me despido, pero con los más Grandes, Bob Dos Pistolas y Taneleer Tivan:
Joder, machote. Esto sí que es una presentación y no las que le hacen a Kobe Bryant en el Staples Center. Me dejas sin palabras

Intentaré estar a la altura para no desmerecer ni a la presentación ni al propio presentador.
Bueno, pues a ver, por empezar por alguna parte, históricamente esta viñeta hunde sus raíces, no en el año en que fue publicada por primera vez, sino mucho más atrás en el tiempo, en concreto más de 40 años atrás, en las páginas de una revista pulp que no se vendía demasiado bien y que respondía al nombre de
Weird Tales, y en la que en Junio de 1933 el joven maestro Robert E. Howard publicaba el relato titulado Coloso Negro, base literaria de la obra maestra del mismo título que firmarían tres décadas más tarde Roy Thomas, John Buscema y Alfredo Alcalá.
No sé cuántos de vosotros conoceréis la tesis (doctrinal) de Patrick Louinet que aparece publicada en las ediciones de Wandering Star, pero es una maravilla de lectura. Los que ya la conozcáis, sabréis que hacia mediados de 1932 apareció publicada dentro del
Collier´s Magazine The Mask of Fu-Manchú, la quinta novela de Sax Rohmer dedicada a la serie de Fu-Manchú. Apenas hubo concluido su andadura en
Collier´s, apareció publicada en formato de libro, siendo llevada al cine apenas un año más tarde, lo que proporciona una idea bastante certera del éxito comercial que obtuvo Sax Rohmer con esta novela.
Aunque propia del género detectivesco que subyacía en los enfrentamientos entre sir Denis Nayland Smith y Fu-Manchú, la novela aparecía ambientada en el misterioso y exótico Oriente Medio de la época pulp, y trataba sobre la resucitación del culto a un antiguo profeta del desierto llamado Mokanna el Oculto, también conocido como el Profeta Velado, cuyas mutiladas facciones resultaban horribles de contemplar y del que nunca se supo dónde había sido enterrado. En la novela de Rohmer, el Profeta Velado aparentemente había vuelto a renacer y estaba organizando a las dispersas y belicosas tribus de Oriente Medio en torno a su persona con el objetivo de expulsar a los británicos de la zona.

Howard, no sólo era un admirador de la obra de Sax Rohmer, sino que también era un gran aficionado al Cine de aventuras de la época que le tocó vivir. Así, sin perjuicio de otras reminiscencias de esta conocida obra de Rohmer (como la semejanza fonética entre Khorassa -la ciudad en la que se descubre la tumba de Mokanna el Oculto- y Khoraja -la ciudad estado que Conan defiende, primero como mercenario a sueldo y luego como general de sus tropas-, o la unión de las tribus del desierto en una guerra santa que amenaza a todas las naciones, en este caso hyborias), la emocionante prosa de aquella cuarta historia de Conan destilaba en su origen la inspiración directa de la Máscara de Fu-Manchú, si bien también es verdad que el mérito de aquella extraordinaria obra de Howard radicaba en que precisamente iba más allá de la premisa planteada por Rohmer y se acababa extendiendo a todo el potencial no explorado de la misma, toda vez que la Edad Hyboria soñada por Howard no tenía que ceñirse a la verosimilitud o apariencia real del mundo en el que Rohmer situaba sus historias, sino que muy al contrario, en la Edad Hyboria tanto la magia oscura como los muertos resucitados tenían una perfecta cabida dentro de la misma.
Así fue como surgió Natohk el Velado, nigromante de la antigua Acheron, resucitado por la antigua fuerza de los oscuros encantamientos que aún persistían en el interior de su tumba y que inconscientemente desataba Shevatas el ladrón al tratar de apoderarse de las riquezas que escondía el interior de la misma.
La viñeta que le propuse a Hellpop, muestra precisamente el momento inicial de la obra en que el ambicioso Shevatas llegaba a las ruinas de Kuthchemes, ignorante del mal que estaba a punto de despertar y del funesto destino que le esperaba como recompensa a sus doradas ambiciones. A partir de ahí, la inspiración de un dios, o tal vez los fraudulentos engaños de alguno de sus sacerdotes, son los que llevan a la desesperada princesa Yasmela a abandonar la seguridad de su palacio en plena noche y poner el destino de su reino en manos del primer hombre con el que se encuentre, quien resulta ser uno de los mercenarios que la defienden, Conan el Cortagargantas.
