Clásicos Marvel (IV): La Patrulla-X de Roy Thomas
Como le dije en su momento al gran confabulador de esta historia, no creo estar en las mejores condiciones de disponibilidad para hacer algo que merezca demasiado la pena, al menos algo que pueda considerar de mi propia cosecha.
Sin embargo, como bien sabéis los que sois gente positiva, siempre se puede hacer de la necesidad una virtud. Y en este caso, ninguna virtud mejor que sustituir mis habituales escarceos con las paredes de ladrillo por los de alguien que de verdad sabe de esto. Lo que viene a continuación es un artículo que escribió Roy Thomas hará unos 20 años con motivo del 30º aniversario de la Patrulla X y que apareció en su día en el X-Men Anniversary Magazine, publicado precisamente por Marvel.
Personalmente, pocas cosas considero más interesantes para la gente del mundillo que escuchar a un autor hablar sobre su propio trabajo desde la perspectiva que le otorga el paso del tiempo. Por eso, nada mejor que estar sentado tranquilamente en una mesa del Coffee Bean, tomándote despreocupadamente un café (irlandés, por supuesto) y escuchando mientras tanto al gran Roy Thomas divagar un poco sobre sus años al frente de la Patrulla X.
Observo que ya se están apagando las luces y se empiezan a encender los focos, así que eso quiere decir que esto ya está. Os dejo con Roy y vuestro café.
¿Quién se lo hubiera podido imaginar?
Me refiero a que quién se hubiera podido imaginar que la Patrulla X se convertiría en el equipo de superhéroes más famoso de la historia de los comic-books.
Cuando llegué a Marvel durante el verano de 1965, la Patrulla X era uno de los cómics de superhéroes que menos me preocupaba. Sí, bueno, era un grupo que estaba bastante bien y que tenía al mismo dúo Lee/Kirby que había hecho de los 4F un cómic que había que comprarse desde aquel mismo día de 1961 en que me abalancé sobre su primer número, más o menos por la época en que me gradué en el instituto. Es sólo que habiendo aparecido en 1963, en el mismo momento en que también lo hicieron los Vengadores, me parecían una versión adolescente de los 4F que sufría en la comparación tanto con ellos como con aquellos Vengadores que sí que presentaban en cambio el tipo de superequipo que siempre me había encantado.
Fue apenas unos años más tarde cuando caí en la cuenta de que la Patrulla X no era tanto una imitación de los 4F como sí lo eran de Amazing Spiderman. Pensad un poco en ello: Cíclope tenía la furia contenida adolescente de Peter Parker, la Bestia su gran fuerza y agilidad, el Hombre de Hielo era un poco atolondrado y el Angel representaba la impetuosa libertad que sentía el Trepamuros cuando recorría con sus redes el skyline neoyorquino. La Chica Maravillosa... bueno, quizá fuese el lado femenino de Petey; no tengo ni idea. Ni tan siquiera sospecho que Stan y Jack tuviesen en mente algo parecido a subdividir a Spiderman. Es sólo que funcionaba de esa manera.
De cualquier forma, era un buen comic-book, aunque también era uno de los que siempre me leía después de haber terminado con el resto de los que publicaba Marvel. Debía haber más gente que pensaba lo mismo que yo, porque fue uno de los últimos tebeos de Marvel en pasar a tener periodicidad mensual. Dicho esto, como no podía ser de otra forma, unos pocos meses después de haberme convertido en editor asistente de Stan, la Patrulla X se convirtió en mi primera asignación regular como escritor de superhéroes.
A mí nunca me importó que Stan me dejase escribir los comics que no iban bien. No obstante, sospecho que la circunstancia de que Kirby dejase de hacer los lápices tuvo bastante que ver con que Stan también abandonase el tebeo, a pesar de que Werner Roth hiciese un meritorio trabajo bajo el seudónimo de Jay Gavin. Tras poner los diálogos al X-Men # 21, sobre un argumento que me había venido heredado, tomé pleno control de los guiones y estuve a su cargo hasta el X-Men # 43.
Echando la vista atrás, no puedo decir que vea mi primer asalto con la Patrulla X precisamente como mi mejor momento. Villanos como Dominus, el Tigre y la Langosta no puede decirse que fuesen capaces de poner el mundo en llamas. En el X-Men # 28, sin embargo, sí que pegué un buen subidón con Banshee —que por cierto debería haber sido en realidad una mujer, como lo eran las banshees de las fábulas, pero Stan pensó que las villanas no vendían tan bien como los villanos— con el que Werner hizo además un gran trabajo diseñando su aspecto y su uniforme. De todas formas, cada vez que veo a su hija Siryn, no puedo evitar pensar que debería ser ella, y no él, quien tendría que estar llevando hoy el nombre de Banshee.
