A mí Maggie me hace gracia cuando hace cosas propias de un bebé que acaban teniendo importancia de casualidad ("¿quién disparó al señor Burns?") o cuando sencillamente actúa y evoluciona desde su posición; y antes no necesitaban más que eso para hacer de ella un buen personaje (su primera palabra, el eructazo que mete cuando Marge dice lo de "vuelves a ser una Simpson", etc). A día de hoy Maggie consiste en meter flipadas para que el público, a su vez, flipe con ella.
Por ejemplo, el episodio en el que Homer la deja todas las tardes en un parque de columpios que hay junto al bar de Moe iba bien encaminado mostrando el miedo infantil al bullyng hasta que al final un crío petadísimo le calza un palizón brutal a Homer y Maggie lo salva de un puñetazo. ¿Qué se supone, que me tengo que reír de la inutilidad de Homer y fipar porque Maggie ha vuelto a hacer, otra vez, una flipada impropia de su edad?
O el episodio ese en el que se va con el perro a rescatar a Homer del tipo de la grúa que lo tenía secuestrado. No sé, gracia ninguna, la verdad. La mayoría de las situaciones de tensión ya no me producen la más mínima debido a que sé que las va a solucionar Maggie de una forma tan flipante que mis manos se van a arrancar solas de los brazos para poder aplaudirle mejor.