Bueno, pues aquí la tienes. Lo único que espero es saberla hacer justicia.
3º.- La etapa de Denny O´Neill y Luke McDonnell. Entre las dos etapas de Micheline y Layton, el veterano Denny O´Neill (editor también por aquel entonces del Daredevil en el que Miller campó a sus anchas), hizo un alarde de talento para contar una historia incómoda de leer, a veces desagradable, mostrando en ella unas facetas humanas que difícilmente volverán a ser vistas en un tebeo de superhéroes.
Ante todo, quiero decir que para mí este tebeo es muy bueno y que su resolución de la trama me parece soberbia. Sin embargo (y ojalá me equivoque), no lo veo de fácil reedición, no ya sólo aquí, sino en los USA. ¿Por qué? Pues no sólo por su larga duración, sino porque además no es un tebeo ni fácil ni agradable de leer. Trata temas socialmente incómodos, ajenos a lo que hoy se busca en la industria del entretenimiento, y sobre todo, llega a ser exageradamente realista en la descripción de lo mucho y lo bajo que llega a caer el héroe, que no olvidemos es el personaje protagonista. Además, el dibujo de Luke McDonnell resulta estéticamente simple para el canon gráficamente más elaborado que gusta hoy en día. Es un dibujo muy esquemático, difícil de enganchar a la primera, al incidir más en una narrativa brutalmente contada que en un dibujo detallado y bonito que a mi juicio hubiera falseado el espíritu de la historia que se estaba contando.
O´Neill es conocido sobretodo por su trabajo en DC, especialmente por el Batman y el Green Lantern/Green Arrow que hizo durante los setenta con Neal Adams, donde supo tratar muy bien los problemas de la sociedad actual en el mundo ficticio de los superhéroes. En este sentido, su tratamiento del alcoholismo de Tony Stark no fue sino un nuevo giro de tuerca a la adicción a la heroína de Speedy, aunque reflejado aquí quizá de una manera más dura debido a lo larga que resultó en el tiempo la caída y la agonía de Stark.
Su comienzo en la serie tuvo lugar tras la marcha de Micheline y Layton, cuando Gruenwald acudió a él antes que a nadie para ofrecerle el puesto. Gruenwald conocía a O´Neill y sabía que éste tenía ahí una historia que contar. Y es que aparte de ser un buen conocedor del personaje, O´Neill había leído la saga original del Demonio en la Botella y en ella había una base inmejorable para la historia de trasfondo social que estaba buscando escribir.
La recaída de Stark en la bebida tuvo su origen en una conspiración externa hábilmente urdida (como si de una partida de ajedrez se tratara) por un peligroso y despiadado competidor, Obadiah Stane, un auténtico hijo de puta.
Comenzaba como una historia más, con varios intentos de control mental a los empleados de Stark International (IM #162), al tiempo que una serie de villanos que simbolizaban piezas de ajedrez (caballos, alfiles, torres, peones) atacaban su sede, lo que obligaba a intervenir al Hombre de Hierro. Stark iniciaba entonces una investigación que señalaba al industrial Obadiah Stane como responsable de los ataques, pero carecía de pruebas que le incriminasen. Al mismo tiempo, tratando de superar la pérdida de Bethany Cabe, Stark había iniciado una nueva relación con Indries Moonji, una tipa supermaciza, que sin saberlo Stark, su capacidad de seducción había sido genéticamente alterada por Stane para convertirla en la Reina de la partida que se estaba jugando.
Con Rhodes desaparecido en Escocia como parte del juego, Stane comenzaba a continuación una serie de despiadados ataques financieros contra Stark International, empezando Tony a sentir una agobiante presión a su alrededor cuyo siguiente movimiento era realizado por Stane mediante una botella de whisky tentadoramente expuesta sobre la mesa de su despacho (IM #166). Stark lograba contener a duras penas la urgencia que recorría su cuerpo al verla, pero Stane ya le había tentado con la visión de su demonio particular y Tony empezaba a perder el control de la situación, descargando su creciente frustración con Arbogast y Martinelli.
