He leído
Los Muertos Vivientes nº 28.
Retomo la lectura de la serie tras mi
anterior comentario.
Con este tomo alcanzamos el número 168 de la edición americana y a mí Kirkman todavía es capaz de emocionarme y de hacerme vibrar. Soy consciente que a estas alturas muchos se han cansado de los planteamientos del autor, consideran que el título está repitiendo ciertas pautas y que la frescura y calidad del medio centenar de números iniciales no va a volver nunca. Y puede que tengan toda la razón del mundo, no se lo voy a negar. No obstante, en base a mi experiencia como lector asiduo de cómics, un devorador de tebeos cuyo balance mensual es verdaderamente alto, o esa impresión tengo yo, cada vez que me aproximo a un nuevo volumen de esta serie es capaz de transmitirme muchas emociones. Al abrir la primera página, quizá un poco perdido al principio, me pongo en situación y, rápidamente, quedo inmerso en la lectura. Aislado de lo que sucede a mi alrededor, Kirkman consigue transportarme a ese mundo ficticio en el que la sociedad tal y como la conocemos ha dejado de existir. En ese mundo de viñetas en blanco y negro, Rick y sus amigos hacen frente a la más gigantesca horda de zombies vista hasta el momento, azuzada por los Susurradores. A partir de ahí, comienza la acción, la desesperación, el temor hacia la muerte, la tensión y el nerviosismo se apodaren del lector, que prácticamente siente el agobio del asedio. Y esto, sinceramente, muy pocos cómics lo consiguen actualmente. El tomo se devora con mucha avidez, el paso de las páginas es un frenesí constante en el que se debate conocer el siguiente paso de la historia y el deseo ardiente de que este disfrute no acabe nunca. Y, de nuevo, eso no sucede todo lo que debiera en ese aluvión de lecturas mensuales. Solo por eso, en mi opinión, ya estamos ante una serie magnífica, que ha aguantado el ritmo constante a pesar del tiempo transcurrido. Pero es que además, en medio de esa lucha por la supervivencia tenemos un drama, que ha sido la principal característica de la serie desde sus inicios; una construcción y evolución de los personajes que se mantiene al mismo ritmo que la invasión zombi; y lo más importante, una serie de conceptos tratados con cierta profundidad que dejan algunas reflexiones existenciales, por que al fin y al cabo, un escenario postapocalíptico no es más que una herramienta para explorar la condición del ser humano y eso es algo que Kirkman ha demostrado hacer como pocos hoy en día.
A nivel argumental está claro que hemos llegado a un punto de inflexión, no solo por la escena que todos los que han leído los números incluidos en este tomo tenemos en mente, sino porque en cierta forma se solucionan algunos problemas surgidos de la división entre la red comunitaria que ha montado Rick. Aunque aún queda pendiente el tema de los Susurradores o los "radioaficionados", si realmente se va a retomar después de esto, todo lo demás queda más o menos cerrado. No me extraña que muchos vean aquí un buen punto final para la colección, en lo que yo coincido plenamente, ya que hubiese sido un gran broche final, pero está claro que Kirkman todavía quiere contar algo más. No obstante, quien verdaderamente brilla con luz propia es el puto Negan. Ese personaje que todos hemos llegado a odiar, que Rick ha querido utilizar de ejemplo para reconducir a una nueva sociedad que le de importancia a la vida por encima de todo. Una base sobre la que construir nuevas leyes que los alejen de la barbarie en la que han tenido que sobrevivir hasta el momento, donde todo está justificado si es para salvar tu vida o la de tus seres queridos. Quizá hablar de un Negan que ha abrazado la redención sería excesivo, pero sí me parece evidente que ha evolucionado hacia algo muy diferente. Dentro de sus parámetros, y a pesar de su carácter malhablado, ve en Rick un alma gemela, un luchador nato. Así, a fuego lento, se ha ido cociendo una extraña relación que eclosiona en este tomo. Una casa rodeada de muertos vivientes es tan buen momento como cualquier otro para limar asperezas. Cuando el corazón te late a mil por hora, Kirkman hace un receso para seguir explorando esta relación que en los últimos tomos ha sido la gran incógnita a desvelar. Sin duda, el componente más irracional, que te permite esperar lo inesperado. Aquí se fragua algo que será importante para el futuro próximo de la serie, estoy convencido de ello.
