He leído
MD Lobezno Nº 6: Lobezno va al Infierno.
Retomo la lectura de la colección tras mi
anterior comentario.
Continuamos con la etapa escrita por Jason Aaron que, en esta ocasión, estrena un nuevo volumen protagonizado por Logan, que viene precedido por un número especial, el cual sirve de prólogo a la misma. Al contrario que en los anteriores recopilatorios de la colección en el formato de lujo publicada por Panini Comics, tenemos una extensa saga que se prolonga durante nueve números americanos, incluyendo un pequeño serial de apoyo a la historia central. A pesar de que el escritor de Alabama se ha caracterizado por trabajar los diferentes aspectos narrativos en su estancia al frente de las aventuras de Lobezno, podríamos decir que es hasta el momento el proyecto más ambicioso del autor en todo este tiempo. Sin embargo, en todo lo anterior, me había convencido bastante, pero aquí me deja sensaciones encontradas. No es que realmente estemos ante tebeos malos o aburridos, sino más bien es lo que pretende contar y el objetivo de todo ello.
Enviar a Lobezno al Infierno, de forma literal, sin nada de alegorías ni segundas intenciones es como poco arriesgado, teniendo en cuenta su poca o nula conexión con el cristianismo. Si bien es cierto que ya vimos una pequeña historia en la que el guionista trataba un pequeño acercamiento hacia la fe cristiana, con un fallecido Kurt Wagner de fondo, ahora se saca de la manga un auténtico club de enemigos que se hace llamar La mano Derecha Roja, la cual, con
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se encarga de separar su alma de su cuerpo. Así, el alma deberá sufrir su condenación en el Infierno, enfrentándose al propio Demonio, mientras su cuerpo poseído por diferentes demonios vaga por el mundo intentando matar y destruir todo aquello y a todos por los que Logan siente afecto. Además, se encargara de ir mandando viejos amigos de nuestro mutante canadiense favorito al inframundo para aumentar así el agonía de su alma. Como planteamiento y antesala de la venganza que seguramente nuestro protagonista querrá emprender después, como cualquier argumento base de una película de acción de los ochenta donde la venganza es el
leit motiv de la inmensa mayoría de las cintas de ese género, no está mal. Quizá algo alargada la trama, pero sería pasable. El problema es que sin todas esas creencias el planteamiento pierde fuerza de base. Ni siquiera en ese viaje de redención y sufrimiento vemos otra cosa que no sea buscar la escena molona, multitud de enemigos desechables para el protagonista y demostrar que ante todo es un tipo duro, inquebrantable y que ni siquiera ciertas piezas de su pasado son capaces de quebrar un alma que también parece estar recubierta de adamantium. Y ahí es donde a mí me da la sensación que en esta ocasión falla Aaron. No hay un trasfondo. No hay un objetivo. Es una historia vacía en su esencia. Acción, sangre, Lobezno superándolo todo, no hay más. Ir al Infierno debería ir aparejado de algo más profundo, de algún tipo de reflexión para el personaje o para el lector. No digo que tenga que ser algo metafísico ni que esté escondido en diversas capas de lectura. Pero la cuestión es que no hay nada, solo un montón de efectos que nos llevan en un viaje que no conduce realmente a nada. Bueno, sí, al inicio de una venganza, por enésima vez, y contra unos enemigos que parece ser bastante maquiavélicos. En definitiva, nada nuevo bajo el sol...
Este viaje a los dominios del Demonio nos trae a ciertos invitados de excepción que conecta con el trabajo de Aaron en
Ghost Rider, en un intento de dar cierta cohesión dentro de sus guiones para el Universo Marvel, lo cual quizá sea lo único con verdadero sentido en esta saga. Después tenemos la segunda parte, con la inevitable salida del Infierno, que transcurre en dos aspectos del personaje. Fuera de su mente, donde se enfrenta a la Patrulla-X que se debate entre matarlo, o al menos intentarlo, o hacer todo lo posible por retenerlo mientras se libera. Por otro lado, su titánica lucha mental, en la que Aaron nos introduce en la compleja mente del personaje, donde deberá demostrar si realmente tiene tanta fuerza de voluntad como parece. La respuesta creo que es obvia, aunque no deja de ser un auténtico calvario y quizá tengamos algunas escenas realmente interesantes sobre la psique de Logan. Pero desde mi punto de vista, volvemos a tener otra oportunidad desperdiciada y Aaron vuelve sobre los tópicos y la acción desenfrenada. Esto defrauda un poco cuando hemos leído en la anterior fase que el guionista conoce al personaje y que es capaz de hacer cosas interesantes con él. Pero aquí tiene una oportunidad de oro y la vuelve a desperdiciar. Parece cegado por la efectividad y los fuegos de artificio, sin ninguna intención de profundizar en algunos aspectos del personaje. Una pena, porque estaba disfrutando mucho de su etapa, pero aquí me ha parecido ver un pequeño descenso de calidad. Como digo, no son tebeos aburridos, quizá sea todo lo contrario, pero es esa forma de afrontar ciertos conceptos que realmente no terminan de encajar con el personaje para, además, no atribuirles ningún fondo, todo en beneficio de la acción, la sangre y las explosiones. Todo un
blockbuster veraniego en forma de cómic, del que probablemente uno esperaba algo más y es por eso que es mayor la sensación de sentirse defraudado. Seguramente si se acomete la lectura de otra forma, se disfrute mucho más, supongo.
Finalmente, tenemos un número que sirve tanto de epílogo como de prólogo a la siguiente línea argumental, estrechamente ligada a esta, obviamente, en la que se presupone que Lobezno arremete contra sus nuevos y sanguinarios enemigos. Además, soluciona ciertas cuentas pendientes con Mística, que
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Por último, destacar la labor de Renato Guedes, que me ha gustado bastante, con varia páginas ricas en detalles. Al final del tomo se puede ver el trabajo del dibujante a lápiz y es una auténtica pasada. Como suele pasar, es en esa fase donde se puede apreciar bien el trabajo de un dibujante. En la segunda parte del recopilatorio llega Daniel Acuña, el cual no me convence demasiado su estilo para esta serie. O yo tardo en adaptarme al cambio, o es el dibujante español el que tarda en cogerle el tono a la serie, porque hasta el número final no me acaba de convencer demasiado. Me gusta Acuña, creo que ha mejorado mucho en los últimos años, pero aquí no. También hay que decir que en Marvel podían haber buscado un relevo menos brusco. Ese cambio tan radical de estilos también resulta chocante. Es un compendio de cosas las que me obliga a valorar de forma un poco negativa el apartado gráfico, a pesar de que los dos dibujantes lo hacen bien, pero es que pienso que la cohesión gráfica también es muy importante en una serie regular, y sobre todo en una línea argumental como esta. Las editoriales deberían cuidar más estos aspectos en estos tiempos. Una pena, porque igual con una mayor cohesión gráfica la calidad general del tomo quizá aumentaría un poco más.
En definitiva, un tomo entretenido al que le sobra entretenimiento y le falta trasfondo. Y es que Logan en el Infierno podríamos decir que prácticamente se siente como en casa. Ya no hacen demonios como los de antes...