Aquel magistral relato de Howard repleto de magia negra, épicas batallas y ambientes exóticos, fue la primera historia de Conan que tuvo el honor de lograr la disputada portada de
Weird Tales en aquel verano de 1933 en el que por primera vez apareció impresa, obra de la afamada Margaret Brundage. Y a punto estuvo de inaugurar también la mítica andadura de The Savage Sword of Conan, si no hubiera sido por una serie de azares del destino, que como lógicamente podéis suponer, están directamente relacionados con las fechas de entrega.
Entrando en este otro punto de la historia, a finales de los sesenta, principios de los setenta, una de las más duras competencias de Marvel se encontraba precisamente en las revistas a blanco y negro que publicaba James Warren, como podían ser Creepy, Eerie, Vampirella, o incluso el renacimiento del Spirit de Will Eisner en 1974. Los más afamados autores de la época se encontraban a sus anchas en aquellas revistas a b/n, no sólo porque tenían ventas que les permitían tener buenos ingresos, sino también porque en ellas se veían libres de las imposiciones del Comics Code, pudiendo contar historias o dibujar escenas que en otros formatos más populares ni siquiera se planteaban poder llevar a cabo.
Pues bien, tras un tímido intento en 1968 de incorporarse a ese mercado y de competir con Warren a través del magazine The Spectacular Spiderman que apenas duró un par de números, Roy Thomas no dejaba de insistir a Stan Lee sobre la conveniencia de expandir la editorial a este tipo de revistas. Fruto de aquella insistencia, aparecería en 1971 la revista Savage Tales, a la que acabarían siguiendo otras que consolidarían la línea y que a los que seguimos los tebeos Marvel nos resultan hoy bastante conocidas, desde Dracula Lives o Monsters Unleashed a Deadliest Hands of Kung-Fu, pasando por Marvel Preview, Doc Savage o Kull and the Barbarians, entre otras. De todas ellas, la más exitosa y longeva en el tiempo fue The Savage Sword of Conan.
Cuenta el propio Roy Thomas que a finales de 1973, cuando Stan Lee decidió dar por fin luz verde a a aquel nuevo proyecto sobre Conan, a Thomas le pilló completamente de improviso, decidiendo comenzar con el Coloso Negro porque era precisamente una de sus historias favoritas de Howard y porque estaba lo suficientemente avanzada en el tiempo como para poder permitirle seguir narrando las historias del Conan que en aquel entonces estaba llevando a cabo en Conan the Barbarian. No pudiendo contar ya con Barry Smith, John Buscema fue el elegido sin discusión para llevar a cabo las labores gráficas de aquella nueva revista a b/n que se pensaba sacar al mercado al año siguiente con una periodicidad bimestral que permitiría a Buscema seguir cumpliendo con las entregas de la serie mensual a color.
Sin embargo, tal y como se puede observar en el trabajo que conlleva esta viñeta, Thomas no contó con que aquel proyecto iba a enamorar a Buscema y que se iba a entregar en cuerpo y alma al mismo. Y tampoco contó con que The Savage Sword iba a tener el doble de páginas que Conan The Barbarian, en concreto más de 60 páginas, de las que unas 38 o 40 constituían precisamente la historia principal dedicada a Conan, constituyendo el resto del ejemplar (aparte de artículos introductorios y portafolios) la famosa historia de Neal Adams y Esteban Maroto en la que Red Sonja continuaba su andadura tras la caída de Makkalet y adoptaba su famoso bikini de hierro.
La portada prevista para aquel primer número, presentando a Conan y a Red Sonja en un magnífico combate cuerpo a cuerpo contra unos cadavéricos guerreros, era a su vez una magistral ilustración de Boris Vallejo antes de que se echase a perder, es decir, de la época en que admiraba sin ningún rubor a Frazetta y aún integraba en la composición de la ilustración los fondos de la escena con los personajes principales de la misma.
