Es un relato cojonudo, yo lo disfruté más con la segunda lectura que con la primera. El mundo y los personajes están creados con una imaginación desbordante, y el estilo es como muy lírico, muy romanticista, cargado de escenas, descripciones y nombres que son poesía pura.
El título viene por un juego de moda en la ciudad: unas esferas fuertemente selladas que pueden tener en su interior una variedad de lagarto que hiberna durante siglos. Los ricos las compran y disfrutan pensando si de verdad hay un lagarto dentro o no.
La trama es una historia de amor-desamor entre dos prostitut@s de la Casa Sin Relojes, Rawra Chin y Foral Yatt. La Casa Sin Relojes es un burdel para hechiceros, lleno de prostitutas exóticas: contorsionistas, una mujer lobo, otra que puede quedar en una especie de trance que la hace parecer un cadáver, otra que puede provocar los mayores tormentos o los mayores placeres con sus 14 agujas... La historia de amor entre Rawra Chin y Foral Yatt es vista a través de los ojos de Som-Som, que tiene los dos hemisferios de su cerebro separados, y una máscara que le impide ver ni oír nada con el ojo y el oído derechos; de esta forma puede ver y oír, pero la información no llega al hemisferio izquierdo y no puede contar nada... Y que por cierto, juraría que fue homenajeada por Gaiman en Las Benévolas; al menos hay un personaje casi idéntico.
A mí me gustó mucho, como ya he dicho desborda imaginación.