Para mí los Vengadores de Bendis, salvo en sus momentos más bajos (Desunidos y Poderosos, sobre todo), son una lectura divertida y disfrutable, aunque no la coloco entre las mejores del grupo porque no tiene ninguna gran saga que merezca aparecer entre las 10 mejores de la historia del grupo. De hecho su mejor historia es Dinastía de M, que ni siquiera es estrictamente una saga de Vengadores. Pero lo cierto es que el final de la etapa de Busiek, y las etapas enteras de Johns y Austen, daban muestras de que la colección se estaba estancando y que necesitaba un meneo y abandonar algunas inercias. Por ejemplo, en los 60 tenía sentido que Spiderman no se uniera al grupo porque era el personaje solitario y extraño de Ditko, pero en el Siglo XXI, después de una colección de Team-Ups de 150 números, era posiblemente el personaje más interconectado de Marvel, y seguir considerando que no podía ser Vengador era ridículo. Bendis sirvió para sacudir las telarañas de la colección, aunque creo que hasta sus mayores admiradores admitirán que al final se quedó sin gas y debió marcharse un par de años antes de lo que lo hizo.
Con los Vengadores de Hickman, por su parte, no puedo pretender ser objetivo: me resultan insoportables. Es uno de esos casos en los que la caracterización de los personajes es tan radicalmente opuesta a la que yo considero adecuada, en la que los personajes hablan, se comportan y toman decisiones que continuamente me dejan perplejo, y en la que no encuentro ni la menor sombra del heroísmo que espero en los protagonistas de un cómic de superhéroes, que me resultan unos cómics antipáticos y desagradables. Esto es algo personal, que me pasa, por ejemplo, también con los Ultimates o con Batman v Superman.
Así que yo me llevé una gran alegría el día que Hickman se marchó de mi colección favorita y llegó Waid, que sí hace unos comics de Vengadores que me resultan disfrutables y reconocibles, y eso que la mayoría de sus personajes no habían sido Vengadores con anterioridad.