Pues bien, en lo que al Coloso Negro se refiere, el resultado final fue que no se pudo hacer realidad a tiempo aquello que inicialmente estaba previsto. A fecha de entrega cumplida, tanto Buscema como el filipino Alfredo Alcalá precisaban todavía de otro mes más para poder entregar la historia, y no porque Buscema o Alcalá fuesen artistas de ritmo pausado, sino por lo mucho y bien que se estaban currando lo que iba a acabar considerándose como una obra maestra del género.
En consecuencia, como Buscema iba más adelantado en el trabajo de Conan the Barbarian, a Thomas no le quedó más remedio que aceptar la dura realidad y comenzar la andadura de The Savage Sword con otra historia diferente y que originalmente estaba hecha para ser publicada a color dentro del Conan the Barbarian #43, una versión de otro relato de Howard originalmente protagonizado por Agnes de Chastillon y que en la edad hyboria protagonizaban Conan y Red Sonja, apareciendo finalmente el Coloso Negro dos meses después, dentro ya del segundo número de The Savage Sword, y con una nueva portada de Neal Adams que no era la inicialmente prevista para acompañarla.
Comentada así, a grandes rasgos, la génesis literaria y la posterior intrahistoria editorial del Coloso Negro, no puedo dejar el tema sin hablar un poco de la viñeta elegida.
Como bien os ha indicado Unocualquiera, ésta es la viñeta inicial con la que se presenta la historia. El motivo de haberla propuesto es porque me parece que introduce estupendamente al lector en lo que luego se va a encontrar dentro del tebeo: sensación de peligro, aventura, presencia de lo desconocido. De acuerdo con la descripción con que Howard comienza su relato, me parece además una viñeta muy estudiada que transmite a la perfección la atmósfera de soledad, ruina y decadencia que acompaña a la ciudad prohibida de Kuthchemes a la llegada de Shevatas a la misma.
La perspectiva está tomada desde detrás del conjunto, es decir, como si lo estuviera observando a escondidas un tercero, que en este caso parece evidente que es el propio lector, aunque no tiene por qué llegarse necesariamente a esa conclusión, puesto que a la luz de lo que va a acontecer después, incluso podría llegar a interpretarse que ese tercero es la presencia o sensación de amenaza que flota en el ambiente, una presencia percibida pero no vista, que aguarda la llegada de su presa, que en este caso va a ser Shevatas. Interpretaciones que puedan hacerse aparte, lo que me parece evidente es que esta perspectiva tomada de espaldas al movimiento de la acción, puesto que Shevatas avanza hacia delante, contribuye a proporcionar una mayor sensación de misterio a la escena, algo que se ve resaltado por el sugerente texto que la acompaña. El juego de luces y sombras, y el acabado detalle con el que está entintada, proporciona textura a la viñeta sin necesidad de ningún tipo de color, que de haber sido utilizado, es posible que hubiera suavizado demasiado la atmósfera de la escena.
Con todo, al ser algo que se percibe a simple vista, creo que no es necesario que me ponga a destacar la cantidad de horas y planificación que conlleva dibujar algo con tanto detalle y sabiendo además poner luego ese detalle en su lugar. Si acaso, a modo de comentario, entiendo que en este trabajo es claramente apreciable un Buscema dibujando aquello que más le gustaba dibujar, un Alfredo Alcalá haciendo méritos para conseguir un trabajo estable y remunerado que le permitiera obtener la residencia en los Estados Unidos, y un Roy Thomas totalmente comprometido con aquel trabajo en el que ceñía de manera absolutamente fiel su guión a la plasmación de la obra originalmente concebida por Howard, llegando a lo largo de la historia a incluir párrafos enteros del relato original a fin de no desmerecer ni un ápice la fuerza y la calidad de la historia.
En todo caso, destacando fundamentalmente en esta viñeta el entintado de Alfredo Alcalá, si queréis entender de dónde proviene este modo de trabajar una ilustración y de conseguir este tipo de resultados, os sugeriría que os dieseis una vuelta por la red y le echaseis un respetuoso vistazo a la obra de Gustavo Doré, al que en su época tildaron de fantasioso antes que ilustrador, y al que hoy en cambio se reverencia sin que nadie recuerde el nombre de sus detractores.
Y sí, en una era de colores, y además digitalizados, supongo que es una putada comentar una obra maestra a b/n, pero qué queréis que os diga, afortunadamente no todo es el National Geographic.
