El Hijo de Satán: Marvel Limited Edition (1973-1977) Reseña en la web de Universo Marvel:https://www.universomarvel.com/resenas-el-hijo-de-satan-marvel-limited-edition-1973-1977/El Hijo de Satán es otra de las apuestas de la exitosa y expansiva parcela dedicada al terror, que enriqueció el Universo Marvel en los 70.
Su creador fue el guionista Gary Friedrich y fue introducido en una de las colecciones que guionizaba, el Motorista Fantasma, personaje también de su autoría.
La línea argumental, que supone el debut del personaje que nos ocupa, concluye precisamente en el primer número bajo el nombre del Hijo de Satán. Por supuesto, el crossover con la serie del Motorista, por entero, ocupa el inicio del presente volumen.
Marvel Spotlight es el título genérico en el que Daimon Hellstrom inicia su andadura solista. Sustituyendo precisamente al Motorista Fantasma, que pasa a independizarse bajo su propia cabecera.
Este arco inicial cuenta con un variado elenco de dibujantes: Tom Sutton, Jim Mooney y Herb Trimpe, este último ya en el número inicial de la serie del Hijo de Satán.
Daimon Hellstrom es reclamado como exorcista en este arco que forma parte de una línea argumental en realidad más extensa. Con la temática del satanismo como eje central y con el desierto de Arizona como escenario. Bastante floja, donde lo único que es digno de mención es precisamente la irrupción del Hijo de Satán.
Lo cierto es que el personaje creado por Gary Friedrich parece una segunda versión del propio Motorista Fantasma, también de su creación.
Por lo menos, la esencia de los dos personajes se parece mucho. Por lo pronto, Satán tiene un papel fundamental en el origen de ambos personajes. Y luego, el horario de sus respectivas personalidades infernales es nocturno en uno y otro caso.
Así qué, lo que tenemos delante es el vástago del diablo y una mortal, que alberga dos personalidades contrapuestas. De día es un desvalido sacerdote mientras que por la noche hereda la maldición de su padre. Dos identidades unidas en un nexo común, el odio vengativo hacia su padre.
El segundo número de la colección y último realizado por el equipo Friedrich-Trimpe, nos introduce el origen de nuestro protagonista. Una secuencia sobre la desgraciada muerte de su madre, sobre cómo Daimon se apoderó del Tridente Sagrado y el origen de la cuadriga infernal en la que se desplaza. Así como la presentación del netheránium, algo así como la kriptonita para Satán, y precisamente el metal del que está hecho el tridente.
Nada más para unos primeros números que se benefician del dinamismo de la narrativa de Herb Trimpe, pero que no dan para desarrollar apenas nada.
A riesgo de que la colección se convierta en una Ghost Rider 2, tenemos la fortuna de que Friedrich es sustituido por Steve Gerber.
Vuelta a empezar con Steve Gerber.Steve Gerber es un escritor mucho más capacitado que Gary Friedrich, condición que empezamos a notar desde el inicio de su etapa. Etapa que da un vuelco respecto a lo visto hasta ahora.
Lo primero que hace es mandar a Satán a tomar viento. El padre de Daimon, principal villano del título, prácticamente desaparece de la colección. Como mucho, el monarca del infierno es sugerido mediante alguna de sus muchas encarnaciones, como es el caso de Baphomet.
El otro cambio importante está en la naturaleza de las transformaciones. Se terminaron los hábitos nocturnos. Daimon pasa a controlar los cambios a su alter ego infernal a conveniencia, quitando alguna manifestación fuera de control.
La temática de la colección pasa a tomar su propio carácter dentro del sector terrorífico del UM. Exorcismos, casas encantadas, ritos satánicos… forman parte del subgénero del terror al que la colección rinde tributo.
Sin bien, también es cierto que nuestro protagonista aparenta ser más un superhéroe del tipo Doctor Extraño, que un personaje que infunda cierto terror.
Poco a poco, Gerber va desvelando sus intenciones para la colección. Abre un debate filosófico sobre el bien y el mal tomando como modelo la lucha interna entre las dos personalidades de Daimon, pero en realidad poniendo delante del espejo a toda la humanidad.
