He leído
One Piece Nº 89.
Retomo la lectura de la serie tras
anterior comentario.
Me pongo al día con la edición española, con la que alcanzamos la cifra de 900 capítulos del manga. Todo un récord y parece que Oda tiene cuerda para rato todavía. Tengo que decir que después de la decepción de las dos últimas entregas, este volumen lo he leído con mucho más interés y me ha gustado bastante. Quizá porque se han focalizado un poco las tramas, y parece que estamos en la recta final de una saga que con su altibajos ha tenido algún momento interesante. Uno de ellos lo tenemos en los primeros capítulos de este mismo tomo cuando Big Mom se planta en el Thousand Sunny en busca de la tarta. El barco de nuestros protagonistas queda un poco perjudicado, pero cabe destacar la actuación de Jinbei primero, y la de Brook después. Gracias a ellos, la emperatriz pirata es expulsada de la embarcación para continuar la carrera contrarreloj a la que nos tiene acostumbrado Oda. Si en el último comentario hablaba del desperdicio de un personaje como Brook, debo admitir que aquí nos deja buenos momento, incluso Chopper también destaca un poco. No obstante, Jinbei sigue siendo la estrella del momento. Me encanta este personaje y me alegra mucho que finalmente se una a la banda de Luffy, porque creo que puede seguir dando mucho juego.
Lo que parecía que culminaría con la inminente destrucción del Thousand Sunny se detiene con la llegada de Bege y la tarta terminada. Sin embargo, lejos de ofrecer una trama sencilla en la que Big Mom recoge la tan deseada ofrenda nupcial, el pirata decide alejar a Big Mom, de manera que cuando se coma la tarta no pueda regresar a por la banda del sombrero de paja. Por lo tanto, comienza una nueva carrera hacia una de las islas cercanas, con Bege perseguido por gran parte de la flota de los Charlotte. Para colmo, el Thousand Sunny es perseguido por la flota de Smoothie, que sigue con el plan inicial de detener a la banda del sombrero de paja. De ese modo se separan una vez más estos aliados por conveniencia, uno alejando a Big Mom, y otros intentando evitar ser atrapados mientras Luffy regresa de su lucha contra Katakuri. Una vez más, se siguen sumando presentaciones de personajes en esta saga, donde se pone de manifiesto que la familia Charlotte es bastante extensa.
Por su parte, Oven, destruye todos los espejos de la isla Cacao y organiza a todo un ejército para que si Luffy consigue salir del mundo de los espejos no tenga escapatoria. Mientras, Sanji se cuela en la isla infiltrado con la intención de ayudar a Luffy a escapar de la encerrona. De ese modo, Oda nos va preparando el terreno para que, a una hora prefijada, toda la atención se centre en dos puntos: Big Mom y su acuciante ansiedad; y Luffy y su combate contra el imbatible hasta el momento Katakuri. No se puede negar, que en comparación a cómo se ha desarrollado la saga, en este tramo final parece que se van simplificando un poco las cosas. Aun así, hay aspectos destacables como esa relación que ha nacido entre Pudding y Sanji, el cual no parece fijarse en la dualidad de la muchacha, cuyo lado oscuro no deja que muestre del todo sus sentimientos hacia el cocinero. A lo largo de los últimos episodios hemos podido apreciar como la chica se acaba enamorando de él, por diferentes motivos, como sus habilidades reposteras, entre otras cosas. Curiosamente, hay una escena de despedida en un callejón que resulta extraño que no acabe en beso, o al menos no se muestre en las viñetas. Sigo pensando que estos dos podrían tener algún tipo de futuro, por mucho que Sanji parezca estar un poco obsesionado con Nami, tal y como vemos en su reencuentro posterior, con sangrado de nariz al más puro estilo Tortuga Duende.
