He leído "
La Vieja Guardia 1: Abriendo fuego" de Greg Rucka y Leandro Fernández
"Envejeces, y te olvidas. Todos lo hacemos. Intentas recordar la primera vez que te enamoraste, lo que te hizo sentir, la manera en que te volvió loca, pero no puedes hacerlo. Crees que puedes, pero no lo sientes, no como entonces. Recuerdas sentirlo, pero no recuerdas el sentimiento. Se ha desvanecido con el tiempo. El tiempo se lo lleva todo. El tiempo siempre gana. El tiempo es un hijo de la gran puta."
El argumento, visto desde fuera y sin haber leído la obra tiene todos los tropos de una obra de acción adrenalítica y fantasiosa: acción, violencia y sangre, todo ello en grandes raciones y sin escatimar en ritmo. Es la historia de un equipo de mercenarios (casi) inmortales, que son descubiertos (su inmortalidad) y deben cubrir sus huellas. El disfrute leyéndolo es total.
Hasta aquí todo normal. Pero es que además tiene un punto reflexivo que la hace especial. El lado oscuro de la inmortalidad, el dolor de la vida eterna. El problema más profundo para estos personajes es que la inmortalidad significa perder a todos los que te importan. Una y otra vez. Y otra. Y el segundo problema es el olvido con el paso del tiempo. “No puedo recordar cómo era mi madre” nos dice
Andy con sus más de 6.000 años a la espalda. “Ni a mis hermanas. A ninguna.”
Esto crea un paradójico conflicto entre los que los persiguen (buscando la inmortalidad) y los propios (casi) inmortales (buscando, a veces, la muerte, y otras una razón para vivir).
Interesante.
Rucka, en cada número, entre muerte y muerte, entre explosión y explosión, nos va desgranando el pasado de este grupo y es aquí donde Leandro Fernández se explaya en dibujos emocionantes, ya sea en las cruzadas, las guerras napoleónicas o las desventuras de un esclavo huido a Australia en una historia fascinante. Aunque donde más me ha fascinado es en el #4 (también mi favorito argumentalmente hablando) y en esos negros de las imágenes silueteadas de
Andy Y
Nile en uno de los pasajes más bellos del tomo y en los monólogos reflexivos de ambas protas.
Por otro lado, también sabe darle una velocidad endemoniada cuando la trama lo requiere, como en las batallas y explosiones. Cuanto más frenético, mejor, dándole a la historia dinamismo y un ritmo rápido en consonancia con la energía en las imágenes.
Tal y como decía al principio, una historia llena de chichés, que sigue la trayectoria habitual de este tipo de historias: traiciones, batallas, situaciones desesperadas... Cositas que suenan a “ya leído”, pero todas resueltas con una gran solvencia. Está todo tan bien narrado, y sobretodo tan bien resuelto (me viene a la cabeza la resolución del conflicto entre
Booker y
Andy en el puerto de Malta) que me da absolutamente igual.
Y
Rucka, claro, es un genio. El tiempo se lo lleva todo, pero no todo a la vez.