablemente épica. Es una extraña combinación esta con la que juega Tom King, y sale más que bien librado, llenándonos de sensaciones contradictorias.
Aunque esta maxiserie no sería tan redonda si no fuera por el espectacular despliegue artístico, desde las portadas que rememoran viejos carteles de propaganda de los años 30 a el magnífico y detallado dibujo de Barnaby Bagenda, pasando por el color de Romulo Fajardo Jr. En definitiva, Omega Men está a la altura de su reputación y me confirma que a King hay que seguirle en todo lo que haga excepto, quizá, en Batman.