Con el escenario adecuadamente dispuesto, Stane llevaría a cabo el golpe de gracia a través de su reina, Indries Moonji, que en el peor momento de la crisis abandonaba al desesperado Stark cuando éste más necesitaba de su compañía. Lo siguiente que hacía Tony era rendirse a la desesperación y caer de nuevo en la tentación. Sin saberlo, al deshacerse de Stark, Obadiah Stane había conseguido borrar al mismo tiempo de la ecuación tanto a Stark como al propio Hombre de Hierro.
La recaída en el alcohol narrada por O´Neill fue mil veces peor de lo que había sido la caída. Borracho como una cuba, Stark se enfrentaba al Hombre Máquina hiriendo a sus propios empleados y destruyendo costosísimo material experimental. Solo, consciente del error cometido, Stark ya no podía dejar de beber. Era algo compulsivo. La única solución que encontraba para superar el estrés era beber aún más y pilotar la armadura, lo que originaba más desastres.
Con el consejo de administración de Stark International completamente acojonado por lo que estaba sucediendo, Rhodes conseguía por fin regresar a los USA (IM #169), pero ya era demasiado tarde. Stark estaba enganchado de nuevo. El desencadenante final de su caída tenía lugar cuando un villano de cuarta categoría llamado Magma (al que supongo habréis podido ver en el MTU de Panini) se presentaba en Stark International con ganas de bronca. Completamente borracho, el Hombre de Hierro era incapaz de derrotarle, originando además un apagón en todos los sistemas del complejo que sumía la situación en un caos todavía mayor.
Como en una pesadilla, era entonces cuando Rhodes descubría la doble identidad de Tony, quien en pleno furor etílico caía sin conocimiento, incapaz de tenerse en pie para seguir haciendo frente a Magma. Aquello obligaba a Rhodes a adoptar la única solución posible para salvar la situación: enfundarse la armadura sin tener la más puñetera idea de lo que estaba haciendo, sin saber cómo funcionaba, ni lo que era capaz de hacer o no hacer (IM #170).
La situación era grotesca: mientras Rhodes se jugaba la vida, Stark yacía tirado en un rincón, medio en pelotas y completamente borracho, intentando ponerse una armadura de repuesto en pleno delirio alcohólico. Finalmente, Rhodes lograba salvar a duras penas la situación gracias a uno de los jóvenes científicos de la empresa, Morley Erwin, quien a partir de ese momento le ayudaría a comprender los fundamentos de la armadura, para lo cual Rhodes tenía que ponerle al corriente de la situación y revelarle la identidad de Stark.
Tanto en los correos yanquis como en los de Forum, la gente alucinaba. Ante la situación planteada, por primera vez en un tebeo Marvel un secundario sustituía al primer actor, no de manera esporádica y ocasional, sino de manera permanente. El Tony Stark que aparecía en el tebeo era un desconocido y Rhodes era ahora quien portaba la armadura. Y sin embargo, a pesar de la sustitución, Stark continuaba acaparando el protagonismo de la trama principal.
Desentendiéndose del mundo que se derrumbaba a su alrededor, Tony echaba todas sus responsabilidades sobre Rhodes para así poder seguir bebiendo hasta lograr destruirse por completo, mientras que Rhodes se mostraba incapaz de ayudar a Stark, máxime cuando éste no quería ser ayudado. La difícil situación tenía su reflejo en los Vengadores de Stern (Gruenwald era el editor de las dos series), e incluso el propio Capitán América se dejaba caer por la serie de O´Neill para comprobar con disgusto lo bajo que había caído su viejo amigo.
Y lo peor es que todo esto no era más que el principio. Por difícil que pueda parecer, Stark aún no había tocado fondo en la trama escrita por O´Neill. Lo que vendría a continuación todavía iba a ser peor.
Aunque Rhodes empezaba a hacerse poco a poco con el control de la armadura y lograba salir adelante como Hombre de Hierro, la única preocupación de Tony era irse de borrachera en borrachera sin ningún control. Semejante abandono hacía que nadie fuera capaz de localizarle en el momento de la OPA definitiva lanzada por Stane contra él. Era el jaque mate final. Al final del número, Stane acababa haciéndose con la propiedad de Stark International y la de todos sus activos. Icónica e impactante resultaba la portada del IM #173, con Stark y Rhodes observando impotentes como se sustituían la R y la K de Stark, por la N y la E de Stane en la sede de lo que ahora pasaba a llamarse Stane International.
