Ya que habláis de ese libro (que ni he leído ni voy a leer ahora, no antes del Hobbit, que tengo en la mesilla, al menos), una vez entré en la habitación de un paciente que a duras penas se enteraba de lo que sucedía a su alrededor. Pues bien, su mujer le estaba leyendo ¡¡El Silmarillion (y en catalán, dicho sea de paso)!!