Día 145: X-Men: The Hidden Years #9. Agosto de 2000
Banda sonora: En la radio de la nave espacial de Reed podría estar sonando "Drift Away", pero no en la versión de John Kurtz sino en la de 2003 de Uncle Kracker, mano a mano con Dobie Gray, quien también versionó el tema en los 70:
https://www.youtube.com/watch?v=A69BertdSt4
Créditos: John Byrne (guion, dibujo, rotulación); Tom Palmer (tinta); Gregory Wright (color).
Portada de John Byrne.
¡Dios mío! Jean Grey ha sido poseída por la fuerza Fénix. Al menos, así lo dejaba el capítulo anterior. Pues no. Todo había sido un sueño. O parecido. Jean queda en estado de shock y, en su mente, acaba matando a sus amigos con el poder del Fénix. Pero era mentira, qué pensabais.
Byrne quiere transmitir la idea de que no ha sido un sueño exactamente, sino una proyección pasajera fruto de un encuentro real con el Fénix. Sin embargo, nosotros nos quedamos con una sensación de chasco muy parecida. Sea como sea, esta parálisis de Jean es muy inoportuna. Como le hace ver Reed, están en plena batalla contra los z'nox. Personalmente, he de adelantar que todo lo que rodea este enfrentamiento me resulta poco creíble incluso en un universo de ficción. Para mí, e sun misterio que los z'nox no hubieran podido destruir la nave. La relación de fuerzas puede ser tranquilamente de medio millón a seis, si no más. Decenas de cazas lanzando rayos a lo Star Wars y Reed reconociendo que su nave no tiene armas. Luego la dejarán sola para irse al planeta Z'nox y se la encontrarán nuevecita a la vuelta
.
Y Hank y Ben a puñetazo limpio, colgados de un cable desde la nave, abriendo carlingas a castaña pilonga. En fin... la cosa es que -perdón: "la cosa", no: "La Cosa"- al final Reed tiene un plan para acabar con la amenaza de los Z'nox. Sucintamente, consiste en meterse en el aparato gravitatorio y averiarlo para que no pueda desplazarse. Para redondear la jugada, Reed, con la ayuda de Ben y Hank, mandará el planeta móvil a un lugar donde no hay planetas -una tal Zona de distorsión-, entre la Zona Negativa y nuestra dimensión, donde tendrán que pasar sus días los z'nox. Un plan ingenioso, no cabe duda. Pero Mr. Fantástico no les cuenta este designio a sus camaradas hasta el gran final. No lo hace por razones que... En fin, no tengo ni idea, lo confieso. Supongo que no tenía tiempo de perturbar su cabeza con explicaciones que no estarán a la altura de las inferiores mentes restantes. La Patrulla y los 4F tendrán que tener fe en Reed, una fe a prueba de bombas porque este estrella la nave en el pirulí gravitatorio como forma de aterrizaje, un poco así por las buenas.
Lo gracioso de todo es que, en la gran aguja que contiene el arma definitiva de los z'nox, no se ve ni a un solo z'nox.
Pero sí que aparece un viejo conocido de los mutantes: el gran monstruo reptil sin nombre que ya vimos en el arco original de los z'nox. Ocurrió en The X-Men #65. Hasta acaparó portada y todo, pese a que luego el bicho era más bien un bluf de campeonato. Pensábamos que Cíclope lo había matado un poco off camera, pero no, aquí aprendemos que solo lo habían esquivado. De hecho, a lo mejor no es el mismo que vimos en The X-Men #65. ¿Tal vez algún pariente cercano? O tal vez que, como se plantean, es la misma criaturita que encontró el camino al planeta por su cuenta desde la Antártida. El tema es que, siendo más poderoso de lo que pensábamos, el peculiar espécimen es entretenido por la fuerza combinada de los 4F y los X-Men, menos Reed, Ben y Hank, que se dirigen a sabotear el artilugio de transporte planetario z'nox, como ya se dijo.
Una vez llegan a la sala principal que controla el desplazamiento del planeta z'nox lo encuentran sin vigilancia, para variar. Para poner en marcha el plan de Reed, hay que descender por un inmenso pozo, pero es tan profundo que solo Ben puede seguir bajando sin resultar afectado, por su cuerpo de "piedra".
Al no tener un doctorado en Física, pasaremos de puntillas sobre la explicación de Reed de cómo acaban saliendo de las abisales profundidades de golpe, propulsados por el elástico Mr. Fantástico, sin que les afecte la presión. Conste que Reed lo explica de aquella forma, solo que no me entero. Una imagen vale más que mil palabras, o bien estoy perezoso. Cualquiera de las dos cosas, y hasta puede que las dos, me vale.
El resto del equipo, finalmente y como era de esperar, ha logrado dejar inoperativo al extraño lagarto godzilero, y se piran todos de vuelta a la nave de Reed, justo antes de que el planeta salga disparado hacia la "zona de distorsión" que, como explica Reed, está situada entre nuestra dimensión y la zona negativa. Allí, los z'nox no podrán hacer daño a nadie más. Merece reiterarse la enorme incredulidad que produce que los héroes hayan entrado y salido como Pedro por su casa de la joya de la corona del planeta, y que una flota entera de naves z'nox no haya podido destruir la nave de Reed, por muchos escudos que tenga.
Misión cumplida. Lo del Fénix era mentira. Los z'nox eran más paquetes de lo que parecían y, al final, de vuelta a la Tierra con el deber cumplido con honores. Nos quedan por el camino las dos tramas secundarias y un epílogo. En cuanto a las primeras, parece claro que el extraño que rescató al Hombre de Hielo en la Tierra Salvaje es el mismo Lykos, que no murió, como pensábamos tras leer The X-Men #61. Esto se debe a que el extraño deja claro, en sus pensamientos, que sabe que Bobby es el Hombre de Hielo y, además, que fue enemigo mortal de la Patrulla-X. Poco más se cuenta aquí, salvo insistir en que Bobby ha perdido la memoria, así que Lykos ya sabe más que él. El segundo cabo suelto es el de Candy, quien va a buscar a Warren a la mansión, descubriendo que no está en casa, aunque importunando al Profesor, que estaba con el enlace telepático puesto en sus muchachos. Candy está un tanto enigmática trayendo a cuento a Hamlet, pero poco más.
En fin, que no hay grandes avances aquí. Se dedican un par de páginas a estas tramas yo creo que para que no nos olvidemos de ellas, porque, por no salir, ni siquiera aparecen Lorna y Alex Summers, que estaban por ahí en la Tierra salvaje con Ka-Zar en una nave.
A propósito, también aparece una página en la que Sue Richards traslada a Agatha Harkness su inquietud porque ella no esté en el equipo, siendo Crystal, como ya hemos visto, su sustituta. Supongo que esto pretenderá orientar algo al lector, que pudiera extrañarse de no ver a Sue en los 4F. Y es que, a la altura a la que transcurre este episodio, los 4F habían cambiado temporalmente su alineación clásica. Poco más sentido le veo a este cameo.
El epílogo es más importante, pues en realidad es más bien un prólogo de la historia que está por empezar: en el número anterior, Byrne nos servía unas viñetas con flashbacks del arco de Los Centinelas hecho por Thomas y Adams. Pues bien, ahora sabemos por qué, ya que este tebeo acaba con uno. Se le aparece a una niña random de Ohio que parece ser, o eso sospechamos, mutante. Y con este amenazador robot cerniéndose sobre la pequeña Ashley acaba este tebeo, y también nuestra mini reseña.