He leído
Las Crónicas de Conan Nº 29.
Retomo la lectura de la serie tras mi
anterior comentario.
Esta nueva entrega de la colección nos acerca más si cabe a la recta final de la recopilación de la cabecera protagonizada por Conan, que se mantiene en su nivel más bajo, y que parece que la tónica general es continuar descendiendo sin nada que lo remedie. Se abandona por completo cualquier coherencia cronológica, dejándose llevar por una serie de números autoconclusivos o sagas de dos números como máximo en la que nos encontramos en momentos muy diferentes de la vida del cimmerio. Argumentalmente debo decir que son relatos más o menos entretenidos. Es cierto que el entretenimiento es pobre y que en ciertos momentos la lectura no es tan atrayente como debiera, pero dentro del horror se podría decir que hay aventuras mucho peores del personaje creado por el escritor tejano. Sin embargo, donde realmente tenemos su característica más pobre y menos atractiva es en la faceta artística, ya que atravesamos una época realmente mala para la colección. Lo realmente curioso es que tenemos una variedad de artista que cuentan en su currículum con obras notables o trabajos bastante sólidos, pero aquí el resultado de los dibujantes es muy tosco, con trazos bastante gruesos y sucios, o con un aumento constante de ciertas irregularidades. Ni el británico Geoff Senior, ni el mismísimo Alfredo Alcalá consiguen hacer nada especialmente destacable, al menos no positivamente hablando. Otros como Jose Delbo, Mark Texeira, Dwayne Turner, Frank Springer, Don Perlin, Ron Lim o Dan Adkins aportan una variedad estilística de lo más variopinta, pero no ofrecen ni un minuto de paz a los ojos del lector, que solo puede observar con impotencia como la calidad de la serie sigue en un descenso continuo y, desgraciadamente, parece que imparable. No recuerdo exactamente cuanto queda para llegar al final, pero tengo la sensación que prácticamente vamos a suplicar que termine pronto, antes de que nos arrepintamos de haber aguantado todo este tiempo para ver como
Conan the Barbarian languidece hasta su cancelación.
Si gráficamente tenemos un poco de todo, los guionistas de este bloque también son variados, aunque da la sensación que la Casa de las Ideas acudió a aquellos que habían aportado muchos guiones a la revista The Savage Sword of Conan. De ese modo, Larry Hama abre este recopilatorio con un relato enmarcado en la etapa de Conan como mercenario, que se la tendrán que ver con un monstruo de grandes dimensiones que tiene pinta de hombre lobo.A medio camino entre el terror y la fantasía heroica, veremos una aventura algo insulsa, por mucho que la escena final quiera mandarnos un mensaje sobre las aptitudes de la supervivencia de nuestro protagonista. Michael Fleisher continúa regresa a la serie par aportar un guion con ecos de su paso por el magazín más largo de la historia de Marvel, pero sin la fuerza y el impacto de sus anteriores trabajos. La historia gira en torno a unos bandidos que persiguen al cimmerio para robarle un oro al que ni siquiera se le ve a lo largo del relato, al que han conseguido mermar su vista con un elixir de loto gris. Curiosamente, parece haber un nexo de unión entre la mayoría de las tramas de este bloque, los cuales parece haber dirigido su mirada hacia esta planta, que comparte gran parte del protagonismo con Conan en muchos de los números incluidos en este tomo.
A partir de ese momento, entra en escena el escritor Gerry Conway, que nos sorprendía en las páginas del magacín con una interesante saga bajo el título de "Odisea Hiboria", para convertirse en el guionista regular de la cabecera hasta el último episodio, donde es sustituido por Mike Higgins. Desgraciadamente, su regularidad en el título no cambia realmente gran cosa, ni mantiene ninguna coherencia cronológica, ni siquiera construye sagas más largas de dos episodios. Si bien es cierto que no lo hace mal, está un poco por debajo de su aportación a la revista, que a mí me pareció mucho más interesante. Además, su arranque nos deja un relato que a mí me parece un reciclaje de viejas historias del cimmerio, con la presencia de hombres pantera y el trasfondo del reino de Bastet. Para quien no lo sepa, inspirada en la diosa egipcia Bastet, representada o bien como un gato doméstico o como una mujer con cabeza de gato. A partir de ahí, Conway teje una historia de enemistad entre hermanos y piedras mágicas para el control de los metaformos con un Conan relativamente joven y en su época de ladrón.
La siguiente saga es quizá un poco más interesante, ya que utiliza como trasfondo el valor de la lealtad en todos y cada uno de los participantes de la trama. Desde el propio cimmerio y sus ya de sobras conocidos valores, así como los de la mujer con la que comparte lecho con cierta estabilidad, además de otros personajes que acaban sacando a relucir de manera recurrente su enfoque dela lealtad. No faltan las criaturas las fantásticas y los gigantescos monstruos para darle así cierto toque tan habitual a las aventuras de Conan. Lástima que el dibujo sea tan pobre, porque quizá con una narrativa más atractiva podría ganar algo de interés esta historia. Llama la atención los títulos utilizados en los dos episodios en los que transcurre la saga, recordándonos en cierta forma todo un clásico "Clavos rojos", pero la verdad es que poco paralelismo hay, ni en ese vano intento de utilizar textos antiguos en los cuadros de apoyo, o esa forma tan poco convincente de dar un ligero tono de terror a la trama, que no consigue transmitir en ningún momento.
Después tenemos un historia en la que vuelve a resurgir el loto negro, utilizado como tema principal y en lo que se deja entrever como un sucedáneo del problema que supuso las drogas en los años noventa y finales de los ochenta. De hecho, creo que Mike Higgins intenta hacer una especie de saga sobre las drogas en esta Era hiboria, con un Conan envuelto en la enemistad de unos hermanos gemelos dedicados a la cosecha y comercialización de esta planta. De nuevo sale a colación el tema de la lealtad en una combinación de elementos a los que el guionista no parece capaz de sacarle mucho rendimiento. Básicamente, es el entretenimiento en su estado más primario y bajo, a pesar de el intento de darle un mayor trasfondo y profundidad, con un Higgins particularmente torpe. Finalizamos con una historia que parece ser el comienzo de una saga, en la que vemos como Conan narra a su hijo Conn un relato que nos retrotrae a los inicios de sus aventuras. Seguramente a más de uno le suene el título "Nacido en la batalla", similar al que empleo Busiek durante su etapa en Dark Horse para narrar los orígenes del cimmerio. Lo malo de todo esto, es que el trabajo de Higgins no hay por donde cogerlo en lo que a cronología se refiere. Por una parte, al principio, en un texto de apoyo se hace alusión a que la historia que vamos a leer es la del propio Conan, pero a medida que vamos avanzando, da la sensación de que realmente no es así, sino que se trata de
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A pesar de todo, no está mal, sobre todo por la presencia de otros cimmerios, poniendo de manifiesto que esta raza de bárbaros es bastante peculiar y que todos tiene algo en común con nuestro protagonista en lo que a carácter se refiere. Nos quedamos con ganas de ver como continúa, por si acaso mi impresión es errónea sobre los protagonistas, además de conocer si realmente es un punto de inflexión en esta etapa, donde predomina el relato corto o autoconclusivo. También tengo curiosidad por ver si HIggins mejora, o sigue en esta línea inicial. Esperemos que Planeta no se demore en la publicación del próximo tomo.