Pero si hay una esencia que ha mantenido fiel el guionista es la forma de maltratar a sus creaciones hasta límites insospechados. Yo tengo grabado a fuego el prólogo del autor del primer tomo, en el que, entre otras cosas, afirmaba rotundamente que esta era una serie en la que Rick iba a sufrir mucho. A estas alturas creo que se quedó corto incluso. Sea como sea, aquel prólogo era una perfecta hoja de ruta de lo que ha sido la serie, y que a buen seguro lo será en el futuro, la cual indica que Kirkman tenía las cosas muy claras, pero sobre todo que ha sido honrado con el lector en todo momento. Y ese es otro de los puntos a favor de esta serie, que nunca engaña a nadie, algo que tampoco es muy habitual actualmente. La figura de Rick es muy importante en este tomo por muchas cuestiones. Quizá algunos puedan pensar que estamos ante la enésima prueba del héroe y líder de la comunidad, que después de todas las desgracias que ha vivido está es la gota que colma el vaso. Como si ya hubiese llegado la hora de rendirse. Realmente eso es algo que no podremos saber hasta más adelante, pero me parece evidente que Rick atraviesa un momento de saturación importante. Comienzan a surgir dudas sobre la vida y la muerte, pensando que ha llegado la hora de dejar de tirar del carro. Su angustia y drama personal atraviesan las viñetas. El dramatismo se palpa en cada página, porque en el fondo, aunque el autor admita que llegados a cierto punto la historia se escribe sola, hay caminos que quizá nunca se quisieron emprender, ni límites que cruzar. No obstante, una vez iniciados son, como muy bien reza el título, una muerte segura. Entonces llega el drama, uno de los elementos más importantes de la serie y que sale a relucir en los momentos más complicados, los cuales acaban marcando tanto a los personajes como a lector.
Realmente, para los amantes de las síntesis, este tomo se resume muy rápido: una manada de zombies dirigidos por los Susurradores llega hasta la comunidad habitada por Rick. Estos se defienden, mientras unos vecinos y supuestamente aliados esperan a que todo se aclare para presentar el cese de su colaboración, pero todo se tuerce cuando
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Pero esto es, bajo mi punto de vista, solo un escenario, lo realmente importante está en el trasfondo de las tramas, la profundidad de los conceptos como amistad o amor, los cuales toman un nuevo cariz en los momentos en los que nos debatimos entre la vida y la muerte. Y es que si hay algo que tenemos claro en esta vida es que todos morimos algún día, algo que ha perpetuado Kirkman en este mundo de ficción hasta el límite, donde cualquier personaje es susceptible de visitar a la Parca. Puede que haya sido algo previsible, quizá incluso un poco lacrimógeno, pero como decía la principio, cuando un cómic es capaz de transmitir con tanta fuerza algunas emociones, por mucho que pensemos haber leído antes algo similar, es que sigue funcionado; y si una historia funciona no puede ser mala. Yo sigo disfrutando mucho con esta serie, este tomo ha sido uno de los mejores en las últimas entregas, y me deja con ganas de más, de mucho más. Kirkman está construyendo una gran epopeya humana, que quizá ahora desdeñamos con demasiada rapidez, pero que cuando todo haya acabado la echaremos mucho de menos, porque hoy en día ya no se hacen apenas cómics que te hagan vibrar como los de esta serie. Ya lo dice la canción, nada es para siempre, pero en ciertas ocasiones, ojalá lo fuese. Disfrutemos de esta vida mientras podamos.