¡¡¡Releído Miracleman!!!
A ver cómo digo lo que quiero decir sin restar ni un ápice de mérito a una obra tan cojonudísima como Miracleman... Bueno, empecemos por lo bueno:
- El Miracleman de Moore es una obra esencial. Todo aficionado al cómic debería leerla y con todavía mayor énfasis se la recomendaría al lector habitual de cómics de superhéroes. Incluso más que en Watchmen, básicamente porque en Miracleman es su objetivo principal, lo que ofrece Moore aquí es una historia totalmente consistente y realista de superhéroes. Todo es creíble. Todo. Desde el pasado ridículamente infantil de los personajes protagonistas (sacado de las historias mismas de estos en los 50 publicadas en cómic), hasta las consecuencias sociales, políticas, económicas... del surgimiento de los superhéroes, todo resulta de una verosimilitud pasmosa con la reinterpretación de Moore, al tiempo que se nos ofrece una idea buena tras otra, un giro de los acontecimientos tras otro, siempre dejándonos con esa sensación de acierto por parte del autor en cada decisión tomada.
Es verdad, el cómic de Moore adolece de los tics que siempre le acompañan y que muchos, como el propio Grant Morrison, critican. Miracleman es un cómic oscuro, un cómic que rezuma pesimismo por los cuatro costados. No deja de haber momentos (y muchos) donde se muestra luz y esperanza, pero el guionista británico siempre suele dejar caer esa “puntillita” final que reviste de un cierto amargor el dulce que nos acaba de poner en la boca. No debemos olvidar, por otro lado, que el Miracleman de Moore es 100% nietzscheano. Cuando Nietzsche defendía acabar con todo trasmundo, con toda promesa de un "otro mundo" u "otra vida" más perfecta, mejor que esta, lo hacía para reclamar el carácter trágico de la existencia. El hombre ha huido constantemente del dolor y la tragedia por su propia debilidad y esta le ha hecho concebir múltiples paraísos supraterrenales que no son más que fantasmagorías inexistentes, reflejos de este mundo pero en un sentido idealizado, con todo sufrimiento desterrado de sus fronteras. De este "pecado original", afirmaba el filósofo alemán, está teñida toda la cultura occidental y por ello es una cultura corrompida por su resentimiento frente a la vida, por su desprecio hacia ella. Lo que reclama Nietzsche: la aceptación del carácter trágico (dionisíaco) de la vida, es decir, la autoafirmación por parte del hombre, el no rechazo de su vida y su propia existencia porque hoy le vengan "mal dadas", sino entender que esto de vivir es amar y odiar, sufrir y disfrutar, sonreír y llorar... en un ciclo constante y que, a fin de cuentas, esto es lo único que tenemos, aunque no sea ni mucho menos poco, sino todo lo contrario. Vida es grandeza en su sentido más amplio. Solo el cobarde odia la vida y se refugia en ideas como Dios o el Cielo para encontrar confort exsitencial. En este sentido, el cómic se adhiere a esta rueda constante que es la existencia para Nietzsche: los personajes fluctúan entre la pregunta y la respuesta, entre el dolor y el placer, entre lo que podríamos considerar moral o inmoral (aunque aquí tales conceptos pierdan todo su sentido tradicional y se reinterpreten. De nuevo Nietzsche y su transvaloración). Miracleman es ese superhombre nietzscheano que rompe con la cultura y mundo conocido para liberar su espíritu creador y renovador, es una fuerza imparable (la voluntad de poder de Nietzsche hace también acto de presencia en la obra) que no se deja limitar por valor moral/social/político alguno, sino que crea sus propios y supremos valores desde sí mismo. En Moore, como en Nietzsche, el mensaje positivo que hay de fondo puede parecer perderse por la plasmación constante de lo trágico, lo que podría llevar a pensar que tanto el escritor británico como el filosofo alemán en el que se inspira aquel son unos "decadentes", unos pesimistas por antonomasia, pero nada más lejos de la realidad. El mensaje es plenamente vitalista, plenamente positivo.
- Pero sí que hay un tic de Moore que en un momento puntual de la obra, concretamente en los capítulos del 1 al 4 del libro III, me parece algo realmente negativo: su espesa prosa. En mi opinión, y esto es algo que he detectado también en el mejor Gaiman (el de Sandman para más señas), hay un momento en el que el bueno de Alan parece olvidarse de que está guionizando un cómic. La lectura se hace excesivamente densa y las viñetas pasan casi totalmente desapercibidas por la sobrecarga de prosa en cada página. Hay momentos donde Moore recurre a su clásica narración en paralelo en la que en la parte de arriba de una viñeta va contando una cosa y en la de abajo otra, y es casi imposible seguir el hilo de ambos textos por la densidad de cada párrafo. La lectura se hace lenta y torpe y pese a que se siguen desarrollando ideas muy buenas y lo que acontece en acciones es realmente interesante, el avance de la historia se ve lastradísimo por ese empeño en rizar el rizo en la escritura. Curiosamente, luego llega el capítulo 5 y hay que ponerse un sombrero para quitárselo a continuación. Lo consideraba desde que lo leí el cómic mejor escrito que me había echado a la cara jamás y ayer volví a comprobar por qué. El momento álgido de la obra está genialmente narrado y el texto aporta aquí muchísima información que no hace más que centrar nuestra atención en lo que acontece, por mostrarse las múltiples consecuencias e interpretaciones de lo que precisamente en ese instante está aconteciendo. Es cierto que también en este número, así como en el siguiente, el último (magníficamente escrito también), parece que estamos más ante un relato ilustrado que ante un cómic, ya que la secuencialidad casi brilla por su ausencia, pero el texto pierde esa carga lisérgico-alucinógena para ser mucho más concreta y directa, resultando menos pesada y divagatoria. No es de extrañar que escritores como Moore o Gaiman se prodiguen tanto en el terreno de la novela. La forma de escribir de ambos les aleja muchas veces del medio del cómic y casi podríamos llegar a concebir sus textos aisladamente, sin los dibujos que les acompañan y que hacen más de comparsa que otra cosa.
Por decirlo de un modo más sencillo: los libros I, II y de la mitad del III hasta el final me parecen sublimes en contenido y forma, mientras que los primeros capítulos del libro III en su forma pecan de excesiva densidad, ralentizando enormemente la lectura con ello.
No sé si me querréis matar por esto o alguno compartiréis mi opinión, pero no me gustaría despedir el comentario sin volver a afirmar que, pese a lo dicho, Miracleman me sigue pareciendo una auténtica OBRA MAESTRA ¡¡¡No os la perdáis!!!