Gerber insiste en señalar al lado más perverso de los seres humanos como causante de las amenazas procedentes del infierno, y la ignorancia humana la que provoca esa maldad. Por lo menos es lo que yo creo entender. Las apariciones de Ikthalon, el demonio de hielo, y de Kometes, la serpiente flamígera, van en esa dirección.
En cuanto a la parte gráfica, Jim Mooney se encarga de estos primeros números de Gerber, en un trabajo cumplidor.
Respecto al elenco de secundarios, tenemos dos incorporaciones que acompañarán a Daimon en sus periplos. La parapsicóloga Katherine Reynolds y el estudiante de teología Byron Hyatt. Disciplinas, la parapsicología y la teología, que sumadas sintetizan muy bien la temática de esta serie.
La línea argumental de Kometes es especialmente productiva, mezclando fantasía heroica con contenido sobrenatural y bíblico.
Para derrotar a la serpiente flamígera, Daimon y sus dos amigos se ven obligados a viajar al pasado remoto. El destino es la era de Atlantis antes del Cataclismo y el objetivo encontrar a la hechicera atlante Zhered-Na, la única que puede destruir a Kometes.
Pero Daimon descubre que Kometes simboliza las catástrofes que amenazan a la Tierra, que no son más que emanaciones psíquicas de sus habitantes. Es decir, de las malas vibraciones que despiertan las malas conductas de los hombres, que acaban por girarse en su contra por medio de catástrofes.
Cabe resaltar que Zhered-Na es un personaje del que Gerber ya hizo uso en la serie del Hombre-Cosa. La incorporación de personajes de otras series de su autoría es una constante en el trabajo de Gerber.
Pues bien, Gerber se marca una de sus clásicas idas de olla cuando pone de vuelta algunos pasajes bíblicos. Resulta que la divinidad que vigila el destino de la humanidad no es otro que una versión aberrante de Adán, que como primer pecador de la historia ha sido condenado a sufrir el dolor de toda transgresión. Condenado por Satán, como sumo representante del pecado.
Digamos que el mensaje consiste en que Satán es dueño de los designios de la humanidad, independientemente de si es para hacer el bien o el mal, lo que convierte al ser humano en esclavo. Daimon comprende que el error o la maldad existen porque los hombres son libres para comportarse de tal modo, por lo que debe destruir a Kometes. Básicamente seria esto.
Por si fuera poco, todo el tinglado acaba por provocar el histórico cataclismo que hundiría a Atlantis bajo el océano. Justo antes de que Daimon y los suyos regresen al presente.
Desde luego, un relato de lo más atrevido para la época.
El siguiente arco poco o nada tiene que ver con lo vivido hasta ahora. Estamos ante una línea argumental centrada de forma exclusiva en el fenómeno de los exorcismos. Ya habían transcurrido muchos meses desde el estreno de la exitosa película de William Friedkin, así que es bastante probable que Gerber se sintiera influenciado por ella.
Gene Colan es el encargado de poner imágenes a los textos de Gerber. No hace falta decir que difícilmente puede haber un dibujante más adecuado para estas historias, así que el trabajo de Gene es todo lo excelente que cabía esperar.
El clima terrorífico propio de un relato de posesiones demoníacas está muy conseguido, en un trabajo muy serio de ambos autores.
De nuevo tenemos un cambio total de planteamiento y tono en el siguiente arco, quizás el más ambicioso de toda la etapa.
Sal Buscema es el encargado de plasmar gráficamente la narración en un muy buen trabajo.
Gerber entra de lleno en el mundo del Tarot, desarrollando una trama de lo más seductora.
Swabada, una vieja maestra del Tarot, tira las cartas a Daimon en una sesión. La sorpresa se la lleva cuando todo lo pronosticado por la anciana acaba haciéndose realidad. De esta forma, vemos como las escenas representadas en las once cartas acaban haciéndose realidad en la vida de Daimon.
La historia plantea la constante lucha entre realidad e ilusión a la que debe hacer frente Hellstrom, que acaba al borde del trastorno ante una auténtica locura de secuencias inexplicables.
La moraleja final insiste en la aceptación de su lado malvado, herencia de su padre, como fuente de energía creativa bajo control. Es una forma de equiparar a Daimon a cualquier otro hombre, y al mismo tiempo de aceptar que todo hombre lleva dentro su demonio.