Aquello suponía el mazazo definitivo para Stark, quien a partir de entonces iniciaba una espiral todavía mayor de autodestrucción tras escaparse de la casa de la madre de Rhodes, donde éste lo había dejado sin saber muy bien qué hacer con él.
Mientras Rhodes y Morley trataban de impedir que Stane se hiciera con la tecnología y las armaduras del Hombre de Hierro (como siempre, con Shield tocando los huevos de por medio), Stark se convertía en un sintecho completamente alcoholizado y constantemente borracho, que vagaba por Manhattan sin importarle nada más que el próximo trago, haciéndole O´Neill protagonizar unas situaciones esperpénticas y grotescas en las que nadie jamás se hubiera imaginado llegar a ver al personaje.
Al mismo tiempo, sus más fieles empleados y tradicionales secundarios de la serie, abandonaban la empresa o se debatían entre las garras de Obadiah Stane, que no dejaba de pavonearse arrogantemente por la victoria conseguida.
O´Neill hundió entonces a Stark en los mayores abismos de su pesadilla. Arruinado, desnutrido, sucio, desaseado, sin afeitar, con el mismo cochambroso esmoquín que había llevado puesto en su última juerga, y cómo no, constantemente borracho, la situación que inicialmente nadie hubiera pensado que durase más de dos tebeos (como había sucedido con Micheline y Layton, y como había sido lo típico en cualquier tebeo de superhéroes hasta esta historia de O´Neill) se prolongaba un número tras otro sin parecer tener fin. No sólo era una agonía para Stark, sino que también lo era para muchos de sus aficionados más fieles, que se debatían entre su lealtad hacia el personaje y su amor por la enorme historia que estaban leyendo.
Aquella tragedia humana tenía que resolverse de alguna manera. Morir o renacer era lo único que le quedaba por hacer a Stark, pero lo que estaba claro es que aquello no podía continuar así por más tiempo.
Tras meses de pesadilla y degradación, la portada del IM #182 (Forum 31) por fin resultó explícita. "Por la mañana Tony Stark estará sobrio... O muerto", rezaba la misma. En mi opinión, éste fue el mejor tebeo de esta etapa, pienso que a la altura de las más grandes historias de los Miller, Claremont, Simonson, Byrne o Stern de esta misma época, a pesar de su total falta hoy de reconocimiento.
En IM #182, O´Neill dio sentido a la agonía sufrida por el personaje, demostrando saber adónde quería llevar su historia, que con este desenlace ya no sólo resultaba ser la historia de una caída, sino también y sobre todo la historia de un renacimiento, la historia de un hombre de hierro, tan magistral como el contado años después por Miller en su Born Again, quizás en este sentido un poco deudor de esta saga de O´Neill.
Así, mientras Jim Rhodes se hallaba en la Secret Wars, Stark se debatía entre la vida y la muerte en plena noche, tirado en un callejón lleno de mierda y durante una nevada de mil demonios. Junto a él se encontraba otra alcohólica que acababa de dar a luz y que fallecía a causa del frío congelador. Sin su abrigo (que había cambiado por unos pavos para poder seguir bebiendo), aterido y muriéndose por un trago, Stark se encontraba con el recién nacido entre sus brazos, sin nadie en las desiertas calles a quien acudir y con su propio calor corporal como única posibilidad de supervivencia del crío.
Aquella situación de vida o muerte sería la que haría renacer al héroe. Sin su armadura, a base de pura fuerza de voluntad, forzado a elegir entre la dulce tentación que sentía por tenderse y dejarse morir de una puñetera vez, y la certeza de que si lo hacía, un ser inocente e indefenso moriría por haber elegido el camino más fácil, Tony Stark hacía frente a una noche horripilante, apretando los dientes para aguantar las ganas de volver a beber, encogido y acurrucado como un cabrón. Soportando la nevada con la mierda de ropa que llevaba puesta, se forzaba a sí mismo a vivir para que así pudiera sobrevivir el pequeño. Su renacimiento como ser humano y como héroe tenía lugar no porque él quisiera o se mereciera vivir, sino porque alguien totalmente indefenso le necesitaba a él para seguir con vida. Con la llegada del nuevo día los dos acababan en un hospital, pero vivos. Tony Stark demostraba una vez más ser un hombre de hierro y con ello salvaba dos vidas, la suya y la del pequeño.
