Bueno chicos, no os cebéis con el muchacho, que hasta lo habéis espantado y ya no se pasa por aquí.
He escrito un relato corto sobre una realidad alternativa, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia
es broma, está basado en la Era de Apocalipsis claramente, pero me he tomado la libertad de modificar algunas edades y parentescos de los personajes a placer.
El relato ya está terminado y cerrado, ya que no tengo intención de continuarlo, por lo que espero que no se os haga muy pesado. Intentaré que no sea así, de todas formas, por la extensión y demás factores lo dividiré. Un saludo a todos
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Adoro estos momentos subliminales que existen nada más despertar, cuando tu consciencia aún está adormecida pero todos tus sentidos ya empiezan a despertar al nuevo día. Cuando aún es difícil de distinguir entre lo imaginario y lo real, entre los sueños y los recuerdos.
Desgraciadamente, dormir es un lujo que no puedo permitirme.
Mi nombre es Rachel Summers, aunque ya nadie me llama así. El apellido Summers se convirtió en maldito en el sitio del que vengo, y donde estoy ahora, temerosos lo pronuncian, pues saben que hablan de una leyenda tan grande que algunos hasta dudan de su veracidad.
Lo cierto es que en ambos lugares siempre me han llamado de la misma forma, conscientes de quién soy y lo que soy: Hija de las Estrellas, Vástago de la Luz, Armaggedon, Askani, Illuminatum, Fénix…
Pero no, yo no soy Fénix. Puedo ser el engendro del Día del Juicio Final, pero yo no soy Fénix. Fénix era madre. Y mi madre está muerta.
Mi padre está muerto. Mi familia está muerta. Mis amigos están muertos.
Sólo me quedan tres personas en este mundo. Tres personas por las que desataría el Apocalipsis que llevo dentro. Mis hermanos: Nathan y Nate, y el amor de mi vida: Franklin Richards.
A mis diecinueve años puedo decir que he vivido todo lo que se podría vivir, ya que la esperanza de vida en este planeta en el que vivo no supera los treinta años. Vivimos con esa premisa, morir es el fin. El fin último de toda existencia. Envidio a mis padres. Murieron sin saber que lo iban a hacer, sin embargo yo…
Encaro esta maldita máquina del demonio con la frialdad que he visto en los ojos de la muerte. Me pregunto si no queda esperanza para nosotros, si no merece la pena quedarse un poco más e intentar salvarnos. Mi padre siempre me dijo que tuviera fe, pero esta gente parece haberla perdido por completo. Me mandan a otra dimensión, a otro tiempo, a saltar de realidad en realidad como llevo haciéndolo los últimos ocho meses. Se han convencido de que si nosotros ya no tenemos salvación, sí que debemos dársela a los demás.
Todo volverá a repetirse. Volveré a sufrir. Volveré a ver a mis padres y a mis amigos, pero no serán ellos, sino sus realidades paralelas. No podré acercarme a ellos y abrazarles, decirles lo mucho que los extraño, que cumplí la promesa, que Nate está a salvo, aunque no pueda decirles que no sé por cuanto tiempo. No podré hacer nada de esto porque mi misión es llegar y matar. Matar al causante de la destrucción de mi mundo para que el caos no se propague a otras realidades: Apocalipsis.
No sé a donde voy, no sé a donde me mandan, ni siquiera sé el nombre de la realidad a la que me dirijo. Pienso en todo ello mientras me preparan para ser teletransportada. El proceso es doloroso, tendrán que desintegrarme en millones de partículas para hacerme pasar a través de un agujero negro que recrean para la ocasión. Alguien me dijo una vez que para saber a donde voy he de saber de dónde vengo.
Pero… ¿sé de dónde vengo?