Quién nos iba a decir que Netflix haría algo bien y nos traería un documento que constituye un díptico perfecto junto con otro ya legendario.
Como legendario tenemos el documental de 3 horas de duración grabado en 1969 a pie de festival llamado Woodstock: 3 días de paz y música (este no es de Netflix por razones obvias), el cual nos narra la experiencia completa de Woodstock, el primer festival de la historia, incluso ganó un oscar. Fue un puto desastre organizativo, pero un puto desastre donde sus participantes pregonaban paz y amor, y estaban allí para ver a Joplin, Hendrix, Cocker, Báez, Havens o Santana entre muchos otros pregonar lo mismo.
Recientemente ha aparecido este estreno de Netflix que nos ocupa, Trainwreck: Woodstock '99, también de 3 horas, grabado en 1999 a pie de festival, en el último Woodstock hasta la fecha. También fue un puto desastre organizativo, lo que no es de extrañar pues lo organizo el mismo tipo, pero esta vez fue un puto desastre donde enajenados mentales de los 90, provenientes de la escena grunge, de corte entre lo nihilista y lo imbécil profundo y empastillados a tope, estaban allí para ver a Korn, Limp Bizkit, los Chili Peppers o Fatboy Slim diciéndoles que deben soltar su rabia y destruir el festival. El desastre y nivel de destrucción absoluto alcanzaron lo primitivo y lo apocalíptico, la zona al final recordaba a la guerra de los Balcanes y el nivel de heridos fue incontable, ríete tu de las fiestas paganas rollo El Hombre de Mimbre.
Ambos documentales son buenísimos y ambos muestran la evolución de la juventud con 30 años de diferencia.