CAPÍTULO VIII: EL REY KULL (II)
18.500 a.C.
Apenas unas horas tras su huida de su tierra natal, Kull continúa nadando mientras sus fuerzas comienzan a flaquear al límite del agotamiento. En ese momento, un kraken lo atrapa y lo lleva al fondo del mar, pero el molusco es devorado por un leviatán de mayor tamaño y Kull consigue emerger a la superficie.
Un grupo de piratas lemurios comandado por el capitán Tokor divisa a Kull desde su nave y sopesando lo que podrían hacer con él, le ayudan a subir a bordo. El leviatán embiste el barco pensando que se trata de otra presa, pero rápidamente abandona sus esfuerzos y se marcha.
Los piratas lemurios se abalanzan hacia Kull para inmovilizarlo, mientras él comprende al ver a los esclavos remeros que pretenden que se una a estos. Tras repeler los primeros ataques, Kull decide entregarse a la muerte en el mar, pero logran inmovilizarlo y es encadenado junto al resto de esclavos.
Al cabo de unos días después de la incorporación de Kull como remero, el barco lemurio llega a una pequeña isla que usan como base para asaltar barcos y obtener esclavos. Arthog, quien da latigazos a los esclavos, arenga a Kull para que avance rápidamente, pero este se niega al ver el estado de cansancio de un esclavo al que está encadenado, por lo que arroja a Arthog al mar. Cuando este emerge dispuesto a combatir con Kull, el capitán Tokor les interrumpe declarando que Kull servirá como entretenimiento en la arena de gladiadores.
Unas horas después, Kull es llevado hasta la arena, a la cual salta por voluntad propia, ante la presencia del maestre del puerto. Los lemurios liberan a uno de los Hombres Lobo que quedan con vida y al cual han capturado, y Kull se enzarza en una batalla con él, hasta que la bestia le suplica que lo mate entre balbuceos. Dispuesto a no acabar con una vida inocente, Kull se niega a seguir combatiendo. Como respuesta, Arthog le lanza un cuchillo para facilitarle el asesinato del Hombre Lobo, pero Kull se lo devuelve clavándolo en su mano. El maestre del puerto comprende que Kull podría ser valioso para sus próximos planes y le perdona la vida, mientras el debilitado Hombre Lobo es extraído de la arena.
Un navío enviado por Asfodel IV se dirige a la isla de los piratas lemurios, demandando que el capitán Tokor dé muerte a Rotath. Uno de los hombres a bordo salta al mar y se dirige a la isla dónde se encuentra el hechicero.
Una vez el barco atraca en la isla de los piratas y el capitán Tokor es informado, comienza a preparar una expedición que incluye al Hombre Lobo.
El hombre de Asfodel IV llega hasta la presencia de Rotath y le cuenta las intenciones del rey pidiendo una recompensa a cambio. Rotath transforma al guerrero en uno de sus simios y lo incorpora a sus filas.
El barco del capitán Tokor, con Kull como remero, se acerca a la isla de Rotath. Este percibe su llegada y empleando su magia y un objeto llamado Piedra de Luna crea unas bestias aladas formadas por hielo para acabar con todos a bordo.
Arthog ataca a una de ellas con su látigo, pero tanto su herramienta como él mismo son congelados por completo y hechos añicos con un golpe de garras.
El capitán Tokor sucumbe congelado y luchando, tocando al caer las cadenas que atan a los esclavos. Kull recoge su espada a tiempo y parte la cadena mientras las criaturas congelan todo el barco. Kull salta al agua mientras las fuerzas mágicas provocan la explosión del navío, y finalmente alcanza la costa a nado.
El Hombre Lobo es arrastrado por la corriente hasta la costa y se encuentra con Kull, quién se defiende atándolo a un tronco con sus cadenas, sin éxito. El Hombre Lobo le recuerda a Kull que le debe la vida y no está dispuesto a luchar, sino a cooperar, y estrechan sus manos en seña de amistad, tras lo cual se separan para buscar un bote o comida.
En busca de comida, Kull es atacado por uno de los simios guerreros de Rotath, pero el muchacho logra inmovilizarle y partirle el cuello. Entonces Kull escucha un gemido de dolor, y encuentra el cuerpo congelado y partido por la mitad del capitán Tokor, aún con vida. El capitán pide a Kull que mate a Rotath para cumplir la misión y que su familia no sea vendida como esclavos. Kull, sabiendo que sin la mediación del capitán habría muerto por sus insubordinaciones, se ofrece a cumplir su última voluntad, y a continuación ubica el cuerpo congelado al sol para que se funda rápidamente sin dolor.
Kull escala el pico de la isla hasta el templo de Rotath, siendo descubierto por este al resbalar en un risco. Los simios guerreros se abalanzan sobre Kull, pero el Hombre Lobo le salva y se enzarza en lucha con ellos mientras el muchacho se dirige hacia Rotath. El mago invoca de nuevo a las criaturas aladas de hielo, pero Kull logra arrebatarle su espada y parte la Piedra de Luna, provocando que desaparezcan. Rotath emplea su magia para convertir a Kull en un simio, pero este se da cuenta rápidamente y se abalanza sobre Rotath, clavándole su espada, dejándolo tocado de muerte e interrumpiendo el hechizo. El Hombre Lobo mata a todos los simios menos uno, su líder.
Kull decide llevar la espada de Rotath a la isla de los piratas como demostración de la muerte del mago. El Hombre Lobo opta por quedarse a vivir en solitud en la isla y se despide de Kull, quién parte a bordo de un bote.
Rotath, postrado en las escaleras de su templo y con su último aliento, emplea su magia para infundir una maldición en sus huesos que le permita volver a la vida cuando alguien encuentre sus restos.