Durante aquel periodo, me convertí también en la primera persona a la que Stan le dejó escribir a Spiderman en una historia que no estuviese argumentada por él, Along Came a Spider en X-Men # 35. Incluso en el X-Men # 39 se me permitió hacer algo que siempre quise llevar a cabo desde el primer día: darles a los mutantes unos trajes individuales en lugar de uniformes de equipo.
Aun así, siempre estuve abierto a cualquier oportunidad que me permitiese salir de la Patrulla X y moverme hacia cualquier otra parte. Por ese motivo, después de dejar hecho el argumento del X-Men # 43, le cedí las riendas a Gary Friedrich y me concentré en los Vengadores, Namor y otra serie de títulos que me llamaban más la atención.
En aquella época, las ventas de la Patrulla X estaban siendo un poco, bastante, flojas, así que a lo largo de varios números intentamos centrar el foco sobre los mutantes de manera individual. Pero ni eso, ni los números dibujados por Jim Steranko, ni las historias escritas por Arnold Drake (cuya Doom Patrol había comenzado en DC al mismo tiempo que había tenido lugar el debut de la Patrulla X) lograron dar en el blanco. Barry Smith contribuyó con una historia que dibujó en los bancos de un parque y a la que él mismo considera el nadir de su, por aquel entonces, inexperta carrera.
Tan sólo un número después de que volviese otra vez a escribir el comic a petición del propio Stan, Neal Adams se me acercó un día y me dijo que le gustaría dibujar a la Patrulla X. Neal era una especie de joven fenómeno, un año o algo así más joven que yo, con mis 28 años cumplidos, que estaba dejando su huella en DC tras haber llegado a los comic-books procedente de las tiras de Ben Casey que se publicaban en los periódicos. Como también había escrito alguna de sus propias historias, le ofrecí la posibilidad de escribir el tebeo, pero él expresó su gusto por mi trabajo y me pidió que continuásemos los dos juntos. De esta manera comenzó mi segunda “vida” en la Patrulla X, en una etapa que aunque nunca llegase a hacer saltar el mundo en pedazos en términos de ventas, estéticamente, sin embargo, dejó el listón muy alto. Neal se merece el mayor crédito por ello, naturalmente, pero tampoco soy lo suficientemente modesto como para negar la pequeña participación que tuvimos Tom Palmer y yo.
Durante esa época, Neal básicamente coargumentó el comic de una manera informal. Al principio estaba moderadamente impresionado por su dibujo, pero cuando vi los dibujos que había hecho de la Tumba de Abu-Simbel me convertí en un auténtico fan suyo. A pesar de los perennes problemas que tuvimos con las fechas de entrega (que ni siquiera consiguieron evitarse teniendo a Roth y a más gente dibujando backups de cinco páginas sobre los diferentes mutantes), considero aquella como una experiencia cumbre de mi vida dentro de los cómics.
No voy a hablar mucho aquí sobre esos números, puesto que ya se ha dicho todo sobre ellos, pero sí quiero expresar mi deseo de que Marvel acabe reuniendo algún día todas esas historias dibujadas por Adams en una edición de los Marvel Masterworks.
Siguiendo por donde iba, en el X-Men # 64 —que fue dibujado por Heck y Palmer para ganar tiempo— me encargué de introducir a hurtadillas un mutante japonés que había concebido varios años atrás. Fuego Solar, cuya madre se encontraba en Hiroshima en 1945, todavía no era un Hombre X de pleno derecho, pero yo esperaba poder acabar convirtiéndole en uno de ellos.
Escribí todos los números de la Patrulla X de Neal, excepto el último, el X-Men # 65. El motivo fue que Neal quería hacer todo el argumento por sí mismo, para probar qué tal se le daba. Yo le dije “de acuerdo”, toda vez que en ese momento tenía sobre la mesa un montón más de cosas que hacer. Cuando llegaron sus lápices finales, la verdad es que me encontraba incluso aún más liado que antes, así que le pasé el trabajo de Neal a Denny O´Neill para que se encargase de poner los diálogos. Mucha gente ha afirmado haber encontrado finos toques de la sensibilidad de Denny en la propia historia. Si es así, el mérito está en esos diálogos.
