He leído Coleccionable La Espada Salvaje de Conan Nº 60.
En este volumen se repite un poco el esquema del anterior, con le preponderancia de los guiones de Chuck Dixon, intercalado con la aportación de una historia de Jim Owsley, que por aquella época hacía lo propio con la colección a color del cimmerio, además de ser editor del personaje durante bastante tiempo. Al contrario que en la anterior entrega, debo admitir que he disfrutado mucho más de esta lectura, que sigue en la línea de historias autoconclusivas, pero mucho mejor realizadas y con una mayor carga de profundidad, incluyendo la continuación de un relato ya publicado en la revista. También se patina un poco en la cronología del personaje, pero si no somos particularmente escrupulosos con ese tema lo podemos pasar por alto también. Por otra parte, el apartado artístico también mejora sustancialmente, a pesar de que algunos dibujantes repiten, como es el caso de Mike Docherty, pero el resultado final es mucho más positivo. Parece que lo del tomo anterior fue solo un espejismo.
Comenzamos con "La rueda" , una historia que a más de uno le habrá hecho recordar a la película clásica de Conan el Bárbaro, y aquella forma en la que el personaje crecía atado a una rueda como un esclavo, tras ser secuestrado al inicio del film. No obstante, más allá de ese guiño testimonial, Dixon solo la utiliza como herramienta para mostrar como nuestro protagonista es indomable, representando en cierta forma el paradigma de la lucha por la libertad en este universo creado por Howard. El guionista continúa, además, con ese salto continuo en la cronología del personaje, ahora como un mercenario a sueldo en una guerra que no es la suya. Por otra parte, Dixon recurre también a un recurso tan medieval como el derecho de pernada para conducir una trama que tiene como trasfondo el amor en sus diferentes facetas. El novio separado de su amada que anhela poder rescatarla y retomar su idílica, relación, la cual tendrá un giro final algo inesperado, pero más humano y real de lo que cabría pensar. En definitiva, una historia muy entretenida, que nos devuelve al Conan salvaje e inteligente que todos conocemos luchando una vez más por la libertad, aunque en este caso sea principalmente la suya. El dibujo, tal y como adelantaba antes, corre a cargo de Mike Docherty, entintado por Dave Simons. esta pareja artística funciona mucho mejor que la que formaba Docherty con Villagrán en el volumen anterior, dando como resultado un trabajo mucho más sólido. Posiblemente porque ambos autores ya trabajaron en varias ocasiones juntos en la revista, sobre todo en relatos protagonizados por Solomon Kane.
Jim Owsley releva a Dixon en los guiones de la siguiente historia, "Hermanos", la cual gira en torno a la amplitud del significado de esta palabra. Tenemos por un lado la hermandad que muestran los miembros de los kozaks, así como dos verdaderos hermanos de sangre, uno sirviendo al otro para ayudarle en su escalada de poder político, a pesar de que no recibe un trato demasiado agradable. Curiosamente, en las páginas finales, veremos como en un mundo salvaje como la Era Hyboria, un pacto de hermanos puede llegar a su final con la misma facilidad con la que nació. Y es que al final este tipo de familiaridades en un mundo egoista y desconfiado por naturaleza como este no llegan a ninguna parte. Este es posiblemente el aspecto del guion de Owsley más interesante de este relato, que me ha gustado bastante, pero que no cuida otros detalles. Owsley es un buen conocedor del personaje y su mundo, algo que ha demostrado en su larga etapa en Conan the Barbarian, pero no llega al nivel de conocimiento de Roy Thomas, ni a ese afán que hizo que las series Marvel de Conan fuesen una prolongación de su versión literaria. Por el contrario, Owsley reutiliza a personajes del relato "Sombras de Hierro a la luz de la luna" (SSoC #4) como es el caso de Shah Amurath, pero sin recordar que