Vaya, veo que ya le ha tocado a Hulk. Como sabía que otra persona iba a hacer la reseña propiamente dicha (¡felicidades Oskarosa!) yo tenía preparados algunos apuntes sobre el origen de la serie y del personaje, más que del número en sí.
He leído algunos de los comentarios posteriores y os prometo que lo que voy a copiar, lo tenía redactado desde hace un par de semanas. Lo digo sobre todo por ti, Rock y tu empeño en la adaptación cinematográfica del origen. Por cierto, todos los datos que expongo son veraces. Están extraídos de los artículos del Omnibus de Hulk escritos por Stan Lee (o su negro al menos), Peter David y Bruce Canwell.
Bueno, como lo escribí en tres ratitos, espero que no sea excesivamente aburrido para el personal ni quede demasiado inconexo. Nunca me he considerado demasiado bueno redactando. Lo dicho, ahí va el ladrillazo.
EL MONSTRUO QUE NO SABÍA QUÉ QUERÍA SER DE MAYOR
Intuyo que pocos personajes, quizá ninguno, hayan podido suponer un reto o un dolor de cabeza tan grande en las oficinas de Marvel como el Increíble Hulk. Hulk es todo lo contrario a esos programas de telebasura que nadie admite conocer pero que todos han visto. A Hulk nadie lo lee, pero todos lo conocen.
Desde Stan Lee hasta Josh Whedon, muchos se han tenido que enfrentar ante el gran dilema: ¿Qué demonios se puede con este bicho? Sería tan fácil ponerlo en la nevera y sacarlo de vez en cuando cuando quiera que Spiderman, el Capi o Thor se luzcan. Pero no, el jodido tenía que ser uno de los superhéroes más reconocibles y populares de todos los tiempos... porque es un superhéroe, ¿o no?
Para abordar estas cuestiones hay que hacer un ejercicio de memoria. Nos vamos a 1962, la Guerra Fría está en su apogeo tras la construcción del Muro de Berlín. La amenaza de una guerra nuclear parece inevitable cuando en el verano de ese mismo año la URSS decide instalar sus cabezas nucleares en la beligerante Cuba de Fidel Castro. El presidente Kennedy ve la jugada y sube la apuesta. Bloqueo naval a Cuba y advertencia al Soviet Supremo: la violación del bloqueo se interpretará como una agresión militar. El terror y la paranoia se instala en la sociedad estadounidense. Ese año, nació Hulk.
Hulk es un esclavo, más que un hijo, de su tiempo. Si Superman era el adalid de los más necesitados durante la Gran Depresión, Bruce Banner representa el ingenio salvador que crearía la bomba gamma, el arma definitiva. Los EE.UU. necesitaban a Banner en 1962 como necesitaron a Steve Rogers veinte años antes.
Por aquella época le rondaba Lee la idea de recuperar de alguna forma aquellas criaturas que llenaban las páginas de los tebeos con historias de terror antes de la era de la Marvel superheróica. Curiosamente, para ello encontró un referente mucho más cercano. Admite el bueno de Stan que fue la popularidad de la Cosa la primera ficha del dominó en caer. Se propuso entonces crear otra bestia con el corazón de oro.
La otra gran influencia confesa es el Frankenstein de Boris Karloff, una de sus películas favoritas. De esta forma quería llevar a Hulk a un rechazo e incomprensión que Ben Grimm no experimentó. El monstruo es en realidad el héroe, concluyó.
Aún había algo que le faltaba. Lee no quería repetir el modelo de las criaturas de la década anterior. Deseaba que su monstruoso héroe tuviese una identidad secreta que lo acercase al mundo de los superhéroes. En este dilema, la famosa obra de R.L. Stevenson "El extraño caso del Dr Jekyll y Mr Hyde" supuso la solución y el ingrediente final.
Fue entonces cuando la maquinaria se puso en marcha. Stan habla con Jack y le dice: quiero un monstruo grande, poderoso, aterrador pero que los lectores puedan amar. Y así, en mayo de 1962 vio la luz el número 1 de The Incredible Hulk bajo el previsible título de "The Coming of the Hulk". Y aquí empezaron los problemas.
La dualidad Banner/Hulk se planteó desde el principio como una condena y un enfrentamiento. Las transformación no solo convierte al hombre en un monstruo, sino que este cobra identidad propia dando lugar al comienzo de la eterna lucha. El origen pues, se antojaba dramático. Debía ser el parto más doloroso de un superhéroe. Y vaya si lo fue. La explosión, la radiación eran conceptos interesantes, pero el desarrollo... habla Peter David:
"Ninguna adaptación televisiva o de cine ha representado el origen clásico de Hullk por una razón muy sencilla: es ridículo. No tiene sentido. Si Banner está en una base militar y advierte que hay un chico conduciendo por la zona de pruebas, pues podría parar la cuenta atrás y llamar a los de seguridad y echar a patadas al muchacho. Fin de la historia. En lugar de ello Bruce decide ocuparse él mismo del asunto y lo dantesco toma el protagonismo. Aunque Rick se culpe a sí mismo por lo ocurrido, la principal causa es la propia estupidez de Banner. Pero eso fue suficiente para los jóvenes lectores más crédulos y menos exigentes de principios de los 60".