A lo largo de este tomo se desarrolla ampliamente la pelea entre Luffy y Katakuri, que mi sensación personal es prácticamente de empate. Si bien es cierto que Brûlée lo ve de otra forma y sera una de las primeras en comenzar a promulgar a los cuatro vientos las imperfecciones de su hermano, que hasta ahora nadie había visto su rostro. Pero independientemente de esa crítica social inherente hacia la superficialidad de la belleza exterior, este combate saca a relucir algunos aspectos del entrenamiento de Luffy, y algunas cosas que le enseñó Rayleigh sobre la energía de observación, la cual si se desarrolla lo suficiente sirve para ver incluso el futuro cercano, tal y como hace Katakuri, siendo fundamental para esquivar golpes. No obstante, todos sabemos que Luffy es de encajar muchos golpes. Creo que en esta pelea incluso se llega a un extremo nunca visto antes. Si esto fuese un combate por puntos, perdería seguro. Y es que en muy pocas ocasiones lleva la voz cantante, recibiendo más que dando. Ni siquiera en momentos en los que vemos que sale a relucir la energía vital de un rey, que al parecer Katakuri también la tiene, cambian en algo las tornas. O, por ejemplo, con esa técnica tan chula en la que Luffy tiene una transformación y se vuelve muy rápido, el Hombre Serpiente de la Cuarta marcha, Snakeman, tampoco consigue gran cosa. Al final, siempre acaba bloqueado. De hecho,
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A mí esto no me termina de convencer. Es decir, entiendo que Luffy tenía la misión de recuperar a Sanji, y meterse con Big Mom de alguna forma adelanta un poco el nivel de enfrentamiento que le permita mejorar para estar a un mismo nivel que uno de los grandes emperadores. Y aunque realmente la banda lo hace mucho mejor de lo esperado, yo aquí no termino de ver esa victoria tan clara que se acaba promulgando. Y, además, ha faltado ver un poco de evolución en el aprendizaje de Luffy, que como suele ocurrir en este tipo de shonen, se vuelve más fuerte con cada enemigo al que se enfrenta, superándolo incluso. Para mí, su enfrentamiento con Katakuri queda realmente en tablas. Es curioso, porque yo venía demandando algún combate en la serie, que no se habían prodigado demasiado desde que hubo el salto en el tiempo de dos años, pero cuando realmente lo ha habido, me ha dejado un sabor agridulce. Una lástima, creo que Oda debería cuidar también un poco más este tipo de elementos de la historia, que como otros que desarrolla, tiene su importancia.
A partir de aquí, reanudamos la carrera, que es lo que realmente parece molarle a Oda. Tengo que decir, que todo lo que viene después me ha parecido muy emocionante, en ciertos momentos, emotivos en otros, pero siendo un poco honestos, el autor juega la carta del
Deus Ex Machina por lo menos tres veces seguidas, sino más. Y es que ya lo he comentado en alguna ocasión, Oda monta tal follón, lleva a los personajes a situaciones tan complicadas y sin salida, que para conseguir sacarlos de ahí tiene que recurrir a giros tan inesperados como poco convincentes. El primero de ellos es la prodigiosa aparición de Pekoms, que no solo trae a Brûlée bajo el brazo para poder huir, sino que carga con Luffy en su presentación en la isla Cacao. Como ya se venía anunciando, la cita es a la 1 de la madrugada, algo que viene genial para un mink que, como vimos en el anterior volumen, se transforma con la luna llena. Además, el propio Pekoms admite que no controla demasiado la transformación, por lo que el caos está asegurado mientras Sanji coge a su capitán e intentan salir por patas, nunca mejor dicho, de la isla. Una vez más tenemos al gran Sanji en acción, que quizá no esté muy bien considerado por su padre, pero la serie necesita más combates del cocinero para que se luzca un poco.
La huida hacia el Thousand Sunny no es nada fácil, pero entonces entran en escena los Germa. Esto era un poco lo esperable, tras la pequeña escena del tomo anterior. Vamos, que se estaba fraguando algo, no como la sorpresa de Pekoms, cuyo nuevo nombre en clave me parece más motivo de risa que otra cosa, y quizá sea una broma del autor hacia el lector por la forma en la que lo utiliza en la trama. Los Germa no solo son muy poderosos, sino que molan bastante. Una piel a prueba de todo y tecnología de lo más versátil en el campo de batalla. No sé que planes tiene Oda para la familia de Sanji, pero a mí me gustaría volverla a ver en algún combate, siempre como aliados, claro. Eso sí, si Katakuri ha mostrado, en mi opinión, cuanto le queda a Luffy por llegar a alcanzar un nivel como el suyo, los hermanos de Sanji ponen de manifiesto que son también muy poderosos. La banda del sombrero de paja no son unos alfeñiques precisamente, pero en esta saga yo los veo por debajo de la gran mayoría de los que van mostrando sus habilidades. Da la sensación que hicieran falta otros dos años para poder entrenarse de nuevo. Sea como sea, la actuación del Germa nos permite ver de nuevo a la banda que fue a esta misión unida, aunque sea por un momento, mientras intentan huir. Por su parte, Big Mom consigue probar la trata y se cumplen todas las expectativas. Yo creo que todo se puede reducir a orgasmo en el paladar. Todavía está por ver que consecuencias va a tener esto. Si Bege va a aprovechar el éxtasis de Big Mom para atacarla e intentar matarla, o si el placer que llega a sentir la va a hacer cambiar de opinión con respecto a Luffy y sus amigos. Lo único que parece claro es que su furia asesina ha parado y los habitantes de este conjunto de islas se han salvado.
Ahora solo queda que nuestros protagonistas consigan huir, pero están totalmente rodeados. Entonces tenemos otro de esos milagros narrativos a los que Oda ha recurrido en este tomo, emergiendo de las aguas la Banda pirata del Sol, de la que era antes capitán Jinbei. Curtidos hombres pez que consiguen abrirle una vía de escape a la banda del Sombrero de paja, que tiene mosqueado ya a un montón de gente. Principalmente a Oven, que es uno de los que se pone en marcha para intentar que huyan.
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Continuará...