V de Vendetta. Conclusiones
DIBUJO. El dibujo de David Lloyd tiene un trazo muy particular, que rara vez deja indiferente. En la versión en blanco y negro se aprecian mucho mejor las figuras y sus contornos que en la edición coloreada, donde a veces se difuminan los rasgos de los personajes o incluso se mezclan con los fondos; pese a todo, estoy acostumbrado a la versión en color (que hoy día se considera la estándar) y disfruto muchísimo del arte de Lloyd. Quizá el principal problema es que cuesta distinguir a algunos personajes secundarios en un rápido golpe de vista (me pasó con Roger Dascombe, Allistair Harper o Rose Almond en escenas en que no se les presenta por su nombre), pero por otro lado es capaz de infundir una expresividad tremenda en los rostros y, por supuesto, tiene el mérito de haber diseñado a uno de los personajes más icónicos y atractivos visualmente de la historia del cómic: V. Pocas portadas me gustan más que la clásica del primer plano del enmascarado. Por otra parte, sabemos a ciencia cierta que no se limitó a dibujar a las órdenes de Moore (como les pasaría a algunos de los colaboradores posteriores del barbudo), sino que contribuyó decisivamente a la gestación de la historia, los personajes y el entorno. A Lloyd debemos, por ejemplo, la idea de que V sea un trasunto de Guy Fawkes y no un terrorista al uso con la cara pintada de blanco. Para mí, es imposible imaginar este cómic dibujado por otro autor.
GUION. El guion de Moore es ágil, inteligente e incisivo; su estructura narrativa está perfectamente planificada, sabiendo en todo momento hacia dónde quiere dirigirse, dosificando la intriga con maestría a y manteniendo la tensión en cada capítulo. El cómic comienza con una escena impactante (la primera aparición de V para rescatar a Evey y la explosión del Parlamento) y son innumerables los momentos icónicos que jalonan la historia (el «diálogo» de V con la estatua de la Justicia, la emisión del discurso revolucionario de V a todo Londres, la explosión de las distintas sedes del Partido mientras V hace de director de orquesta…) hasta llegar a su potente desenlace (la rebelión del pueblo oprimido y el relevo de Evey como símbolo de la lucha sin cuartel). Es apreciable el talento de Moore para construir una trama que alterna lo individual (la historia de venganza de V y el adiestramiento de Evey) y lo colectivo (la caída del régimen y la rebelión de las masas) con un pulso de hierro, sin que haya altibajos. Asimismo, ha sabido crear un elenco de personajes memorable cuya caracterización es brillante, tanto por la evolución que presentan a lo largo de la obra (especialmente palpable en casos como Evey o Rose) como por el innegable carisma que derrochan (en especial V, que con su verborrea, su astucia y su determinación resulta increíblemente magnético).
TRASFONDO. Pese a que la historia se puede disfrutar en un plano superficial, gracias a sus cualidades estrictamente narrativas, lo que la dota de complejidad y hondura intelectual es la estimulante reflexión política (tan aplicable a un estado totalitario ficticio como a las democracias más o menos aparentes de nuestra sociedad occidental) que Moore pone sobre la mesa, que cuestiona nuestra responsabilidad como ciudadanos a la hora de liderar nuestras propias vidas y los riesgos de delegar el poder en representantes que dicen actuar por el bien común. Incluso en los aspectos de la trama que puedan parecer hiperbólicos podemos ver el reflejo de lo que nuestra sociedad puede llegar a ser en un futuro si no tomamos cartas en el asunto, porque este cómic –como toda buena distopía– resulta útil no tanto por su retrato del presente como por su advertencia del mundo en el que podemos llegar a convertirnos. Una vez detectados los patrones de un mundo autoritario donde los derechos civiles están restringidos (con los que, imagino, ningún lector se sentirá cómodo), existen múltiples vías de resistencia y lucha activa, y no es necesario comulgar con los métodos de V para sentir simpatía por su causa: habrá quien crea que el fin justifica los medios (incluso cuando la violencia son los medios) y quien, como Evey, no apruebe ese camino; habrá quien crea en el ojo por ojo y quien piense que la venganza no lleva a ningún sitio… pero raro será que alguien no apoye la idea de que el abuso de poder y la corrupción institucional deben ser combatidos desde la raíz. En este sentido, la ideología de V –su firme defensa del anarquismo como ideal de organización política y social– puede resultar radical para determinados lectores, pero incluso quien no crea en la anarquía como solución a los problemas podrá apreciar las bondades innegables de su planteamiento. Yo, por ejemplo, creo que podría funcionar para grupos reducidísimos de personas, pero no creo que un mundo sin líderes pueda prosperar a gran escala, porque para ello el pueblo en su totalidad debería ser responsable, culto y comprometido, y la cruda realidad es que el mundo está lleno de cazurros que o bien no sabrían organizarse comunitariamente o bien querrían aprovecharse de las flaquezas del sistema. Sin embargo, sobre el papel, en el plano teórico, compro absolutamente el discurso de V, y pienso que ojalá fuese posible un mundo donde reinase el orden porque cada uno ha aprendido a liderar su propia vida y a convivir de forma respetuosa y responsable con los demás. Así, el planteamiento de V de vendetta representa un ideal con el que me gusta fantasear o que puede servirme de referente, aunque lo vea inviable en la práctica.