Xeerthra, el líder de los simios guerreros y único superviviente, permanece en la isla velando por los restos de Rotath.
Kull regresa a la isla de los piratas lemurios, mostrando la espada de Rotath como demostración de su victoria sobre el mago. Kull es asignado como remero a la tripulación del capitán Roc.
Durante dos años, Kull entabla amistad con otro de los remeros del capitán Roc llamado Gorn, quién comparte su comida con Kull en las ocasiones en que el atlante es castigado sin comer por su insubordinación y sus ataques al maestro de remeros.
Una noche, un miembro de la tripulación apuesta con otro que es capaz de vencer a Kull en combate. Kull es liberado de sus cadenas, al tiempo que promete a Gorn que lo liberará algún día, y llevado a cubierta, dónde tumba a los dos piratas. Mientras se da la voz de alarma, Kull salta al agua y huye nadando. Cuando sucumbe al agotamiento, la corriente le arrastra hasta las costas de Valusia.
Cuando el barco del capitán Roc atraca en la costa, se pone en contacto con un cazarrecompensas para que encuentre al fugado Kull y lo devuelva a su tripulación.
Kull se asienta en una zona boscosa cercana a una colina que sirve como paso a muchas caravanas de mercaderes que se dirigen a la capital de Valusia. Allí, se encuentra con una banda de ladrones que se dedican a asaltar las caravanas, y tras derrotar a su jefe en batalla se convierte en su líder.
El cazarrecompensas pagado por el capitán Roc, acompañado por Kolos, un corpulento hombre hechizado para no ser derrotado por ningún ser humano, encuentra a Kull junto a su banda de ladrones. Cuando explica que únicamente busca a Kull, los ladrones aceptan y se marchan abandonando a líder, quién comienza a pelear con Kolos. Kull es incapaz de derrotar a Kolos físicamente, y cuando está a punto de expirar gracias a la presa que le aplica, emite un poderoso rugido que atrae a un tigre. El animal se abalanza sobre Kolos, cuyo hechizo que le envuelve tan solo afecta a los humanos, y lo mata. El cazarrecompensas trata de huir, pero Kull lo mata usando su propia espada.
Kull vaga por la colina, dónde traba amistad con otro forajido llamado Mangas, y continúa asaltando caravanas de mercaderes.
Tras varios meses como forajido, Kull es capturado por las tropas de Valusia, y destinado al circo de gladiadores para el entretenimiento de los altos cargos, trabajo que desempeña de manera eficaz y sintiéndose feliz.
Kull juega una partida de juego de huesos, un entretenimiento con apuestas, con un gobernador, a quién gana y de quién obtiene una alta cifra de oro y a su concubina.
Un año más tarde, el gobernador actúa como maestro de juegos en el circo de Kull, ofreciendo una elevada suma de dinero a quién logre matar al atlante. Kull mata a sus compañeros, por quiénes se siente traicionado, y seguidamente derrota a soldados pictos y a un oso. Cuando el gobernador está a punto de ordenar a sus arqueros que den muerte a Kull, el rey Borna, monarca de Valusia, le detiene y ordena que el atlante siga con vida.
El rey Borna se reúne con Kull y le ofrece ser el capitán de su guardia de élite, la Legión Negra. Kull acepta.
Kull es ascendido a general de la Legión Negra.
Una bruja llamada Faedria declara la guerra al rey Borna, por lo que el monarca desplaza sus tropas a su castillo. La Legión Negra, a las órdenes de Kull, recibe la orden de proteger a los obreros encargados de cavar un túnel subterráneo que permita traspasar las murallas.
Kull entra en conflicto con el general de ingenieros, Clystra, quién trata a los trabajadores como esclavos, y le derrota en combate cuerpo a cuerpo.
Unos meses después, Clystra tiende una trampa a Kull, haciendo que sus hombres lleven al atlante hasta el túnel horas antes de que sea quemado y demolido para conseguir que las murallas se derrumben. Kull es dejado inconsciente y atado a las vigas.
Cuando el túnel comienza a arder, Kull despierta y al conseguir liberarse es enterrado vivo por los escombros, pero logra salir a la superficie.
Kull entra en la tienda de Clystra y le hace tragar unos polvos de agallas de pez volador, que provocan que el general de ingenieros quede paralizado. Kull anuncia a sus soldados que Clystra ha muerto, y este es enterrado en vida.
El ejército del rey Borna logra sitiar el castillo de Faedria.
Una plaga de peste azota a los soldados, provocando que como medida preventiva se quemen todos los cadáveres de la zona, incluyendo el cuerpo inerte de Clystra.
Enaros, comandante de la Legión Negra, Ducalon, Conde de Komahar, Ridondo, bardo de la corte de Valusia, y Kaanub, barón de Blaal, se reúnen para urdir un modo de matar al rey Borna y de que Kaanub ocupe su lugar. Ridondo propone engatusar a Kull para que lleve a cabo el asesinato, a lo que los demás asienten.
Ridondo acude en busca de Kull, a quién cuenta que el rey Borna está dispuesto a disolver la Legión Negra. Kull, furioso, se dirige a la sala del trono, seguido por Ridondo, Kaanub, Enaros y Ducalon. Sin comprender el por qué de la acusación de Kull, el rey Borna admite que disolver la Legión Negra sería una buena idea, tras lo cual el atlante lo reta a un combate a muerte. Borna logra hacer sangrar a Kull, con una herida de hacha que le atraviesa el lado derecho de la cara entorno al ojo, y se dispone a asestar el golpe final cuando Kull usa una daga y lo mata, momento en el cual una nueva imagen de un tigre se forma entorno a él. Kaanub se dirige a coger la corona caída del rey Borna y tomar posesión del trono, pero Kull se le adelante y se autoproclama nuevo monarca de Valusia. El resto de presentes le aclama.