Sin embargo, mientras todo aquello sucedía, las ventas de los X-Men habían continuado bajando. Hubo dos o tres números —el X-Men # 62 con aquella enorme figura de Ka-Zar en la portada, el X-Men # 64, el número de Fuego Solar/Heck/Palmer, y el X-Men # 65 que llevaba una portada de Marie Severin—, que se vendieron bastante bien. Pero con todo, las ventas no eran lo suficientemente buenas en unos tiempos en los que vender casi 200.000 copias sobre una tirada de 350.000, se consideraba inadecuado.
En cualquier caso, por aquel entonces Neal ya había decidido marcharse. Después de un número 66 del que se encargó Sal Buscema, la Patrulla X acabó siendo cancelada.
Dentro de lo malo, al menos las ventas fueron lo suficientemente buenas como para que Goodman decidiera mantener vivo el título, aunque fuera a base de reediciones, al menos hasta que las ventas totales de Marvel (un poco flojas en ese momento a resultas de nuestra expansión de 1968) se recuperasen en la tabla.
Stan, y también yo, queríamos hacer todo lo posible para mantener a la Patrulla X a la vista del público. Como Editor en Jefe en el 72, intenté un experimento que tenía como base algo parecido a lo que se había hecho años atrás en los 4F # 1-2, presentar a los mutantes en sus trajes civiles —nada de máscaras ni uniformes— apareciendo junto con Spiderman en Marvel Team-Up. Pensé que sus figuras individuales serían lo suficientemente reconocibles, pero lo cierto es que de aquella idea no salió absolutamente nada.
Entonces, en 1974, no mucho antes de que decidiera dar un paso atrás en mi estancia durante dos años como Editor en Jefe, tuvo lugar una reunión entre el director editorial, Stan, el presidente, Al Landau, y yo mismo, con objeto de estudiar posibles nuevos proyectos. Y de esa forma comenzó mi tercera y breve “vida” con la Patrulla X.
Landau, presidente de Marvel en nombre de Cadence Industries, la corporación a la que pertenecía Marvel, poseía también una compañía que vendía los derechos de publicación de los comics Marvel en el extranjero. Su idea era que si sacábamos un cómic que presentase juntos a varios héroes —uno por cada uno de los diferentes países en los que existía un buen mercado para nuestros tebeos— podíamos ganar un montón de dinero.
Partiendo de aquella idea, sugerí entonces que reviviésemos a la Patrulla X siguiendo esa misma línea de actuación. Como viejo fan de los Blackhawks —un grupo de aviadores que luchaban contra el crimen y que procedían de seis o siete países diferentes— y como creador del irlandés Banshee y del japonés Fuego Solar, sugerí también un escenario en el que dos o tres de los Hombres X originales volasen alrededor de todo el globo, en una especie de superavión camuflado bajo una nube artificial, en busca de nuevos mutantes. Los nuevos reclutas incluirían mutantes de cualesquiera países que Stan y Al considerasen adecuados. Uno, todos éramos conscientes de ello, sería originario de Canadá, y así fue como pensé en Lobezno, un héroe cuyo nombre y atributos generales le había sugerido a Len Wein unos meses atrás y que había acabado apareciendo en el Increíble Hulk, hermosamente hecho carne por Len.
A Stan y a Al les gustó la idea, de manera que la renacida Patrulla X volvió de ese modo a ver otra vez la luz. Ninguno de nosotros pensaba en aquel cómic como un éxito monstruoso, pero si conseguía abrirse paso dentro de los Estados Unidos, tal vez nos proporcionase unos buenos beneficios en el extranjero.
Mientras la primera historia se hallaba aún en preparación, decidí abandonar mi cargo como Editor en Jefe. Por el tiempo en que el Giant-Size X-Men # 1 acabó viendo la luz, el concepto de los héroes de los diferentes países en los que queríamos vender, se había acabado difuminando entre las rendijas por razones que nadie parecía saber demasiado bien. Pero lo cierto es que no importó demasiado, porque la Patrulla X enseguida empezó a venderse bien por méritos propios de la mano de Chris Claremont y Dave Cockrum. Y lo mejor aún estaba por venir.
Mi único pesar es que, al dimitir cuando lo hice, me denegué a mí mismo la pequeña porción de inmortalidad que hubiera supuesto tener mi nombre asociado para siempre a la Nueva Patrulla X como editor de aquel primer número.
Pero en aquel entonces, tal y como decía al principio, ¿quién se lo hubiera podido imaginar?