Tu pregunta es tendenciosa y está planteada a modo de caballo de Troya.
Te contesto, no obstante, que tener los poderes de Superman, no te convierte en Superman.
Aquí diferimos claramente.
Superman es literalmente el
Übermensch, el concepto que mata a Dios, sustituyéndolo.
El Superhombre (se llame Pepe, Juan, Luis o Mike Moran) es el Superhombre, lleve gafas, sombrero o sea calvo. Lo críen en USA o en Rusia.
Da lo mismo. Es un concepto tan enorme, tan inmanejable, que el personaje no puede sustraerse de algo así. Al menos en un análisis serio. No es una caracterización posible en algo más allá de un tebeo para niños. Moore lo sabe.
Sería ridículo decir que el Dr.Manhattan es todavía Jonathan Osterman. Claro que no lo es.
O que Mike Moran (y eso que aquí si hay dos personas distintas) puede convivir con el
Übermensch sin que este lo engulla (y de ahí viene las dos mejores páginas del Miracleman de Moore en mi opinión, cuando Mike sube a la cima).
Está claro que Superman es la visión amable, juvenil y primigénea de todos esos bocetos, en una época donde un Dios podía contentarse con salvar aviones todo el día y ser el ídolo de masas para luego llegar a casa y comerte la tarta de manzana de Ma Kent sin ninguna consecuencia para su psique. Pero eso eran los 40, los 60, los 70, y como tú mismo dices:
Se une al mito, lo modifica y enriquece y santas pascuas. Y lo sabes.
Pensar de verdad seriamente, como creador, que Superman puede dejar de ser Superman y convertirse en un hombre corriente, es una visión jodidamente simple del tema. Una suspensión de la incredulidad de libro, el pacto entre lector y superhéroe que suele darse en el género. Yo no parto de ahí. Los clichés están muy bien para hacer cositas divertidas y entretenidas, pero mi visión va algo más allá de eso. Un poco a la zaga de lo que piensan Moore, Morrison, Ellis o Milligan cuando abordan estos temas.
Y no tiene por qué ser fatalista. No digo que Supes se ponga en plan Kid Miracleman. Ni que se vuelva contra el gobierno a lo Hyperion.
Simplemente que ese problema de identidad subyace más profundamente de lo que los lectores bien intencionados y almibarados queréis creer, sobre que una granja, un poquito de tarta y un buen porche con el viejo perro, son capaces de anular (no contener, ni fingir) completamente a un Dios, que de lunes a jueves puede ser Pepito López y bajar a comprar el pan y esperar cola como todo el mundo.
Que va.