muere allí. Y es que temporalmente no puede ser anterior, ya que este pretende obtener los favores de Strabonius, mezclándolo con la enemistad del cimmerio con Turan y su rey. Un extraño cóctel con la cronología del personaje que se ha construido en los propios cómics de Marvel y que Owsley ignora para justificar su historia sobre hermanos. Hasta su asociación con los kozaks contradice gran parte del o que hemos visto en la propia revista. Aunque tendría que estudiar un poco más en profundidad el tema, yo creo que hay bastantes elementos que no concuerdan, presentando el guionista una historia apócrifa, por así decirlo, a pesar de su propuesta interesante. A su vez, cabría destacar la presencia del dibujante Andy Kubert, un auténtico soplo de aire fresco para la revista. El artista muestra muchas similitudes con el estilo de su padre, que a mí siempre me ha parecido que tenía ciertas similitudes con John Buscema. Ya lo he comentado anteriormente en otras ocasiones, y es algo que se hace más visible durante la etapa de Joe Kubert en Tarzán para DC Comics. Esto, lejos de ser algo negativo, le viene muy bien a esta serie, además de que veo a un Kubert muy inspirado, sobre todo narrativamente. Me gusta mucho Kubert, y aquí hace un gran trabajo.
Finalizamos con "La llamada de las sombras aullantes", donde no solo regresa Dixon, sino que también lo hace Gary Kwaspiz. Esta vez tenemos la versión actualizada del dibujante, entintado por Mark Pacella, mostrando su evolución de la que ya hemos hablado en anteriores comentarios ampliamente. A mí me gusta más esta versión de Kwaspiz, aunque aquí se notan ciertas irregularidades. Quizá la culpa sea de Pacella, pero también puede influir los tiempos de entrega, ya que se observan algunas páginas muy recargadas y con un acabado mucho más barroco y otras en cambio con un acabado más superfluo, principalmente con menos sombreado. No obstante, el resultado no es en absoluto malo y no entra dentro de lo que hemos visto en otras ocasiones o supera ampliamente lo que ofreció Eaglesham en el tomo anterior, por ejemplo. La presencia de Kwaspiz no se limita a los dibujos, sino que vuelve a aportar sus ideas en los argumentos. Esto se refleja principalmente en que tenemos una secuela de "El valle de las sombras ululantes" (tomo 45). Lo primero que hay que hacer es darle un tirón de orejas al traductor, ya que primero lo tradujo como ululantes y ahora como aullantes. Viene a ser lo mismo, pero la verdad que hubiese estado bien unificar le criterio, y así el lector es capaz de conectar rápidamente con la historia y los personajes. Además de que es el nombre de una ubicación concreta. Uno más de los innumerables errores que arrastra esta edición en la traducción. Cómo se nota cuando un producto no está lo suficientemente cuidado.
Lo realmente curioso es que he ido a revisar el tomo y el propio Kwaspiz nos muestra un escenario bastante diferente. Ojeando un poco por encima, el valle de la locura parece haber mutado, pero hacia algo mucho más escalofriante y terrorífico. También cambia la apariencia del vigilante del valle, no sé muy bien por qué, y digamos que tenemos una mezcla entre el terror y y la ciencia ficción. Demonios, seres de otra galaxia o dimensión, sea lo que sean son una caterva de criaturas que nos alejan un poco de la espada y brujería más tradicional, conectando casi con el estilo habitual de Lovecraft y otros escritores amigos de Howard. Todo encaja bien, incluso se ha cuidado la continuidad en esta secuela, dando una conclusión a aquella pareja de enamorados de la que se separaba el cimmerio. Un desenlace bastante dramático y un nuevo ejemplo de que Conan tiene un código muy especial y complejo, en ocasiones admirable. Un final amargo, argumentalmente hablando, pero que nos deja un buen sabor de boca tras el pequeño bajón de la anterior entrega, a pesar de que en la mayoría de las ocasiones, sigue siendo una serie 100% disfrutable.