Un número de la colección Marvel Team-Up, junto a la Antorcha Humana, sin ninguna incidencia en la crónica del Hijo de Satán, da paso al último episodio guionizado por Steve Gerber.
Esta vez guionizado a dos manos junto a Mike Friedrick, se trata de otra flipada de notable complejidad. Los antagonistas en este caso son el Padre Darklyte y la Legión de Nihilistas, una secta que personaliza el negativismo absoluto. Es la religión de la creencia en nada y la oposición a todo.
Título propio y recta final.Antes de que El Hijo de Satán pase a gozar de colección bajo su propia cabecera, Chris Claremont y Sal Buscema ponen punto y final a la etapa de Marvel Spotlight con un solitario número.
Estamos ante una historia mucho más convencional que lo ofrecido por Steve Gerber. Trata sobre una nueva posesión demoníaca, donde lo más resaltable está en la figura de la estrella invitada: Satana, la propia hermana de Daimon. Aceptable sin más.
La colección del Hijo de Satán supuestamente estaba siendo exitosa, así que decidieron independizarla.
El número 1 de Son of Satan supuso una renovación total del equipo artístico. El guionista John Warner entra como única pieza estable mientras que la parte gráfica se la reparten o combinan entre Jim Mooney, Sonny Trinidad, Craig Russell y Ed Hannigan. Todos ellos completando trabajos más bien discretos. Como mucho, se adivina una labor narrativa apreciable en los bocetos de Craig Russell, pero por desgracia los acabados de Sonny Trinidad son bastante antiestéticos.
Warner se olvida del trabajo realizado por Steve Gerber y prácticamente devuelve al Hijo de Satán a la casilla de salida. Daimon Hellstrom regresa a Lago Fire, su tierra natal, y Satán, su padre, vuelve a recuperar el protagonismo perdido.
Además, la serie parece volver a encontrar reflejo en la del Motorista Fantasma. El desierto de Arizona como escenario y algunos elementos propios del salvaje oeste.
El primer arco tiene como antagonista al Poseedor, un tipo capaz de atrapar a demonios en el interior de su cuerpo, en busca de la invencibilidad. El propio Satán acaba liberando a su propio hijo del interior del Poseedor. No pasa de mediocre.
Tras un número de la colección Marvel Two-In-One, ya comentado en su correspondiente reseña, entramos en un nuevo arco.
Daimon acepta el puesto de jefe del departamento de estudios parapsicológicos y fenómenos paranormales en la Universidad de Columbia.
A partir de ahí Warner organiza una trama bastante loca y confusa. Entre secuencias de sueños proféticos y la intriga por un asesinato, entramos en una vorágine de personajes de toda índole, hasta la llegada del Dios egipcio Anubis, como villano definitivo de la historia.
El desarrollo de personalidades es bastante mejorable. Algunos de ellos sufren cambios de comportamiento que indican poca claridad de ideas.
Warner se esfuerza dotando de complejidad a la trama y usando términos técnicos sobre el género satánico. Pero no puedo evitar la sensación de cascarón vacío, de superficialidad, nada que ver con la clase y profundidad de los textos de Steve Gerber. Incluso la explicación final me parece banal y carente de espontaneidad.
Tras la etapa de John Warner, la colección se alargaría tan sólo un número más, el 8, siendo cancelada definitivamente.
Un número, el último, guionizado por Bill Mantlo y dibujado por Russ Heath.
Se nota que estamos ante un número independiente, seguramente en un inicio pensado como fill-in. Pero creo que está bastante bien, siendo Mantlo quien se acerca más al planteamiento inteligente de Gerber. También Russ Heath completa un muy buen trabajo.
Algo así como un viaje introspectivo, del protagonista, a los confines del infierno en busca de su identidad. Un viaje onírico que finalmente acaba siendo eso, un sueño. Pero no de Hellstrom sino del propio Satán.
Conclusión.No hay duda de que, si este tomo vale la pena, es por la etapa de Steve Gerber. No es nada fácil pillar los mensajes de Gerber, también susceptibles de interpretaciones varias, no nos engañemos. Pero desde luego, a su etapa no le falta contenido.
El resto del tomo creo que es más prescindible, pero tampoco lo calificaría de malo.