No obstante, esto no es comparable al gran problema argumental que vino después. Continúa el maestro Peter David: "Spiderman, 4F, Thor... todos eran muy reconocibles de un número a otro. Hulk no". Stan Lee habría creado un monstruo no solo para los lectores, sino también para los guionistas. A lo largo de los 6 números que duró la colección antes de su cancelación, Lee demuestra que no sabía muy bien qué hacer con su nuevo retoño. No sabía si dotarlo de inteligencia o tratarlo como un bruto, ambas cosas o ninguna. Tampoco atinaba a manejar los cambios de un estado a otro. A esta última cuestión acabó por darle solución varios años después. La primera sigue siendo el juguete con el que los guionistas torturan al personaje y a sus sufridos lectores. Desde entonces hasta NOW!
Es curioso como estos problemas de caracterización se extendieron incluso al físico del personaje. Se cuenta que fue un fallo de imprenta en el nº 2 que entintó a Hulk de verde cuando el gris fue el color de su estreno. Sin embargo Stan Lee asegura que si bien pensó que el gris le daba el dramatismo que requería el personaje, tras comprobar el resultado quedó insatisfecho y él mismo decidió cambiarlo al verde. No sé cuánta credibilidad hay que darle a la conocida mala memoria de Lee, pero me inclino a pensar que ambas hipótesis son reales. El lector observador se dará cuenta de que en este nº 1, Hulk efectivamente es gris, pero hay una viñeta en la que aparece de color verde. Esto podría conciliar las versiones del fallo en el entintado y la de la orden de Lee.
Todos estos rasgos, más que definir al personaje, lo sumieron en un eterno boceto que cada guionista, cada editor, termina por dibujar a su antojo. Nombrar ahora la cantidad de caracterizaciones que ha tenido Hulk, ¡o los Hulks!, a lo largo de su historia editorial se haría demasiado pesado.
Sin embargo, no todo fue caos e inseguridades. Si Hulk ha conseguido sobreponerse a todo esto hasta convertirse en uno de los miembros principales del panteón marvelita, es porque Stan Lee sentó algunas bases que han cautivado a millones de lectores durante medio siglo.
A las peculiaridades del antihéroe ya mencionadas, aplicó un modelo que demostró conocer a las mil maravillas y que usaría en otras colecciones: el factor 4. Probablemente influido por el éxito de los 4F, Lee edificó la serie de Hulk sobre cuatro personajes, como señaló de nuevo el gran Peter David.
Por un lado el protagonista condenado, Banner/Hulk, aúna los papeles del civil y el superhéroe. Frente a él está su antagonista, el general Ross, quien lejos de ser un personaje vil y malvado, basa su relación de oposición en el desprecio militar al hombre de ciencias, al pánfilo que inexplicablemente le ha robado el corazón a su hija. Al menos eso vale en respecto a Banner. En cuanto a Hulk queda claro que su meta es acabar con esa amenaza para la seguridad nacional. De hecho, Stan Lee ha tenido que aclarar que jamás trató de presentar al ejército de los EE.UU. como los malos de la película. Ross y sus chicos solo cumplen con su deber.
Las otras dos patas de la mesa las constituyen el interés amoroso y el aliado. La pobre Betty que, inexplicablemente siempre va allá donde camine su padre el general Ross, sea a una reunión con el alto mando o a campo abierto a jugarse el pellejo, estará años encerrada en el papel melodramático exhalando una y otra vez el mismo lamento como un papagayo: "Papá, si matas a Hulk matarás al hombre que amo". Lógico que tampoco esta versión de Betty se haya llevado al cine. Por su parte, Rick Jones será la única persona que confie en Hulk, curiosamente porque siente que le debe la vida a Banner. Será esa deuda con Banner la que acabará difuminándose en una amistad no solo con el humano, sino con el monstruo.
Esta estructura de cuatro aristas es casi idéntica a la que se observa entre Peter Parker/Spiderman, J.J. Jameson, Betty Brand y la tía May y en menor medida entre Donald Blake/Thor, Loki, Jane Foster y Odín.
Así fue más o menos el nacimiento del mito. Un primer número explosivo que captó la atención de un público que probablemente acabó por darle la espalda a unas historias que carecían de la frescura y la versatilidad de otras series. De nuevo es Lee quien justifica el cierre tras el sexto número aludiendo el ingente trabajo que tanto él como Kirby y Ditko tenían sobre la mesa cada mes. Yo no estaba allí para saberlo, pero intuyo que los constantes cambios de caracterización, la repetición de la persecución militar y el enfrentamiento a villanos comunistas de segunda o tercera, no eran el mayor de los incentivos para seguir comprando aquellos tebeos.
La serie cerró, pero Hulk es el más fuerte que hay. Nunca desapareció de la mente de Lee. No dudó en convertirlo en miembro fundador de los Vengadores y después de haber probado la valía del personaje en apariciones estelares en Spiderman, 4F o Thor, acabó por hacerle un hueco en Tales to Astonish, compartiendo cabecera primero con Ant Man y Wasp, y posteriormente con Namor. Ninguno de estos tres personajes consiguió cabecera propia. Hulk la agarró y no la ha vuelto a soltar.
Desde entonces, con casi 700 números a sus espaldas, donde han nacido personajes como She-Hulk, Lobezno o más recientemente Red Hulk, con exitosas series de televisión, con películas no tan reputadas pero siendo para muchos la estrella del mayor taquillazo en la historia del cine superheróico, el Increíble Hulk está más en forma que nunca, con una popularidad por las nubes y un excelente nivel de ventas, aplastando todo lo que se ha encontrado en el camino, desde Lee hasta Waid.
Y sin embargo todavía el monstruo sigue sin saber lo que quiere ser de mayor.