He leído 100% Marvel HC Capitán América: Blanco.
Después de ocho largos años, Tim Sale y Jeph Loeb se unen de nuevo para revisionar el pasado de uno de los grandes iconos de la Casa de las Ideas para dar como resultado una miniserie entretenida, pero que está un poco por debajo de la trilogía cromática que iniciaron prácticamente hace una década. El guion, a pesar de tener aspectos interesante, es demasiado simple, abusa un poco de la nostalgia y no presenta demasiada solidez. A su vez, el dibujo de Sale es en ocasiones maravilloso y en otras no tanto. Realiza un emotivo homenaje a dos grandes dibujantes como son Jim Steranko y Jack Kirby, con escenas que nos recuerdan a tebeos clásicos, pero también se aprecia que va perdiendo cierta fuerza a medida que avanza la historia. Incluso se pueden observar alguna que otra inconsistencia gráfica a nivel anatómico, no sé si de manera voluntaria, pero hay viñetas con ciertas desproporciones como puños demasiado gigantes, rasgos faciales extraños y desproporcionados, o un ligero homenaje a Rob Liefeld, con la postura mítica de los pechos. Realmente, me surge la duda de si es algo hecho adrede, pero la verdad es que he visto a un Sale muy por debajo de su habitual trabajo, cuando en esta asociación suele ser el principal reclamo de cada uno de sus proyectos.
El tomo comienza con un prólogo que se publicó casi ocho años antes, debido al retraso indefinido que sufrió la miniserie. Dicho prólogo sirve en cierta forma para desvelarnos el eje central de la historia que no es otro que la relación entre Bucky y Steve, aludiendo a ese sentimiento de culpa por la pérdida de su compañero, teniendo en cuenta que toda la historia parte del momento en le que los Vengadores despiertan al Capi, para descubrir que ya no está en la Segunda Guerra Mundial, y que es un hombre desplazado de su tiempo. Siguiendo la pauta de los otros proyectos cromáticos, Loeb construye su historia en base a una especie de historia jamás contada del Capi y Bucky, que se unen a los Comandos Aulladores para realizar una incursión en la Francia ocupada, donde deberán evitar que Cráneo Rojo destruya la torre Eiffel o saquee el Louvre. A nivel emocional creo que funciona más o menos bien la historia, sobre todo al inicio, en ese intento de profundizar en la relación de los dos compañeros que se unen para luchar contra un mismo fin. No obstante, todo lo que se construye alrededor es puro efectismo. La introducción de los Comandos Aulladores está un poco forzada, siendo quizá lo único con un poco de sentido, mientras que el cameo de Namor es totalmente gratuito y no digamos ya la propia misión, que no tiene el más mínimo sentido. De hecho, pasan un par de números hasta que el lector tenga una ligera idea de que están haciendo los protagonistas en Francia, más allá de machacar nazis a su paso. Y es que Loeb es parco en palabras para explicar la misión del grupo, como si las ideas se les fuese ocurriendo sobre la marcha. Incluso la presencia de Cráneo Rojo parece que no entrara en los planes de nadie de los presentes en el cómic. Mi sensación es que estamos ante un argumento muy mal estructurado, que avanza a trompicones, mientras que deja que el dibujante se luzca todo lo que puede. Tampoco es que esperásemos una disertación profunda sobre la guerra, pero sí al menos que se respeten unos mínimos, y no esa concatenación de acontecimientos de una forma tan atropellada.
Por otro lado, hay que reconocer que Loeb da con la tecla en cuanto al tratamiento de los Aulladores, quizá sin la verborrea con la que los dotaba Stan Lee, pero sí con diálogos ingeniosos y ese humor negro tan característico. Eso, unido a esa disertación emocional del Capi sobre su relación con Bucky es lo mejor de la obra, que en líneas generales me ha parecido un poco floja, incluidas esas irregularidades gráficas que comentaba antes. También hay que decir que tanto homenaje y guiño al pasado quizá no funcione si no se conoce bien a los personajes o no se ha leído suficiente sobre aventuras enmarcadas en ese periodo de la Segunda Guerra Mundial, ya que se diluye bastante el nexo de unión entre el lector y los protagonistas, potenciado con chistes sobre parches y cosas así. Es obvio que es un producto dirigido a lectores veteranos, aunque sea una lectura más o menos independiente. Es entretenido, no se puede negar tampoco, pero también es cierto que hubiese encajado mejor hace una década o antes de conocer el nuevo destino de Bucky, porque diluye gran parte de su dramatismo, sobre el que quiere Loeb que pivote la obra. A pesar de que debería de ser una obra atemporal, quizá el retraso del proyecto ha sido también otro factor en su contra. Posiblemente, por que ahora es complicado ver la vida en blanco y negro, tal y como nos proponen los autores.