Seguí el interesante debate de ayer a trompicones, pero no tuve tiempo de participar. A grandes rasgos, yo me posiciono entre los que desea que se respete la iconografía del material base. Y la iconografía no es solo el ankh de Muerte, la bolsa de arena de Morfeo o el libro de Destino. También el sexo o el color de piel de los personajes son parte de la representación fijada en el imaginario colectivo. Cuando te encariñas con unos personajes, lo haces familiarizado con todos sus rasgos físicos, estéticos y psicológicos. Si solo se respetan estos últimos, es normal que sintamos un desafecto inicial hacia la adaptación, porque al ver un tráiler o un fotograma de la serie no se produce el efecto automático de reconocimiento que nos provoca la sonrisa cómplice. Y sí, todos sabemos que los eternos adoptan la forma de la cultura que los percibe (por eso vemos a Morfeo negro en "Una esperanza en el infierno" o con atributos felinos en "Una historia de mil gatos" o con toga en "Agosto"), pero esas variaciones no son representativas de la imagen que ha trascendido de los personajes. Si tú muestras al Morfeo negro a un lector de cómics habitual, es probable que no lo reconozca al primer golpe de vista, pero si me muestras al blancucho goticoso, lo identificará a la primera.
Dicho esto, la serie luego puede ser excelente, claro que sí, e incluso puede que la caracterización de los personajes sea tan buena que al poco de empezar a verla nos olvidemos de las diferencias respecto a los personajes del cómic. Una cosa no quita la otra. Puede no ser una adaptación fiel a la letra, pero sí al espíritu. Y no creo que nadie tuviera problema en admitirlo. Es más, ojalá nos encandile a todos.
Un ejemplo reciente lo tuvimos en el Dune de Villeneuve, donde el ecólogo de la novela original pasó a ser una mujer en la película. Y la adaptación fue excelente y no se resintió en absoluto por este detalle, a mi juicio. Los fanboys siempre queremos la máxima fidelidad posible al material original porque le tenemos un cariño especial a esas historias y personajes, pero luego entendemos que son medios distintos (no todo es adaptable al cine, que tiene su propio lenguaje), hechos en épocas distintas (lo queremos o no, han pasado más de 30 años y el contexto influye) y sensibilidades distintas (el cómic era producto de la efervescente imaginación de Gaiman y sus dibujantes, pero la serie la dirige otra persona que tiene sus propias ideas y propuestas).
A mí, por lo visto hasta el momento, no creo que me vaya a entusiasmar la serie, pero por supuesto que la veré y ojalá que me acabe encantando. Si al final tengo dos productos diferentes pero disfrutables por separado (como me pasó con el Watchmen de Snyder), pues genial, oye