Su renacimiento le llevaba a poner fin a su adicción, aunque aún estaría muy lejos de volver a ponerse la armadura, por la que ahora sentía el mismo rechazo visceral e instintivo que sentía por la botella.
Durante los números siguientes, Stark, Rhodes y Morley, junto con Cly, la hermana de éste último, se trasladaban a California en busca de una nueva vida y un nuevo comienzo, fundando una pequeña empresa de tecnología llamada Circuitos Máximos. A estas alturas, Jim había asumido totalmente el papel del Hombre de Hierro, pero nadie había contado con que los circuitos cibernéticos de la armadura estaban diseñados para Stark y no para él, lo que meses después le llevaría a tener que abandonar la armadura a causa de los intensos dolores de cabeza que ésta le producía.
Desgraciadamente, todo hay que decirlo, sin el tono dramático propiciado por el descenso a los infiernos de Stark, el nivel dramático de la historía disminuía y el dibujo de McDonnell ya no resultaba tan adecuado para esta segunda parte de la historia como lo había sido para la primera.
Sin embargo, aún le faltaba a O´Neill una historia por contar, la historia de la esperada revancha contra Stane. El regreso de Stark a la armadura se fue llevando a cabo paulatinamente para hacerlo coincidir con el IM #200. Los wackos a esas alturas finales de la trama estaban haciendo constantes apariciones en la serie, lo que propiciaba que el cabronazo de Ojo de Halcón hiciera algo parecido a lo que hizo con el Capi de Englehart y manipulase sutilmente a Stark para que éste comenzase a construir una nueva armadura en el rancho, sabedor de que Tony acabaría poniéndosela, aunque aún no sabía cuándo.
Al mismo tiempo, un Obadiah Stane frustrado por no haber podido acabar definitivamente con Stark, iniciaba un ataque contra todas las personas cercanas a él para obligarle a dar la cara y enfrentarse personalmente a él. El punto de ebullición que sacó a Stark de sus casillas tuvo lugar cuando Stane voló por los aires Circuitos Máximos, acabando con la vida de Morley y dejando gravemente herido a Rhodes.
Aquello significaría la esperada batalla definitiva entre Stark y Stane, que acabaría con Stane volándose su propia cabeza dentro de la armadura del Iron Monger (Quincallero, se le llamó por aquí ante la difícil traducción), concluyendo así un largo enfrentamiento que había comenzado cuatro años atrás. El IM #200 supuso un fantástico número conmemorativo que significaría además la primera modificación en más de 20 años del diseño y los colores tradicionales de la armadura del Hombre de Hierro, comenzando así una carrera de diseños que ha llegado hasta hoy. La armadura Centurión de Plata (Modelo XII, Mark I) fue otro diseño más de Bob Layton, aunque en esta ocasión con alguna colaboración del nuevo dibujante de la serie, Mark Bright, quien también comenzaba su etapa con este número. Curiosamente, Layton confesaría posteriormente que el modelo Centurión de Plata nunca le acabó de convencer, así que a la primera oportunidad que tuvieron (leáse Stark Wars), Micheline y él decidieron volver al diseño más clásico y modernizarlo.
A estas alturas, con más de cuatro años de permanencia en la serie, O´Neill ya había contado todo lo que quería contar sobre el personaje. Al mismo tiempo, DC volvía a reclamarle de nuevo a tiempo total con los guiones de The Question y las funciones editoriales de Batman. Así, con el IM #208, tras haber recuperado Stark su fortuna y su empresa, O´Neill no sólo decidía abandonar la serie sino también la propia Marvel para ya no volver nunca más a ella.
Tras él dejó una de las, para mí, mejores y más recordadas etapas del Hombre de Hierro, con una saga que sacó más punta a la condición humana que a la superheroica, y que aunque hoy pocos se acuerden demasiado de ella, ahí ha quedado para todos aquellos que sientan la curiosidad de leerla.
Yo al menos he intentado hacerla un poco de justicia, que creo que se la merecía.