EL OTRO CÓMIC AMERICANO
1. LOS MUERTOS VIVIENTES, DE ROBERT KIRKMAN
¿Qué tendrán los Muertos Vivientes, que atrapan sin remedio? Pensad que es una serie que lo tenía prácticamente todo en contra: guionista y dibujantes semi desconocidos, publicada en blanco y negro por una editorial menor cuyo argumento estaba basado en una idea bastante pasada de moda que absolutamente nada tiene que ver con el 90% de las compras que realizaba, por ejemplo, un marvelita medio. ¿Qué tendrán? ¿Será el éxito de la serie de la tele? Tú y yo sabemos que no: estábamos aquí antes siquiera de que a alguien se le pasara por la cabeza convertir la serie en formato televisivo. ¿Qué tendrán? Quizá sea una combinación de factores. Muchas veces con que una serie tenga calidad no basta, es necesario algo más, un factor diferente y diferenciador. Quizás es que muchos de los lectores de hoy en día nos hemos cansado de personajes estancados, del efecto Peter Pan, de la ilusión de progreso sin hacerlo de verdad, las muertes que a nadie impactan ya porque sabemos que es una puerta giratoria y que antes o después cualquier personaje importante vuelve, de la enésima “vuelta a los orígenes”. ¿Qué tendrán los Muertos Vivientes?
Personajes de verdad. Mortales y humanos. Y en evolución continua. Da igual que la idea no sea original, el modo en el que se nos cuenta es lo importante. En las películas de zombies nadie se preocupa por el día después, de cómo sería un mundo trazado bajo estas bases, cómo se comportarían los supervivientes. No van más allá del horror del momento. Los Muertos Vivientes es ese día después.
Que es una serie de personajes, y no de zombies, es evidente con el paso de los números en los que el protagonismo de los muertos se va diluyendo progresivamente. En el principio están presentes por todas partes, mientras que al final son casi un ruido de fondo. Un ruido que condiciona el escenario, pero un ruido al fin y al cabo.
Tan importantes son los personajes, que Robert Kirkman, el guionista de esta historia, no tiene ningún remilgo en dejarnos sin ellos. Rick, Lori, Andrea, Tyresse, Allen, Carl, Abraham, Glenn, Dale, Michonne, Maggie… son importantes, nos importan, precisamente porque sabemos que es muy posible que mañana no estén ahí, que este agresivo mundo se los lleve por delante. Éstos no regresarán milagrosamente de la muerte, a no ser que sea como caminantes muertos. Los apreciamos, nos acordamos de ellos. Los echamos de menos. ¿Quién no recuerda a Dale, aunque ya no se le nombre? Son malditamente reales… y ninguno acaba como comienza. Su viaje es terrible, porque parten de un supuesto de sociedad organizada y humana, mientras que poco a poco se van dando cuenta de que eso ya no funciona, de que ha vuelto la ley de la selva. El más fuerte y el más cruel es el que sobrevive, el débil y amable muere. No es tanto una cuestión de buenos o malos, sino de sobrevivir. En la carretera. Buscando un refugio. Encontrándolo. Perdiéndolo. La muerte y la locura los rodea, y de igual modo en el que son solidarios unos con otros y confían ciegamente unos en otros, la muerte está tan presente y están tan acostumbrados a ella que poco espacio hay para la pena o el recuerdo del que acaba de caer. Sólo seguir adelante, sobrevivir un día más, apartar el remordimiento.
El filo de la cordura se convierte en algo muy frágil. Vemos llegar a los personajes, los vemos crecer, aprendemos a quererlos y a apreciarlos, contemplamos su valor, contemplamos su dolor y los vemos desaparecer con un lamento. A veces, con una mueca de disgusto, o con un nudo en el estómago. A veces, con un grito de sorpresa. Desaparecen, y otros los sustituyen. A veces caen dignamente, otras veces sin marcar a diferencia, de la manera más casual y absurda. Simplemente, les llegó el turno de morir. Lo que nos podía parecer cruel al principio se torna inevitable unos cuantos números después. Se hace lo necesario para sobrevivir, o te insensibilizas o mueres. La deriva mediante la que los personajes se van embruteciendo poco a poco deja poca esperanza en el futuro. Pero la hay.
Porque el reto es volver a organizarse. Reconstruir. Pasar de meramente sobrevivir a volver a vivir. Volver a ser humanos. Permitirse volver a sentir. Porque realmente poca diferencia hay entre que lo que hay afuera sean muertos o animales depredadores, el hombre es más listo y debe prevalecer. Como siempre lo hizo, desde los tiempos de las cavernas. Si se acepta que una vez pasado el primer trauma, los muertos no son la amenaza principal…el problema es que la bestia más peligrosa es el mismo hombre, como siempre, y una vez vuelven a surgir comunidades organizadas la lucha por el poder entre los propios humanos se tiene que convertir en el punto gravitacional de la serie. Aquí no vale tratar de vivir tranquilamente. Si no eres el agresor, te conviertes en la víctima.
Como siempre ha pasado en la Historia de la Humanidad… y ahora más que nunca, adaptarse. Adaptarse siempre a las circunstancias, estar siempre preparado. O prepararse para morir.