Leídos Distrito X y Mutopía, las dos series limitadas escritas por David Hine que dieron vida al Barrio Mutante de Nueva York, y que tuviera
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Mutopia se integra con bastante facilidad en la serie principal de Distrito X, funcionando realmente como un tercer arco argumental, partido por el evento de Bendis y Coipel.
Sin duda es una serie muy distinta de lo que suele llegar a orillas mutantes, de hecho es una serie de polis disfrazada de cómic mutante, y por tanto resulta atípica dentro de la franquicia, aunque a la vez muy acertada, al encajar como un guante en el mantra mutante del odiados y temidos. Prácticamente nadie había hecho, que yo recuerde, un Canción Triste de Hill Street en versión mutante y he de decir que funciona realmente bien. Además, puede ser perfectamente el mejor cómic que se ha hecho nunca con Bishop, un mutante relativamente importante pero que según entiendo, nunca alcanzó del todo su lugar. En este caso encaja perfectamente como poli bueno del barrio mutante de NY. Hay muchos polis malos, pero el más inquietante sin duda es el poli «normal», Ismael Ortega, una figura tan perfectamente estándar, tan ordinario, que casi da miedo.
El poso que deja es bastante negativo, pero muy realista, a lo que contribuye una peculiar galería de marginados, policías quemados, hampones y algún que otro Mesías urbano. Logran todos ellos un sorprendente desarrollo teniendo en cuenta el poco espacio que abarca la serie.
En cuanto al ritmo narrativo, se lee y ve todo muy rápido, ya que presenta un estilo bastante televisivo. Quizá, por decir algo negativo, es verdad que se concede un protagonismo algo excesivo al melodrama familiar, pero no es nada que se vuelva particularmente enojoso.
Una serie, en definitiva, que supone un cambio radical de lo que estábamos acostumbrados a ver. El dibujo es correcto y simplemente pasable, a veces hasta un poco descuidado. Con alguna otra propuesta más atrevida (se me ocurre, por ejemplo, Ryan Sook) creo que la historia hubiera ganado más.
De cualquier modo, merece mucho la pena. Por último, me reafirma en que la primera mitad de 2000 fue una buena etapa para la exploración de conceptos distintos dentro del ámbito pijamero, y salieron cosas muy interesantes. Tanto Distrito X como Mística de Vaughan, por ejemplo, parecieran storyboards de series de TV de la época.