VALORACIÓN FINAL. Tras esta lectura detenida y minuciosa de la obra, creo que puedo afirmar sin margen de error que estamos ante una de las grandes obras maestras que ha dado el noveno arte. Pocas obras me hacen disfrutar y reflexionar tanto durante la totalidad del relato, invitándome a seguir leyendo tras cada capítulo y deseando no salir nunca de su universo. Si tengo que ponerle nota, le daría un 10 más que merecido.
V de Vendetta. Bonus tracks
EL ANEXO. Todas las ediciones de V de Vendetta incluyen al final un artículo titulado Detrás de la sonrisa pintada, que Moore escribió en 1983, cuando el cómic aún se hallaba en sus primeros números. El autor de Northampton nos explica cómo se gestó la obra, los avatares que sufrió inicialmente para sacar adelante su proyecto (incluyendo el rechazo de algunas editoriales), cómo encontró acomodo finalmente en la revista Warrior, la forma de trabajo colaborativo tan fructífera que desarrolló con David Lloyd (compartiendo sus tormentas de ideas por correo), cómo la historia terminó cobrando vida por sí sola… Y, lo más interesante de todo a mi juicio, cuáles fueron sus principales influencias para la escritura del cómic, que iban desde el cine y la televisión (cita, por ejemplo, la atmósfera de la por aquel entonces reciente Blade Runner o la mítica serie británica El prisionero) hasta las novelas consagradas (con la santísima trinidad de las distopías literarias a la cabeza: Un mundo feliz, 1984 y Fahrenheit 451), pasando, lógicamente, por otras obras del cómic (Juez Dredd, Batman). El artículo me parece una lectura imprescindible, y muy de agradecer teniendo en cuenta lo inusual que es hoy día ver a Moore explicando su propia obra.
LA PELÍCULA. En el año 2005 el cómic de Moore y Lloyd se llevó a la gran pantalla, en un proyecto dirigido por James McTeigue, escrito por las hermanas Wachowski y protagonizado por una discreta Natalie Portman en el papel de Evey y un solvente Hugo Weaving como V (no vemos nunca su rostro, pero su dicción es maravillosa). Si bien la película resulta entretenida y se deja ver, sobre todo para quien no haya leído el original, lo cierto es que resulta una adaptación bastante insatisfactoria. Por un lado, la historia se adapta superficialmente, siendo muy fiel a algunos pasajes en su literalidad pero no en su esencia. Varias de las tramas fundamentales desaparecen por completo (por ejemplo, toda la historia de Rose Almond, que a la postre es quien debía acabar con el Líder; o la de Helen Heyer y sus aspiraciones de dominar el Partido a través de Conrad y Harper), aunque esto se puede entender por las obvias limitaciones de tiempo que ofrece un metraje de solo dos horas. También se cambian detalles de la historia, quizá por miedo a la reacción del público, como la intención de Evey de prostituirse en la primera escena. Pero lo peor de todo es que se pervierte totalmente el trasfondo ideológico de la obra que enfrenta anarquismo y fascismo; de hecho, la palabra «anarquía» no aparece mentada ni una sola vez, ni V expone en ningún momento su objetivo de construir un mundo con orden pero sin líderes. La película se limita a mostrar a un héroe enmascarado luchando contra los abusos de un sistema corrupto y autoritario, algo que podría responder al esquema de un cómic de superhéroes del uso y que deja atrás uno de los rasgos más definitorios de V de Vendetta. El desenlace también es distinto: en la película, V envía disfraces de Guy Fawkes por todo Londres, y cuando la semilla de la rebelión cala en la ciudadanía, miles de personas ataviadas como V toman las calles, en una escena de notable belleza plástica. Sin embargo, se omite todo el asunto del relevo de Evey como nueva V, con lo que su papel en la historia queda limitado a comparsa del héroe, que ofrece compañía pero no adquiere verdadero compromiso activista. También se me escapa la decisión de forzar una historia de amor romántico entre ambos, que en el cómic se limita a una relación de maestro/aprendiz y apreciación mutua. Alan Moore pidió que su nombre no apareciera en los créditos de la película, y es fácilmente entendible por qué.