Veamos: a mí no es que me repulsen las salvajadas.
No voy a dejar de leer un cómic porque Drácula se dedique a empalar a sus enemigos porque, de hecho, era lo que hacía. No voy a dejar de leer un cómic porque los Muertos Vivientes le arranquen la garganta a mordiscos a un pobre diablo y eso se muestre, porque, de hecho, si eso no saliera así sería falsear la premisa inicial. No voy a dejar de leer un cómic si un tipo le arranca un brazo a otro en una pelea de superhéroes, porque eso podría pasar, y no voy a dejar de leer un cómic si Miracleman le atraviesa el pecho a un tío con el brazo porque se lo quiere cargar.
Pero no son de mi gusto cómics cuya premisa de base son las salvajadas, cuanto más gordas mejor, cuanto más imaginativa sea la manera de follarse una oreja, cuando el guionista se tiene que estrujar la sesera para conseguir que la siguiente muerte sea lo más gore y chabacana posible, y la base del cómic sea provocar porque sí, porque quiero parodiar esto o lo otro y qué mejor manera que todos sean pervertidos sexuales y les encante follarse a una cabra página sí página no, o saltarle la sesera al primero que pase porque mola como quedan los sesos y las tripas en la página impresa.
Ésto es como todo: a veces, un poco de perversión y gore son necesarios en una historia, igual que no pasa nada porque haya una escena de sexo si tiene que haberla y es coherente.
Pero el sexo, el gore, las tripas, los sesos, y la chabacanería porque sí, porque mira lo que me atrevo a hacer, porque cómo mola ver saltar a ese tipo en pedazos, porque mira cómo se folla el tipo ese al abuelete ... pues no.
Eso no me gusta, ni en cómic, ni en cine, ni en libros, ni en nada.