Buenas
He leído
El Caballero Oscuro – Loco, de Gregg Hurwitz, Ethan Van Sciver y Szymon Kudranski, una de las varias aclamadas historias escritas por el novelista durante
NEW 52.
"¡Feliz no cumpleaños, Jervis Tetch!” Es lo que el Sombrerero Loco amenaza con hacer gritar a Gotham entera cuando, sirviéndose de una franquicia de puestos de venta llamada Krazy Hatz, inicia otra de sus campañas para dominar a los habitantes de la ciudad mediante sus dispositivos de control mental. El diminuto villano solo puede parecer un adversario menor a ojos de quien se niegue a ver, porque en estas páginas, donde rememora su ignominiosa infancia y lo que le llevó a convertirse en lo que es, tendrá ocasión de dejar claro lo terrible que puede resultar alguien con sus habilidades.Gregg Hurwitz, Ethan Van Sciver y Szymon Kudranski nos demuestran lo que significa estar verdaderamente Loco."El planteamiento argumental es clásico y bastante habitual en estos casos. Se establece un paralelismo (asimétrico, eso sí) entre el trauma que terminó con la infancia de Bruce Wayne y motivó su actual existencia y los acontecimientos que convirtieron a Jervis Tetch en el Sombrerero Loco. Ambos se enfrentaron a la pérdida de un modo distinto. Bruce Wayne consagró su vida a la lucha contra el crimen, mientras que Jervis Tetch la dedicaría a todo tipo de fechorías (bastante violentas en este cómic, si bien se obvia la más que sugerida pederastia de Tetch en otras historias). Además, el Sombrerero no puede olvidar a su primer y único amor, Alice Dee. Por su parte, Bruce Wayne tiene la oportunidad de ser feliz junto a un nuevo romance, la célebre pianista Natalya Trusevich.
Pasado y presente se entrelazan para subrayar la tragedia de dos almas atormentadas cuya existencia quedó rota en su infancia. Wayne intenta mirar a un futuro esperanzador. Tetch, niega cualquier tipo de superación y solo quiere recrear sus días de vino y rosas.
Hurwitz destaca en la construcción de momentos argumentales que sorprenden al lector al darle la vuelta a determinados tópicos, que reafirman algunas aristas del héroe y que sortean con habilidad o, al menos, aminoran la previsibilidad de algunos elementos. Por otra parte, su relato de la infancia de Jervis es del todo convincente. De nuevo, en lugar de quedarse en lo típico (niño alienado, sin amigos, maltratado por sus padres, blablabla), el autor juega con varios elementos para construir un pasado trágico y lleno de interés, incluso empático en algunos momentos, algo con mucho mérito teniendo en cuenta el reguero de cadáveres que el Sombrerero está dejando en la historia presente.
En el apartado artístico, Hurwitz está acompañado de Ethan Van Sciver, que se esfuerza en ofrecer algunas composiciones de página que no siempre funcionan y de Szymon Kudranski, con un estilo más tenebrista y con un aire
cartoon que, en mi opinión, cuadra mucho mejor con la historia. Destacan, por ejemplo, gracias a su trabajo y al del coloreado, determinados
flashbacks con una luz etérea, irreal, de enfermizo recuerdo.
Se trata de una historia de desesperanza, violenta y amarga, lastrada por algún elemento previsible, pero llena de interés por bucear en un villano clásico que no suele gozar de demasiado protagonismo.
Y para seguir con Hurwitz, he comprado El Caballero Oscuro – Barro.