Me voy a Atapuerta, que eso si que era narración gráfica
Se dice Atapuerca y no, el arte secuencial al que aludes diría que está en Altamira
Perdón, no pude evitarlo
Y esto me pasa por ir de listo
Te la habías buscado
Y ya en serio, te comprendo perfectamente: a mí en su momento Jim Lee me parecía el mejor dibujante de la historia, de niño no me gustaba Kirby y me bajé de los Nuevos Mutantes con Sienkiewicz. Aún a riesgo de parecer condescendiente, me adhiero a lo que te ha dicho Essex. Con los años de repente se empiezan a apreciar otro tipo de detalles y te das cuenta de que lo que parecía la hostia igual no era para tanto y de que aquello que no entendías por qué estaba tan bien considerado era mucho mejor de lo que pensabas.
Dicho esto: en su etapa en Daredevil, Miller da una lección de arte secuencial número tras número. Y lo hace respetando la anatomía. Si en DKR su dibujo es feista, los cuerpos están desproporcionados y no le caen las hostias que sí le caen, por ejemplo, a McFarlane o Liefeld, es porque gracias a Daredevil sabemos que Miller deforma porque quiere, y no porque no quedan más cojones como en el caso de los otros dos.
Aún así lo más importante es la forma de narrar (como bien han ido explicando otros compañeros). A mí me sigue molando Jim Lee, que hace unas musculaturas cojonudas, unas tías buenísimas y unas poses de la hostia. Pero es que al final son posters, uno tras otro. Y como no sabe narrar (porque a pesar de que lleva la hostia de años no ha necesitado aprender porque siempre vende de cojones) al final condiciona a los guionistas para que el tebeo tenga muchas ilustraciones a página completa, mucha pelea espectacular y poca historia, sea Azzarello, Loeb, Miller o Johns quien escriba. Siempre parece un tebeo de Lee escriba quien escriba. Y por desgracia nunca termina de ser un buen tebeo, escriba quien escriba, porque con esos lastres es muy difícil contar una buena historia.
Por eso Jim Lee siempre será un ilustrador muy espectacular pero nunca un buen dibujante de cómics, en la medida en que gente como Paolo Rivera, David Aja o Marcos Martín te cuentan una historia sin diálogos ni textos de apoyo y se quedan tan anchos.
Y si esos son buenos narradores, ni te cuento Miller, que se pasó la máquina cuando los otros aún hacían la catequesis.